Por Paulo Campos
In Between Dying (Hilal Baydarov. Azerbaijan-Estados Unidos, 2020)
No es Azerbaiyán un país de referencia cinéfila, de hecho, creo que es la primera vez que veo una película de tal nacionalidad y eso siempre mola. En este caso, tampoco Baydarov es un cineasta con carrera en el extranjero más allá de los cuatro festivales minoritarios. Aún así esta película se coló este año en la sección oficial del Festival de Venecia y, aunque no estuvo en el palmarés oficial, sí cosechó grandes críticas entre los periodistas con las gafas más gordas allí presentes.
Vamos a ver si consigo haceros una idea de lo que va esta película: Davud (Orkhan Iskandarli) es un desgraciado y desagradecido joven que, por no cuidar a su madre enferma, se va con su novia a tomar el aire. Allí se enfrenta con un hombre en una pelea y accidentalmente, o no, lo mata. Desde entonces se verá perseguido por una extraña mafia local de Bakú y en su huida se enfrentará con un cuadro de situaciones (en todos los sentidos, en el de un ramillete de situaciones y en cuadro de comedor como una catedral) que siempre terminan con muerte, aunque de forma indirecta ocasionadas por él.
Asistimos pues a un verdadero viaje metafísico en busca de una estabilidad vital y en el amor que le es esquiva al pobre tipo todas las veces, que aún siendo un gran guiñol sirve para que cambie su planteamiento familiar y su viaje le sirva para aprender la lección. Ojo cuidao, lo bien que me he explicado, porque sí, es una película snob como pocas, de esas en las que los dos actores desaparecen entre la niebla de un páramo en una secuencia de 5 minutos.
¿Pero entonces, mola o no? Pues mira, no se me ruborizan mis lustrosos mofletes si digo que es una de las películas que más me han gustado del Festival de Toronto. Sobre todo porque tiene, y aquí viene en twist final de la crítica, un acidísimo sentido del humor. Los perseguidores y sus absurdas conversaciones telefónicas con el jefe mafioso, la mala suerte hecha encuentros con gente chunga, el cambio sin razón aparente del coche de los inútiles esbirros. Y es ahí donde la película es diferente y merecedora de alabanza.
Así pues, si la sociedad azerí es divorra lo es también aquí poniendo a la misma actriz en tres papeles diferentes, y dejándonos con una película a la que acercarse con el cuidado de un espeleólogo a una gruta ignota, pero con las ganas de pasar un buen rato entre que te pones y te quitas la pasmina y las gafas.
Kitoboy (Philipp Yuryev. Rusia-Polonia-Bélgica, 2020)
Siempre me han atraído las películas en las que aflora el sentido del humor de las situaciones más inesperadas. Hace poco comentaba lo que me había gustado la película Gaza mon amour precisamente por presentar situaciones cómicas donde otros podrían ver, seguramente, una tragedia. Es por eso que esta pequeñísima película rusa aparece en un hipotético top de lo que he visto en este Festival de Toronto.
La sinopsis es tan sencilla como imposible. Un chaval, confinado a trabajar como pescador de ballenas en el Estrecho de Bering (allí por el quinto carallo, básicamente) se enamora de una chica que se dedica a los shows sexuales por internet, tipo “chicas caliente por tu zona”. Lo que pasa que la zona le queda un poco a desmano, porque la muchacha está en Detroit.
Ya el punto de partida es marciano, pero es que además el chaval protagonista y su mejor amigo son dos gañanacos de tomo y lomo. Sus juegos se limitan a poner la moto a todo lo que da y a jugar a darse de hostias. Bueno, sé de muchos que su mente no da para mucho más viviendo por aquí cerca también. Pero vamos, que la idea loca de ver una película aquí es estupenda.
La película es extremadamente pequeña, estuvo en una sección paralela en Venecia 2020 y busca encajar en un mercado donde lo tiene difícil, pero con un punto de partida muy bueno (la escena donde toda la cuadrilla de rudos pescadores se planta delante del ordenador para ver el show de la stripper es coñerísima) debe ser motivo para que esta película se vea. Yo os la recomendaré, pese a ser consciente de que no es un humor para todos y no a todos interesará más allá de la anécdota de esa primera parte. Cuño Paulo para la peli, voy a patentarlo.
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