28 DICIEMBRE
LA NOVELISTA Y SU PELÍCULA
Ficha IMDB |
Un mundo de cine por descubrir
Su director, Brad Anderson, orquestó, contando con el genio de Roque Baños —música acojonante—, Xavi Giménez —fotografía impactante— y Scott Kosar —al frente del guión, ¡y qué guión señores y señoras!—, un thriller psicológico que, jugando con el surrealismo, —¡y con nosotros mismos!—, nos conduce por el incomprensible mundo de Trevor Reznick suministrándonos recuerdos o fantasías, ¿quizás vivencias actuales? que hasta el final no sabremos distinguir e hilar, y como buen narrador ejecuta una metáfora entre la maquinaria, trasto problemático por el que Trevor —como beligerante sindicalista se enfrentaba a sus jefes—, con su estado mental. Uno tan terrible que lo aboca al infierno, y mientras nos enfrentamos al porqué queremos saber el qué, y rozando la paranoia tanto como él, el film nos sacude. Nos hace dudar de todo y hasta del nunca mal pensado Trevor. Ay, amigos, la psique como nos devora cuando un problema se convierte en pesadilla, y en esto El maquinista me recuerda tanto pero tanto a El club de la lucha que si os gustó la segunda véosla aunque solo sea porque es una cinta de culto y Bale está de Oscar.
Por Víctor Garijo Serrano
Era 1995 y David Fincher —director curtidísimo en videoclips pero casi un recién llegado al largometraje— nos regala una cinta que es el punto de partida del thriller actual. Una policiaca pop que por fin, aunque ya en El silencio de los corderos se diera el caso, nos pone en bandeja de plata el miedo. Pero no servido entre arcadas, que oye, si sois de estomago sensible no os voy a negar que haya escenas que no os las produzcan. Pero, en este caso, amigos, con coco, con mesura, con inteligencia, dándonos un villano sutil, inquietante, odiable —por supuesto— pero de discurso desarrollado porque el terror de verdad entra por la mente. Cuando te lo presentan con su camisa, su corbata, sus zapatos limpios y su verborrea caballerosa, y te lo enfrentan a dos policías —excelentes los Freeman, Pitt y compañía— con sus cicatrices e ilusiones respectivamente, con los que empatizas porque cuándo no es el día que viendo los telediarios no sientes que la vida es una mierda.
Y recuperando a Fincher, como a todo su equipo de guión, música, fotografía —los A. K. Walker, H. Shore y D. Khondji— gracias por auparla a la categoría de obra maestra en su género —al que aportan con sumo gusto de acción tan bien tratada que te encoges—, habiéndole dado el ritmo, el tono; las dosis de asfixia, de dolor, y de amor porque escuchad qué hay mas terrorífico que poder perder la vida de quien más amas en nombre de Dios, ¿pero en serio?
Vedla y odiareis —o quizás no— los días de lluvia.
Por Víctor Garijo Serrano
El próximo 6 de octubre, coincidiendo con la celebración del Día del Cine Español, tendrá lugar la primera edición de Madrid Proyecta. Este evento tiene como fin acercar el talento del cine español a la ciudadanía. En total se proyectarán, al aire libre y de manera gratuita, cinco cortometrajes desde 1915 hasta la actualidad en siete pantallas repartidas en cuatro distritos de la capital y dos municipios de la comunidad: Centro (Plaza de Callao y Plaza Santo Domingo), Tetuán (Plaza Canal de Isabel II), Carabanchel (Plaza de Oporto), Moratalaz (Plaza de las Artes) y otros dos municipios madrileños, aún por confirmar. El horario de las proyecciones será de 18:30h a 22:30h excepto en la Plaza de Callao (pantalla de 100m2 de los Cines Callao), donde será de 17:00h a 18:00h. Precisamente, la plaza de Callao es la más transitada de España con 150 millones de visitantes al año.
*Nota de prensa
La octava edición del Foro de Desarrollo y Coproducción Internacional Ventana CineMad tendrá lugar el 5 y 6 de octubre en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Durante estos días, los 16 proyectos seleccionados harán sus presentaciones en formato pitch aplicando el conocimiento adquirido durante el primer ciclo del programa de formación Laboratorio CineMad ya realizado. Las acreditaciones profesionales para asistir gratuitamente aún están disponibles en www.ventanacinemad.com
Estas palabras me las acabo de sacar de la manga, ¿pero qué es magia sino el ingrediente máximo de esta película?. Un mediometraje de treinta y cinco minutos que ese mismo año ganó un Oscar al mejor guión y al año siguiente se colocó en el Top de las mejores películas extranjeras para la National Board of Review y fue nominada en la categoría de mejor película extranjera por el Circulo de Críticos de New York. ¡Ahí es nada, amigos!
