Al nonagenario Clint Eastwood no le tiembla el pulso, y como cineasta curtido en mil batallas a la historia de Richard Jewell (2019) le supo sacar el máximo jugo. Como ya hiciera con Sully y El intercambio, en la cinta de hoy, sabe bucear en las aguas turbulentas de basados en hechos reales llevando al ávido espectador por el sombrío camino de la duda y la sospecha, dejándolo caer en la maravillosa perplejidad en el momento justo.
Durante los festejos por los Juegos Olímpicos de Atlanta una serie de atentados a lo largo y ancho del país ponen en jaque al FBI al tiempo que, en una pequeña familia el único hijo de una señora que no ha sido precisamente bendecida por la vida, pelea y patalea por ser respetado como agente de seguridad mientras, las mofas son su pan de cada día. Y he aquí la presentación de los dos ingredientes principales para una de las mejores películas del cineasta (en cuanto y en tanto a su década respecta) porque con Richard Jewell tenemos un caso policial llevado al extremo de lo humano poniendo, aparte, el foco en las malas artes de los federales por cerrar un caso que, como mínimo, les quema, y en el camino haciéndonos dudar de la bondad de Jewell, la que sabemos que existe pero por qué iba a ser oro todo lo que reluce. ¿Por qué? No lo sé, pero una semana después de haberla visto todavía me escama.
Ale, ya tenéis tarea para este fin de semana.
Por Víctor Garijo Serrano
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