The Dead Don't Die (Suecia-Estados Unidos, 2019).
Dirección y guión: Jim Jarmusch.
Intérpretes: Bill Murray, Adam Driver, Tilda Swinton, Chloë Sevigny, Steve Buscemi.
Fotografia: Frederick Helmes.
Montaje: Affonso Gonçalves.
Idioma: Inglés.
Duración: 103 minutos.
La humanidad languidece
Por Manuel Barrero Iglesias
En el cine de zombis es casi imposible innovar. Entre la explotación 'friki' sin medida y el desembarco del mainstream, cada vez es más complicado encontrar algo de cierta originalidad. Pero en estas que llega Jim Jarmusch con sus muertos vivientes de autor, para dar un estimulante giro a los trillados caminos por los que transita un género cada vez más desgastado. Muchos defienden que estamos ante un film intrascendente, una broma simplona y sin gracia que no aporta nada. Pero no son desdeñables sus reflexiones políticas acerca de la humanidad y su deriva hacia la destrucción.
El principal rasgo diferenciador de esta propuesta es la total ausencia de tensión. Jarmusch dinamita el principio fundamental sobre el que se sustenta cualquier película de zombis: la lucha por la supervivencia. El personaje de Adam Driver no para de repetir "esto no va a acabar bien", verbalizando el destino que les espera a los personajes. Sí, hay luchas entre vivos y no vivos, pero estas carecen de la más mínima emoción. Los personajes van aceptando su muerte con resignación. Aquí el director establece un interesante paralelismo, con una humanidad que va de cabeza hacia su propia destrucción, oponiendo una resistencia endeble que todos sabemos ineficaz. Quizás no era necesario ese subrayado final en boca del personaje de Tom Waits, pero se perdona el exceso con la previa demostración de sátira inteligente.
Y para que la sátira funcione, a Jarmusch juega de forma muy hábil con sus personajes, abrazando y evitando estereotipos. La película descansa sobre los hombros de una pareja cómica brillante, Murray y Driver, que elevan a la categoría de arte la inexpresividad facial. El racista cuyo mejor chiste está en la gorra que lleva, el freak que verbaliza las referencias cinematográficas o el ermitaño gruñón van más al tópico. Mientras el director huye del mismo con el rol de Chloë Sevigny. En una época en la que parece obligado meter siempre personajes femeninos "fuertes" (a veces de manera muy forzada), Mindy es una agente de la ley que nos desarma con su vulnerabilidad. Mención aparte merece la aparición de los "hipsters" de la ciudad (de los mejores chistes del film) o el inclasificable papel de Tilda Swinton, una broma que el propio Jarmusch sabe fuera de lugar (de nuevo, verbalizado por el personaje de Driver).
Estamos ante una película de invasión zombi en la que los zombis son lo de menos. El film se disfruta más cuando se detiene en retratar a sus personajes, una nueva estampa de la América profunda, pero que va más allá y acaba siéndolo de toda una humanidad estúpida y voraz. Una comedia lánguida llena de juegos metacinematográficos, tanto con el género como con la propia obra del director. Una película que no es perfecta, que está muy lejos de pretender serlo, pero que es mucho más ingeniosa de lo que pueda parecer a simple vista.
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