Del libro con título homónimo de Thomas Harris, Jonathan Demme, (1991) construyó un clásico del cine que, desde el primer momento, encumbró al género thriller, prestándole una sobriedad y un porte, irrepetibles. Luego vendría Seven, para recordarnos la grandeza que una cinta con asesino en serie puede tener, pero Hannibal Lecter ya estaba ahí, pasando a la historia como mente brillante, cruel —sí, pero, con quien lo merece—, y quizás mito antihéroe; y en buena parte gracias al talentoso Hopkins porque menudo cuarto de hora nos regala para un personaje protagonista que le valió un Oscar. Y es que menos es más, y Lecter, no necesita un amplio repertorio de palabras, un discurso plagado de sandeces, él mira y te echas a temblar. ¿Y qué contar de su coprotagonista? Con el personaje de Jodie Foster —otro Oscar para una película de terror, finalmente fueron cinco, los cinco más importantes— podríamos hablar durante horas. Con ella, con su Clarice Starling, nos metemos en la mente y en el cuerpo de una heroína que lo deja atrás todo por el deseo de ser la mejor de su promoción. Luchadora infatigable en un mundo de hombres —que tome nota el feminismo— se deja la piel, y las neuronas, en un trabajo de investigación con transexualidad de fondo, secuestros en primera instancia, ríos ocultando cadáveres y compañeros que la miran por encima del hombro pero, ella roca entre guijarros no se rinde.
¿Queréis verla? Lanzaos de cabeza, no lo dudéis. No hay plan mejor.
Por Víctor Garijo Serrano
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