Estamos en una ciudad de Francia. La pobreza y el desanimo lo impregnan todo. Vemos a un niño —revoltoso, se deduce, pero muy perspicaz— que va camino del colegio. Viste de gris, arrastra una cartera que pesará más que él y libera un globo que se encuentra atado a una farola. Decide no separase de él, lo convierte en su compañero. Ha de subir al autobús pero cuando le niegan el acceso por no querer desprenderse de él, decide ir a pie. Y corre, corre hasta llegar a la escuela. Cumple su deber y regresa a casa, está contento, tiene un amigo. Su único amigo. Un amigo rojo y que dan ganas de comértelo porque reluce con el brillo de una piruleta.
¿De dónde sacaría Lamorisse padre un globo tan brillante que es la metáfora de la ilusión así como el objeto —palabra más desacertada no hay— para desencadenar la crueldad? De dónde porque os recuerdo que es 1956, y cómo porque, qué final, por favor. Sí, sin apenas diálogos, tiene el desenlace más bello del planetario cinematográfico.
¡Vedla!
Por Víctor Garijo Serrano
Si rascásemos podríamos encontrarle semejanzas con Casablanca: sendas historias se mueven en torno a la cruenta batalla contra el fascismo, —Hitler es el enemigo a batir— y encuentran en el norte de África —no totalmente la película protagonizada por Harrison Ford— el escenario para lidiar contra los hombres del Führer, ridiculizándolos en ambas. No obstante, las aventuras de Indiana Jones, y En busca del arca perdida en concreto, lindan más con la comedia y la fantasía que la de Michael Curtiz —cinta más bien encasillable en el género dramático con texturas a romance— pese a esos duelos entorno a la política que nos alborotan y en los que Rick quiere convencernos de lo duro que es.
Pero volviendo a En busca del arca perdida que, cuenta con las dosis perfectas de acción —desde el principio y conduciéndonos a través de las selvas de Sudamérica donde el protagonista no acaba nada bien una misión—, amor —que nunca le falte al héroe una chica tan dura como él— y misterio, porque ¿qué secretos ocultan las Tablas de la Ley que Dios entregó a Moisés para que todo un batallón de nazis las busquen?, no se le podía pedir nada más. ¡Pero entonces llegó el colmo de nuestro gozo con la banda sonora compuesta por John Williams y, la película se convirtió en franquicia, y la franquicia en leyenda y todos caímos rendidos a los pies de Indiana Jones, nuestro arqueólogo de cabecera!
¡No os la perdáis, amigos, o mejor todavía: difundirla entre las nuevas generaciones!
Por Víctor Garijo Serrano
Al nonagenario Clint Eastwood no le tiembla el pulso, y como cineasta curtido en mil batallas a la historia de Richard Jewell (2019) le supo sacar el máximo jugo. Como ya hiciera con Sully y El intercambio, en la cinta de hoy, sabe bucear en las aguas turbulentas de basados en hechos reales llevando al ávido espectador por el sombrío camino de la duda y la sospecha, dejándolo caer en la maravillosa perplejidad en el momento justo.
Durante los festejos por los Juegos Olímpicos de Atlanta una serie de atentados a lo largo y ancho del país ponen en jaque al FBI al tiempo que, en una pequeña familia el único hijo de una señora que no ha sido precisamente bendecida por la vida, pelea y patalea por ser respetado como agente de seguridad mientras, las mofas son su pan de cada día. Y he aquí la presentación de los dos ingredientes principales para una de las mejores películas del cineasta (en cuanto y en tanto a su década respecta) porque con Richard Jewell tenemos un caso policial llevado al extremo de lo humano poniendo, aparte, el foco en las malas artes de los federales por cerrar un caso que, como mínimo, les quema, y en el camino haciéndonos dudar de la bondad de Jewell, la que sabemos que existe pero por qué iba a ser oro todo lo que reluce. ¿Por qué? No lo sé, pero una semana después de haberla visto todavía me escama.
