Por Paulo Campos
La primera semana de Festival ha pasado y aún resuena en las conversaciones mañaneras por el Lido la sensación de haber sobrevivido a la película checa The Painted Bird. Escuchas palabras obvias, como “provocación”, “fotografía”, “Too much” (y no precisamente por la peli de Trueba). En fin, que parece que fue un pase movidito y que dio lo que esperaba: conversación, aunque sea para mal. No hay tanta expectación, sin embargo, por Egoyan ni Andersson. Por lo que de traer algo decente van a recoger la aspiración dejada por Marhoul y puede auparlas en la “clasificación” de esta edición.
Om det oändliga /About Endlessness (Roy Andersson. Suecia, 2019)
Sección Oficial
Om det oändliga /About Endlessness) de Roy Andersson
Cinco años después de ganar el León de Oro con la genial Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia, Roy Andersson regresa al Lido para seguir mostrando ese lado divertido, ácido y absurdo de la sociedad sueca, nórdica y, por extensión, de todos los habitantes del planeta. ¿Qué pensamos cuando hablamos del infinito? ¿Con qué tipo de pasajes diarios nos quedaríamos si tenemos que reflexionar sobre lo que es la vida? Andersson nos propone hacerlo por nosotros, todo lo que él ve lo sentimos nosotros, lo vivimos nosotros, lo podemos tener nosotros.
Dispuesto a reírse, el público de Darsena acompañaba con risas los sketches que nos presenta en esta película el director sueco. Para los no iniciados en su cine decir que no hay apenas hilo narrativo, se tratan de secuencias de mayor o menor duración en las que la cámara, fija y encuadre estilístico se fija en una situación cotidiana, absurda o especial, que hace al director detener su mirada en ellas. No hay más. Algunas son mejores que otras, otras son divertidas, otras no ocasionan sensación alguna, pero así es la reflexión, así entiende la vida Don Roy Andersson.
De como siempre una dirección artística absolutamente maravillosa crea auténticos cuadros vivientes, en todo los sentidos, para hacernos disfrutar del absurdo, del absurdo de la vida y del absurdo del cine. Pasen y vean, señores, esto es alguien con voz propia diciendo lo que le viene en gana y encima le sale bien. Tanto como para un segundo León quizá no, la paloma está un escalón por encima, pero quienes disfrutamos de este cine nos lo pasamos genial esta mañana
Sección Oficial
No sé donde estará el fondo de Egoyan, pero desde luego que está luchando con garra por conseguir hacer de su cine un producto indiferente, innecesario y donde cuesta reconocer aquel director excelso que nos regalo Exótica y, sobre todo, la que a este paso será su única obra maestra: The Sweet Hereafter. Porque para hacer un top tres de este hombre me falta película para rellenarlo. Desde luego, con este invitado de honor tampoco lo va a conseguir.
Veamos, la historia se basa en la relación de un padre con su hija, ella encarcelada por un delito del que el padre quiere averiguar su veracidad; pero pasa a centrarse en el pasado, en cómo un padre puede condicionar los comportamientos de su hija a años vista. No os dejéis engañar, no es una película de investigación, es un drama familiar al uso, con poca imaginación cinematográfica, que plantea las diferentes caras de una moneda al aire que gira, gira, gira para caer de canto. Una película de mediodía que revela la falta de brío por el que está pasando el director canadiense.
Ni un profesional David Thewlis consigue imprimir a su personaje interés, más allá de puntos perdidos en su carácter. Su trabajo como inspector de sanidad en restaurantes se convierte en la mejor parte de una trama donde apenas tiene interés este punto, porque la relación con la hija, su mujer y demás familia no consigue captar mi atención por muy rebuscado que acabe siendo tamaño culebrón.
Una resbalón de la sección oficial, que incluye esta película por el otrora nombre de Egoyan. Porque hay cientos de películas que, aún dividiendo, resultarían mucho más atractivas que una drama al uso sin más originalidad que el punto anterior del personaje principal. Vaya.
Blanco en blanco (Théo Court. Chile-España-Francia-Alemania, 2019)
Orizzonti
Este martes también era el turno, en la sección Orizzonti, de la segunda película española que se pasaba por la Mostra. Se trata de una coproducción chileno-canaria dirigida por el español, de padres chilenos, Théo Court. Llegaba a competición con el aval que supone tener como protagonista de tu película a Alfredo Castro, que hace unos años ayudó, y mucho, a que Desde allá fuera León de Oro. Por lo tanto, había expectación por lo que podría aportar la película, y más cuando la cinematografía chilena es una de las que lleva acaparando protagonismo estos últimos años.
