Por Paulo Campos
Never Gonna Snow Again de Malgorzata Szumoswka & Michel Englert. Polonia-Alemania, 2020)
Szumowska se convirtió en unos pocos años en la niña bonita del cine polaco con películas que se pasearon por festivales de toda Europa, dejando a los gafapastas atornillaos, como si nunca hubieran visto una película (puede que así fuera). Títulos como Mug o Cuerpo hicieron las delicias de esos críticos a los que les gusta que no se les entienda nada, como el profesor que suspendía a todo el mundo para demostrar lo buen profesor que era. Dicho esto, ¿y lo que me ha gustado a mí esta película? ¿Ya tengo que ir cambiando mi manera de redactar para que me contraten en Fotogramas y que la gente sólo entienda si me gustó o no por el número de estrellitas que le pongo?
El resumen de la película es un chaval ucraniano, concretamente vecino de Chernobyl, que sin duda nos suena por su bonita alfarería, quiere trabajar en Polonia y lo hace como masajista llegando a una urbanización de la clase media rica del país. Allí se mezclará de forma lynchiana denuncia social, toques fantásticos y tragicomedia familiar. Un poco presentar una forma más oscura y diferente para demostrar lo tontos que nos ponemos cuando tenemos un poco de dinero en el peto.
Una película muy “bonita” de ver, por su fotografía y su diseño de producción, que deja en el aire más preguntas que soluciones. De hecho, en ningún momento sabemos gran cosa del protagonista, un keatoniano Alec Utgoff a quien vimos de ruso en Stranger Things, que pese a apenas gesticular se mete la peli en el bolsillo con un callado carisma. También como madre de familia encontramos a Agata Kulesza (Wanda en Ida o la prota de Cold War), que viene a ser como la Penélope polaca, más o menos.
Polonia la ha seleccionado para el Oscar internacional. Y ojo no le vuelva a salir bien la jugada, porque es lo suficientemente de autor y lo suficientemente comercial para entrar entre las diez preseleccionadas.
La nuit des rois (Philippe Lacôte. Francia-Canadá-Costa de Marfil, 2020)
Una película llegada de Costa de Marfil siempre es un motivo exótico para ir a verla, debido a que en pocas ocasiones podemos hacerlo. Vale que la producción francesa que aparece por detrás es determinante, pero sí estamos ante un producto netamente del país africano. ¿Por qué lo digo? ¿Soy ahora experto en tradición marfileña? Pues evidentemente sí, claro. Pero por todo lo que nos cuenta y de la forma en que lo hace.
Sí que es cierto que la película se nos hace un poco cuesta arriba en cuanto a la forma en que lo cuenta y en el cómo lo cuenta. Es básicamente una película entre las paredes de una cárcel, la MACA, como un poligonera almeriense, tal cual, atestada de gente que se dedica a celebrar extraños ritos carcelarios. Como es nombrar a un recién llegado como el elegido para contar una historia que haga que sale su vida mientras el “jefe” de la cárcel debe de terminar con su vida al saberse enfermo. Vamos, lo normal.
Pues lo que cuenta está claro. Pero más importante es cómo la cuenta, coreográfica manera de contar historias, teatralizando sus palabras un grupo de prisioneros peligrosísimos, que ves como en grupos se dedican a poner forma a las palabras del muchacho. Además, la labor de dirección no se limita a ello, adquiere valor el recurso de utilizar las paredes de la prisión como marco al texto, aprovecha los colores de camisetas y pasillos. Un derroche visual donde reina la oscuridad.
Finalmente te das cuenta de que la riqueza de lo que estás viendo es la idea de mantener y dar importancia a la tradición oral del país. Historias de siempre, de príncipes y soldados imaginarios (una historia que la presenta fuera de la prisión, que quizá funciona un poco regulero) y finalmente pone en valor lo suyo y creo que es aquí donde verdaderamente la película se hace única. ¿Difícil de ver? Sí ¿Merece la pena? Pues creo que también, más por la experiencia de acercarnos a un folclore extraño desde un punto de vista tan escondido y recóndito.
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