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lunes, 9 de mayo de 2022

Retro-Crítica: Historias de Filadelfia

En 1940 George Cukor nos regaló una de las mejores comedias románticas que el público recuerda.  Divertida, revolucionaria, inteligente, mordaz, simpática, a veces sexy, y brillante en su realización es deliciosa.    

Siempre fascinante en su papel de mujer rebelde Katharine Hepburn, adelantada a su tiempo, no solo de fuerte carácter sino indómita, nos empuja para acá y para allá en una fantasía de amoríos mientras, uno inocente desde la butaca de casa, apuesta por con cuál de los dos protagonistas masculinos terminará casándose, despejando la incógnita del prometido soso de una patada porque sería lo fácil, lo correcto, aquello que sus padres y la sociedad aprueban en una chica de bien. ¿Pero estamos ante una chica de bien? ¡No! ¡Ella quiere ser quien decida su futuro! ¿Y en aquellos tiempos qué pintaba una mujer poniendo voz a su vida? 

Los otros dos pilares de la función son Cary Grant y James Stewart, conductores excelsos del comportamiento alocado de Hepburn; sus dos palmeros de honor en una comedia que es un enredo muy bien orquestado y que, oh, sí, hasta mantiene su intriga hasta el final porque la magia del amor no tiene porque ser predecible.  

De ellos, los arriba seguramente mal nombrados palmeros porque qué haríamos sin la candidez de Stewart y la elegancia truhanesca de Grant,  la cinta quedaría coja,  falta de un dialogo entre el ying y el yang que te hace explotar el cerebro cuando se enfrentan por el amor de esa mujer, la fiera de nuestra niña, la que no permite que decidan por ella pero sí decide por todos. Verlo es increíble.  

Os la recomiendo, leales amigos. 


Por Víctor Garijo Serrano  

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