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viernes, 6 de septiembre de 2019

Crónicas: Venecia 2019 (VIII)


Por Paulo Campos

Sin vergüenza alguna, los programadores del Festival colocan las películas, a priori, menos atractivas en la segunda semana del evento. Saben que muchos de los que vienen lo hacen por un tiempo limitado, y claro, concentran todos los fuegos artificiales en las primeras jornadas para así acaparar trendings, noticias y generar el flujo de publicidad que desean. Sólo esa es la explicación de meter juntas en una mañana a Ad Astra o Marriage Story y dejar para otra Saturday Fiction y Babyteeh. Supongo que mandará -como en todo- la pasta, claro. Por lo demás, el telón a esta edición ha empezado a caer, porque aunque quedan dos jornadas, la afluencia en salas y la expectación por lo que viene ha desaparecido en progresión geométrica desde el lunes. Pero aquí sigo yo, al pie del cañón, viendo películas o lo que sean algunas de las que se pasean en trajes de gala por aquí.



Lan xin da ju yuan (Saturday Fiction) (Lou Ye. China, 2019)
Sección Oficial

Gong Li es la estrella de la película, del cine chino y de la vida en general. Esos paseos por la alfombra roja, por la que parece que flota, indican que ella misma se cree la estrella que es y hace gala de ello. Los demás somos sus súbditos, y el día gira entorno a ella. No hay más. Mientras tanto, presentó esta película ambientada en el Shangai de 1941, una tierra de nadie en medio de las batallas entre China y Japón. Tierra propicia para el espionaje europeo, tanto ingles como francés, donde se desarrolla esta historia de una actriz que vuelve a la isla para una nueva representación teatral. O acaso tendrá que ver con la liberación de su ex-marido preso. O incluso podría tratarse de una artimaña de su país por una misión de alto espionaje. ¿Os he liado? Pues bienvenidos a la primera hora de la película.

Con más ganas que acierto, Lou Ye dirige muy bien y nos involucra en ese populoso en distintas nacionalidades Shangai prebélico. La fotografía en blanco y negro y la decoración dan la factura técnica de primer orden que eleva la película, pero sin embargo, el argumento algo farragoso y complicado de seguir de la primera mitad, vuelve a bajar enteros el valor de la película. La segunda parte, ya como película de espías más clásica, con su acción bien entendida, aunque siga mezclando cine dentro de la realidad, hace que el conjunto consiga un aprobado holgado.

Las interpretaciones son muy correctas, aunque claro, todas ellas son una comparsa de Gong Li, a la que los años le sientan genial y no ha perdido un ápice de presencia en pantalla. Al contrario, su carisma, belleza e interpretación gestual es para ponerle un piso, ya sea en Shangai o en Alcalá. En fin, que una película digna de figurar en la sección oficial de un festival, pero a la que le falta un par de vueltas de escritura para merecer aspirar a premio final.

Babyteeth (Shannon Murphy. Australia-Estados Unidos, 2019)
Sección Oficial

No son muchas las ocasiones en que una ópera prima se cuela en las secciones oficiales de festivales del nivel de Venecia, además es mucho más raro (y denunciable) que la dirección corra a cargo de una mujer. Pues la australiana Babyteeh consigue aunar los dos factores, y de ahí que fuera una de las más esperadas de la segunda parte del Festival (sin comparar con las bombas de los primeros días). Finalmente ha resultado un punto decepcionante para la crítica, que no ha recibido con entusiasmo una película que quizá encajara mejor en un festival americano con ínfulas indies.

La historia es sencilla, nos cuenta el devenir de una adolescente enferma terminal (no es spoiler) y de cómo afronta la dualidad de su vida, la enfermedad y la adolescencia. Sus padres, comprensivos y cuidadosos, ven con horror cómo se va a prendar de un camello de poca monta con una vida desordenada que poco a poco irá abriéndoles los ojos y dando la lección de que el amor no se controla y no se elige. Suena cursi, y sí, la película lo es.

¿Me gustó? Diré que si, lo mismo que me puede haber gustado Bajo la misma estrella (de hecho podría ser la misma película), pero es verdad que esa narración en secuencias tituladas, y una modernidad en la dirección que, a veces, es un poco barata (todo hay que decirlo), hacen que sea un pequeño guilty pleasure. Porque no es una gran película, pero es que todo es tan cuqui que se pega la moñez y acabas en las redes de una historia con final anunciado que no rechaza la emoción facilona, ni la medio sonrisa barata. Eso es no avergonzarse de lo que quieres conseguir, y vas a por ello a cualquier precio. Vale que las decisiones de la directora sobre cómo mantener en la historia al chico son un poco "extravagantes", pero mira, el rato idiota que me ha hecho pasar lo perdona.

Si algo destaca, no es la dirección, esta claro. Más bien, las interpretaciones están dos pasos por encima, empezando por la protagonista Eliza Scanlen (pronto Beth en Little Women) protagonizando con todos los honores la historia y marcándose una interpretación que le traerá alegrías. Secundada de forma impecable por Ben Mendelsohn y Essie Davis (que gran actriz) y por el joven Toby Wallace, que pese a tener un personaje algo cliché, consigue sacarle partido.

