Por Paulo Campos
Capri-Revolution (Mario Martone. Italia-Francia, 2018)
Sección Oficial
La isla de Capri la asociamos al glamour y a la jet set francesa, pero lejos de mostrarnos eso, nos quiere mostrar en esta película que la revolución hippie empezó aquí, cuando una campesina analfabeta y chapada a la antigua comienza a descubrir a principios de siglo como se las gastan una comuna de hippies que bailan desnudos, trabajan el huerto, bailan desnudos, leen, bailan desnudos y tocan instrumentos mientras otros bailan desnudos.
Ni interpretaciones, forzadísimas todas, ni el director logran dar un empaque convincente al conjunto que es a ratos tedioso y en otros más ligero; que con unos personajes construidos en 30 segundos, y con una brocha gorda como la castaña que supuso esta, la única película italiana de la sección oficial.
Espero que ni dios le haga caso porque no merece más comentario.
Ying (Zhang Yimou. China, 2018)
Fuera de concurso
Los fans del cine de Yimou estamos de enhorabuena, porque ha hecho la película que todos queríamos ver, una pelea entre pueblos rivales por un trozo de terreno, pero a lo Yimou, con parlotada inicial de presentación de unos personajes de historia mítica, para llegar a unas luchas espectaculares que hacen gozar a todos sus incondicionales.
Como siempre, la coreografía es espectacular, los vestuarios y los decorados brutalísimos y los actores evocan esas leyendas de guerras ancestrales de la China de los emperadores. El manejo de la cámara de Yimou está fuera de toda duda y en la pelea dentro del pueblo enemigo muestra que su iniciativa para rodar peleas no tiene fin y no decae con el paso del tiempo.
En fin, que aunque sea más de lo mismo, vuelve a atraparme sobremanera con esas cámaras lentas, peleas de honor, amores soterrados y enemigos por doquier. Para mí es un sí la nueva peli de Yimou, pero es que soy fácil de convencer.
Hamchenan ke mimordam (Mostafa Sayari. Irán, 2018)
Orizzonti
Basada en una la obra “As I lay dying” de William Faulkner (si el de “Amanece que no es poco”) pero trasladada a Irán, nos cuenta la road movie de cuatro hermanos que llevan a enterrar el cuerpo de su padre a un lugar lejano. Sólo uno de ellos sabe por qué y nos iremos enterando de que las relaciones entre ellos son tan malas por causa paterna.
Ni es original en su temática ni en su forma, pero si se agradecen los apenas 90 minutos que dura la película, no daba para más, y que huya el director de planos eternos sobre carreteras o puertas, de los que vamos sobrados en esta edición. El guión es bueno y las interpretaciones, sólo cuatro actores prácticamente, son correctas.
No pasará a la historia como la mejor película, pero sí es una buena alternativa para la sección Orizzonti, que ha demostrado que es la hermana pequeña de la oficial pero que es, sin duda, más atrevida y rebelde.
Soni (Ivan Ayr. India, 2018)
Orizzonti
Otra de relleno, una producción india de la sección Orizzonti que nos cuenta la labor de una policía en India, de las dificultades para ejercer su profesión, de cómo ella, que tiene carácter, como debe ser, aun más porque se excede a veces en el uso de la fuerza con algunos tipejos. Además, esto se une a que su marido, un bala perdida, no es que le ponga las cosas fáciles en casa. Todo ello con la ayuda de una jefa que tirará lo que pueda de ella.
Lo que podría haber sido una película más redonda sobre el empoderamiento femenino, donde lo tienen más difícil, se queda en una historia pequeñita, poco empática, que hace que no deje poso en el recuerdo.
La dirección, algo parca en ideas, tampoco ayuda a que sea recordada al finalizar el Festival. Es un “no está mal” en toda regla y, la verdad, prometía mucho más.
Zan (Shinya Tsukamoto. Shinya Tsukamoto, 2018)
Sección Oficial
Lo primero, una película de samurais cámara al hombro, no, por favor. La historia de los samurais que hemos visto mil veces es esta película pero rodada con cuatro duros. De hecho, no me extrañaría que fuera rodada en el jardín botánico de Kyoto. Sí es verdad que es una historia que podría atrapar, sobre cómo el destino de un samurai es matar, por mucho que le repugne la idea y de cómo la violencia va generando una especie de torbellino que succiona a todos los que se acerca.
Muy aplaudido por parte de la prensa antes del comienzo, Tsukamoto no es nuevo en esta lides, lo que pasa que le tocó presentar película el mismo día que Yimou, y si bien uno es un Wu xia y el otro es más “realista”, quien sale perdiendo es el japonés. No hay esa delicadeza en el baile de los protagonistas en las luchas, todo es más visceral, más crudo pero no mejor, ni de lejos.
Una película que no es que pinte mucho en la sección oficial, le salva que dura apenas 80 minutos, pero a veces parece que con 20 menos se hubiera contado esta historia poco original donde hasta el samurai viejo tiene errores, como si fuera humano, y no digamos el joven samurai que no quiere matar que alivia sus tensiones dándole duro a su espada (no sé si es muy sutil esta metáfora).
Me gustaría haber terminado mejor la sección oficial, pero esto es lo que hay.
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