El
árbol de la sangre (España,
2018).
Dirección y guión: Julio Medem.
ntérpretes: Úrsula Corberó, Álvaro Cervantes, Najwa Nimri, José María Pou, Daniel Grao, Joaquín Furriel, Ángela Molina, Patricia López Arnaiz, Luisa Gavasa, Emilio Gutiérrez Cava, Lucía Delgado, María Molins, Sergio Castellanos.
Dirección y guión: Julio Medem.
ntérpretes: Úrsula Corberó, Álvaro Cervantes, Najwa Nimri, José María Pou, Daniel Grao, Joaquín Furriel, Ángela Molina, Patricia López Arnaiz, Luisa Gavasa, Emilio Gutiérrez Cava, Lucía Delgado, María Molins, Sergio Castellanos.
Música
original: Lucas
Vidal.
Fotografia: Kiko de la Rica.
Montaje: Elena Ruiz.
Idiomas: Español, catalán, euskera y ruso.
Duración: 121 minutos.
Fotografia: Kiko de la Rica.
Montaje: Elena Ruiz.
Idiomas: Español, catalán, euskera y ruso.
Duración: 121 minutos.
El árbol de lo
absurdo
Por David Sancho
La nueva película del director vasco
tiene un argumento bastante intrincado, pero podría resumirse como
la historia de una pareja que se reúne en un caserío del país
vasco para contar la historia de sus familias y cómo estas se
entrecruzan.
La idea de la película es interesante.
Tiene un argumento que da mucho juego y buena parte de las líneas
argumentales tienen interés. El problema es que hay otras tantas que
resultan absurdas, y las que tienen interés están contadas con un
tono poético tan impostado como ridículo.
Julio Medem era hace años uno de esos
directores de los que uno siempre quería ver su nuevo proyecto. Un
autor muy particular que, aunque no te acabase de gustar, le
apreciabas el riesgo y la personalidad. Posteriormente fue depurando
su estilo y acentuándolo. Esto es algo que les suele pasar a los
directores que tienen una visión muy personal a la hora de contar
historias, y a algunos les sale bien la jugada. Pero en el caso de
Medem, el paso del tiempo va haciendo que sus películas sean cada
vez más difíciles de digerir, de conectar con la historia y sus
personajes.
Porque la música es correcta, la
fotografía es excepcional y los actores están, por lo general,
bastante bien, pero es que hay momentos que se supone que tienen que
ser intensos y trascendentales que quedan simplemente ridículos. En
una sala de cine en la que se proyecte una película como esta no
debería haber risas, pero estoy bastante seguro que en más de un
momento las habrá, ya que su director arriesga mucho, se mueve en
una fila línea que separa lo poético de lo ridículo y se cae al
lado incorrecto en más de una ocasión.
Personalmente disfruto mucho de los
inicios de Medem y tengo todavía ilusión porque vuelva a hacer algo
que me haga salir del cine satisfecho, pero cuando veo desastres como
este, no puedo hacer más que dudar de que vaya a volver a suceder.
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