La visión que el director tuvo de fotos que recogían un genocidio indígena en Tierra del Fuego le sirvieron de inspiración, junto con algunos relatos de Lewis Carroll; para escribir la historia de un fotógrafo que, acostumbrado a recoger con su cámara la belleza, se ve encarcelado -metafórica y físicamente- en una hacienda. Para evitar robos allí, lo más fácil es exterminar a los indígenas, en lugar de controlar que no roben en las tierras donde hasta hacía dos días campaban libres. Todo ello con el buen oficio de Castro, que aporta misterio, poso y serenidad a un personaje ambiguo que debe adaptarse a las circunstancias que le impone una figura permanentemente vigilante, pero sin rostro ni cuerpo: el dueño de la hacienda, el omnipresente Mr. Porter.
Como si fuera una fotografía antigua, de esas que había que esperar minutos sin moverse para que saliera, Court juega con ese tiempo con el espectador. Le obliga a detenerse, a esperar, a experimentar con el tiempo, para conseguir finalmente que de una fotografía inocente de una novia se revele una del horror que supone las matanzas indígenas. Como no, la fotografía de la película, el estudio de los espacios y el diseño de producción están muy cuidados. Y mención especial para la música del gran Jonay Armas, un artistazo con mayúsculas, que con su creación subraya la contradicción entre la opresión que sufre el protagonista con la aparente paz del bucólico paisaje, entre la Pampa y Canarias haciendo de sosias físico de esa tierra.
A la salida se escuchaba tildar la película de demasiado hecha para festival. Es verdad que requiere el esfuerzo del espectador, que no va a seguir la estela en taquilla de Santiago Segura, pero sí se debe valorar el esfuerzo de Court por aportar su granito de arena en la denuncia de este tipo de crímenes, y hacerlo de la forma en la que lo ha hecho.
Metri shesh va nim (Just 6.5) (Saeed Roustayi. Irán, 2019)
Orizzonti
El título inglés hace referencia al número de toxicómanos que en un breve período de tiempo se contaban en Irán, ese país donde parecía que no había ese tipo de problema por las noticias que nos llegan a occidente, pero que es una auténtica realidad silenciada. Ya por ese punto de partida la película persa tenía toda mi atención, porque era una condición de una cinematografía generalmente preocupada por otras temáticas que tenía ganas de conocer. Así que por ese lado, el pase de la película en la sección Orizzonti tenía un punto a favor de inicio.
Cuando no tienes muchos medios para rodar, es decir, que tu presupuesto son cuatro duros, o procuras evitar exteriores y te centras en personajes, o bien optas -como Roustavi- por aportar garra y rodar de forma rítmica y casi sudorosa todas tus secuencias para aportar así adrenalina que te haga olvidar la falta de medios. Desde luego que esta historia de unos policías antidroga y de detención de uno de los mayores vendedores de droga de la zona y de su posterior paso por las cárceles de la comisaría en busca de pruebas para incriminarlo unos y la forma de salir indemne del trance de otros, aportó un punto diferente en la sección.
Lo malo es que el río de palabras que suelta cada intérprete y el concurso aparente por ver quién grita más, hacen que la película agobie un poco en ese sentido y dé demasiadas vueltas a un argumento que se complica demasiado para algo que más sencillo hubiese funcionado mejor. Eso sí, el mérito todo para la dirección, desde una secuencia de inicio con persecución a pie incluida, hasta las secuencias donde se cuentan por cientos los actores que prestan sus cuerpos como objetivos policiales. El desalojo de un gueto de la droga improvisado en unas obras es de las mejores secuencias que se han visto en el Festival. No sé si finalmente habrá premio, pero si un director lo merece, es este señor.
Aplausos a actores, esforzados, aunque un pelín histriónicos en general. Por ahí está el gran pero de la dirección, en los actores, pero sin duda una de las películas a tener en cuenta en el palmarés de Orizzonti.
Ahora debería venir aquí mi crítica de Mosul, que se pasaba fuera de concurso. Pero mira, mi profesionalidad acabó ayer a las 19:00 y me pillé el vaporetto de vuelta Venecia para disfrutar de unas horas de descanso y relax, que aunque suene snob, un festival tan largo agota mentalmente y mañana tengo que estar perfecto para que me vea Gong Li. Oye, que igual me caso.
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