Alberto Barbera dijo en la presentación de la programación que ojito con esta película, pero vemos que puede que el jurado le haga caso (él es el que manda). Aunque no creo que la crítica le deje salir con vida a un premio gordo de esta película. Se masca la tragedia.

Atlantis (Valentyn Vasyanovych. Ucrania, 2019)
Orizzonti

La sección paralela a la oficial, Orizzonti, sigue su curso. Y pese a que no está teniendo un nivel muy allá, me gustan las películas que propone por su variación geográfica y estilística. Esta vez tocaba una película ucraniana ambientada en un futuro inminente, donde la guerra terminó hace pocos meses y los soldados se encuentran en una momento vital de incógnita. No saben qué hacer con sus vidas y las secuelas de la guerra hacen mella en su cabeza. En estas tenemos a nuestro protagonista, que después de intentar varios trabajos, se une a los Tulipanes negros, quienes se dedican a recuperar cadáveres de fosas comunes, entendiendo al fin su papel post bélico.

Al grano, me ha encantado, me parece la mejor película que se ha visto en la sección. Digo ya que no es una película fácil, porque se compone de planos secuencia con cámara prácticamente fija y centrada sobre la que se desarrolla toda la acción en ese plano medio. Una decisión de estilo que acaba por ser la mejor idea para la película. Lo actores acompañan, se muestran participantes de la idea y cumplen con su labor de recreación de la historia. Una gozada ver la puesta en escena, la labor de dirección de alguien que tiene muy claro lo que quiere enseñar y, en cierta medida, un recurso Roy Andersson aprovechado hasta el infinito.

No se venderá demasiado, pero si hay una joyita a recuperar en esta edición del Festival es esta. Recordad su nombre Valentyn Vasyanovych. Debería dar que hablar.

Moffie (Oliver Hermanus. Sudáfrica-Reino Unido, 2019)
Orizzonti

Basada en una novela autobiográfica de André-Carl van der Merwe llega desde Sudáfrica una de las competidoras en la sección Orizzonti. Narra la historia de cómo en los ochenta se decidió por parte del Gobierno del Apartheid instaurar un servicio militar obligatorio a los mayores de 16 años. Allí se les convencía de que eran los jefes, superiores y había que ir a por el diferente, siempre tildado de comunista, claro. Allí se presenta el muchacho protagonista, y bueno, como tiene que haber película, pues resulta que el chaval (además de no estar muy convencido de los ideales) es homosexual. Con lo cual tenemos la película hecha.

No, no me ha gustado. Y todo porque tanto el entrenamiento militar -con esos superiores que veja, gritan y apodan a sus tropas de la manera más dañina posible- está más que visto en pantalla, como el tratamiento que da de la homosexualidad parece más de hace 25 años que de estos tiempos. En fin, que la historia prometía más, pero se queda en una de las muchas que hemos visto a lo largo de cientos de películas. Además, y esto ya es más personal si cabe, no podía de dejar de estar viendo a Rafa Nadal protagonizando la película. Y es que el actor principal, Kai Luke Brummer, se da más que un aire con el tenista. Imaginaos lo metido que podía estar yo en la película pensando estas chorradas mientras se proyectaba.

Gloria Mundi (Robert Guédiguian. Francia, 2019)
Sección Oficial

El cineasta francés vuelve al terreno que mejor conoce, los barrios obreros de Francia, donde la crisis es permanente, tanto la económica, familiar, de valores, … para presentarnos a una familia que, pese a la reciente llegada de un bebé, no puede tener más mala suerte, deudas... Empleos precarios hacen de abuelos, padres y tíos un núcleo familiar disfuncional en horas bajas que encima recibe a un miembro más, recién salido de la cárcel. Todos son dramas, falta de dinero, decepciones por lo poco que se ha conseguido, como dicen en la película “somos unos don nadie”. Es ahí donde Guédiguian mejor se desenvuelve, muestra su compromiso (las escenas de los piquetes) y marca su sello.

Todo lo anterior está bien, pero necesito más, y sobre todo para un festival de estas características. La película se ve muy bien, los actores están correctos. Son la familia Guédiguian, con Arianne Ascaride al frente, pero es que aporta tan poco en la sección oficial que corre el peligro de pasar totalmente desapercibida una vez haya acabado el festival, si finalmente no consigue premio alguno.

El espectador con ganas de cine francés se verá recompensado por lo que mejor saben hacer, el crear cine social pareciendo que hacen otra cosa. En esto la maquinaria la tienen bien engrasada y es poner el piloto automático, porque alma, lo que se dice alma, falta por todas partes.

Hasta aquí mi crónica del día. Ahora vaporetto y prepararme mentalmente para mañana, que a primerísima hora toca película río portuguesa de tres horitas. Y acordarme de un jersey para mañana, porque el frío del puto aire acondicionado en las salas es matador. 

*Nota para Venezia 77: traer batamanta

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