Ale, ya tenéis tarea para este fin de semana.
Por Víctor Garijo Serrano
Por David Sancho
En 1940 George Cukor nos regaló una de las mejores comedias románticas que el público recuerda. Divertida, revolucionaria, inteligente, mordaz, simpática, a veces sexy, y brillante en su realización es deliciosa.
Siempre fascinante en su papel de mujer rebelde Katharine Hepburn, adelantada a su tiempo, no solo de fuerte carácter sino indómita, nos empuja para acá y para allá en una fantasía de amoríos mientras, uno inocente desde la butaca de casa, apuesta por con cuál de los dos protagonistas masculinos terminará casándose, despejando la incógnita del prometido soso de una patada porque sería lo fácil, lo correcto, aquello que sus padres y la sociedad aprueban en una chica de bien. ¿Pero estamos ante una chica de bien? ¡No! ¡Ella quiere ser quien decida su futuro! ¿Y en aquellos tiempos qué pintaba una mujer poniendo voz a su vida?
Los otros dos pilares de la función son Cary Grant y James Stewart, conductores excelsos del comportamiento alocado de Hepburn; sus dos palmeros de honor en una comedia que es un enredo muy bien orquestado y que, oh, sí, hasta mantiene su intriga hasta el final porque la magia del amor no tiene porque ser predecible.
De ellos, los arriba seguramente mal nombrados palmeros porque qué haríamos sin la candidez de Stewart y la elegancia truhanesca de Grant, la cinta quedaría coja, falta de un dialogo entre el ying y el yang que te hace explotar el cerebro cuando se enfrentan por el amor de esa mujer, la fiera de nuestra niña, la que no permite que decidan por ella pero sí decide por todos. Verlo es increíble.
Os la recomiendo, leales amigos.
Por Víctor Garijo Serrano
8/10
Dirección: Carla Simón.
Intérpretes: Jordi Pujol Dolcet, Anna Otín, Xenia Roset, Albert Bosch Ainet Jounou, Josep Abad, Montse Oró, Carles Cabós, Berta Pipó.
Guión: Carla Simón y Arnau Vilaró.
Música original: Andrea Koch.
Fotografía: Daniela Cajías.
Montaje: Ana Pfaf.
Idioma: Catalán.
Duración: 120 minutos.
Alcarràs contra el mundo
Por David Sancho
¿Acaso no estamos hartos de vivir en una sociedad infantilizada donde todo es almidonado por la sombra de lo políticamente correcto? ¿Quién de vosotros no ha hecho sudar la tarjeta de crédito pagando objetos que no necesitaba por sentirse mejor, por recompensarse, por yo qué sé qué envidias? Todos lo hemos hecho, y aquí, en esta película devastadora, el personaje de Edward Norton (el narrador) nos lo vocifera —¡y de formas tan distintas!— mientras que, el personaje de Brad Pitt (Tyler Durden), nos recrimina lo vacías que están nuestras vidas aunque las llenemos de muebles de diseño, porque, llevada al límite, esta cinta que, adapta una novela de Chuck Palahniuk, es toda una señora bronca a nuestra actitud de títeres. ¿Vomitiva? Qué va, una cinta de culto que echa mano de la obscenidad, de los puñetazos pero, hasta certera —tanto en su esencia como en su envoltorio, sucio pese a un protagonista que fabrica jabón; válgame la paradoja—. ¿No es verdad que embargamos nuestras vidas para comprarnos un coche más rápido que el del vecino trabajando en oficios o con jefes que detestamos? Ah, sí. ¿Y no es verdad que somos la generación con más enfermedades mentales silenciadas? Ah, sí. Dura, cruel, sanguinaria pero también estremecedora porque ¿acaso no es la soledad del narrador nuestra misma compañera de viaje? ¿No vivimos en un club de la lucha donde, pringados hasta las cejas, nos matamos por el mejor empleo, el que nos pague los míseros medicamentos que consumimos en silencio y totalmente avergonzados mientras cumplimos años y perdemos amistades? Pues eso, filosofía a golpes: joya del séptimo arte.
La imagen, esa que os mecerá al lado oscuro, corre a cargo de Jeff Cronenweth; la banda sonora, maravillosa nana mecedora es de The Dust Brothers, Michael Simpson y John King.
Vérosla pronto, y flipad.
Por Víctor Garijo Serrano