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domingo, 28 de octubre de 2018

Crónicas: Seminci 2018 (III)


Por Paulo Campos


No es que sea un experto en festivales de cine, porque como quien dice, me acabo de desvirgar hace poquito, pero una cosa que tengo clara es que en este de Valladolid se da cita lo más granado del periodismo crítico de renombre de nuestro país. Como todo, en nuestro país los críticos de renombre son aquellos que alguna vez amaron el cine, puede, pero que ahora lo único que hacen es destruir películas a placer mientras se llenan las bocas o las Olivettis de críticas a jóvenes críticos que hagan lo mismo. Lo digo porque en mi vida había visto a nadie marcharse a los 2 minutos de película, y contando el paseillo a 0’00000004 kilómetros por hora que se dio desde su final a la salida. ¿En serio puede alguien tener la jeta de hacer una crítica de una película cuando no llegó ni al minuto 2 de visionado? Pues sí, y además cobrarla, y seguro que bien. Luego está ya mi querido crítico que se duerme, y ronca, en todas las películas a las que va, y que por supuesto, cobrará por ello tildando de insoportable o plomiza a la película que no vio.
Entradilla hiriente y al pan, que son las películas, que puedo asegurar que vi, desde el principio hasta el final. Es verdad que a veces no veía todos los títulos de crédito, pero me lo perdonarán. De La quietud comenté algo en Venecia, la verdad es que no me quedan ganas de volver a verla ni de decir mucho más que es un culebrón de lujo con dos buenas actrices. Donde si me voy a extender es en Utoya 22.Juli, debut de Erik Poppe que ya salió escaldado en Berlín y que ahora presenta la que para mí ha sido la peor peli del certamen. Es el “scary movie” de la de Greengrass, porque aquí cuenta a tiempo real el atentado de Noruega pero con una forma de tratar de gilipollas al espectador que tira para atrás. Pero vamos a ver, que mientras están escondidos un chaval le pide a la prota que cante una canción y se marca un “True colors” que haría girar a la silla de Malú. Tremenda pérdida de tiempo y de cómo un director quiere emocionar al espectador llamándole tonto del culo a la cara.

Tampoco tuvo mucho éxito el pase de Djon África, que se recordará en Valladolid como la que casi origina una revolución de los periodistas cuando pararon la proyección y querían ponerla otra vez. Siete muertos y 45 heridos después se vio esta búsqueda de sus raíces de un portugués que viaja a Cabo Verde y ya, la peli termina ahí, 10 minutos después de empezar y de durar hora y media mostrándonos a un tipo que no importa a nadie dando paseos por la isla. Otro bulto sospechoso de la sección oficial. Tanta cosa hizo que tuviera que sacrificar el pase de prensa de Genèse de Phillipe Lesage y comprarme una entrada de público para verla alas 22:30 de la noche. Y bueno, tiene sus cosas, porque son tres historias de iniciación a la sexualidad de tres adolescentes. Dos historias que se entrelazan, y una tercera que queda para el final a modo de corto. No es que esté mal sino que a pesar del cariño del director por los personajes, dice que son autobiográficos, están algo manidas las historias. Vamos, que me gustó y no me gustó, porque podría ser mejor la base para un tratamiento original.
Mejor fue el día siguiente donde llegaron la búlgara Ága, que a las 9 de la mañana cuesta entrar en la pausaaaaaaaaaaaaada vida de unos esquimales, que nos enseñan cómo viven con todo lujo de detalles, pero que les separa de una docu de la National Geographic un guión que explota (despacito, eso sí) en la parte final. Una foto preciosa y un aura de favorita de la crítica desde ese pase. A ver, si la veis no la quitéis a la hora de ver cómo caza, teje, come, anda, mira, duerme o tiende ropa, porque al final te recompensa un poco. Después de ese ecosistema, la alemana In den Gängen nos traslada a un particular microcosmos, que es un supermercado donde los protagonistas son los reponedores del turno de noche. Un original punto de partida que dura la primera hora para luego ir cayendo poco a poco hasta el giro necesario para despertarnos. La peli cae simpática y el actor Franz Rogowski, con esa mezcla entre Joaquin Phoenix malo con Joaquin Phoenix bueno, se lleva la peli al bolsillo. Por la tarde llegaba el punto fuerte de la última parte del Festival, el estreno de Notti magiche de Paolo Virzi, ganador hace dos años, y que tiene el mejor comienzo de peli del año, aunque luego la esquizofrenia narrativa, las hipervitaminadas actuaciones y las referencias al cine italiano se suceden con tal rapidez que lleva a sobrepasarte todo un poco. Es una película bien escrita, interesante y a la vez reverenciadora y denunciante del cine italiano. Los viejos contra los jóvenes, cómo se mantenía el enfrentamiento latente entre críticos rancios contra juventud millenial. Al final no convenció a la gente, aunque merece la pena ser vista.
Como final de sección oficial llegaron dos propuestas que parecían atractivas, lo fueron, pero una, Kona fer I strid -elección islandesa a los Oscar- resultó mejor recibida. Una estupenda Halldóra Geirharosdottir interpreta a una profesora que decide tomarse la justicia por su mano e ir a por las empresas contaminantes en pos de una salvación a la Madre Tierra, pero no, no es una hippiada, está bastante pegada al suelo. Una historia mordaz, divertida, con unas inflexiones de guión geniales, como es la utilización en la trama de los músicos que realizan la banda sonora. Una de las películas más redondas que se vieron esta semana. Con más pedigrí, porque venía de ganar Locarno, pero con peores críticas salió A land imagined, película de Singapur de Yeo Siew Hua que trata de introducir el “noir” en los puertos del país con la desaparición de dos de los trabajadores (o mejor dicho esclavos) de una de las empresas. Dos solitarios, dos insomnes, que mezclan sus vidas de forma irregular y que queda la sensación de que molaría si se centrara más en lo que quiere contar para ser mejor película.

Hasta aquí la sección oficial. Lo próximo será el palmarés, que, presidiento el jurado Miguel Gomes a saber por donde nos sale. Eso será el próximo artículo, que ahora me voy a tomar una sepia y con suerte me invita Pumares. Saludiños

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