Mom and Dad (Estados Unidos, 2017).
Dirección y guión: Brian
Taylor.
Intérpretes: Nicolas
Cage, Selma Blair, Anne Winters, Zackary Arthur, Joseph D. Reitman, Olivia
Crocicchia, Lance Henricksen.
Música original: Mr.
Bill.
Fotografia: Daniel
Pearl.
Montaje: Rose
Corr, Fernando Villena.
Idioma: Inglés.
Duración: 83
minutos.
Obsolescencia familiar
Por David Sancho
Hace poco leí un artículo sobre la generación que precede a
los millennials, una generación que ha crecido con la crisis económica y los
smartphones. Una generación, al parecer, más familiar y menos rebelde que sus
antecesores. Una generación mucho menos cinematográfica.
En Mamá y papá los jóvenes siguen pensando casi
exclusivamente en alcohol, drogas y sexo, piensan que sus padres son un coñazo y
son básicamente unos irresponsables que no piensan más allá del momento actual.
Mientras tanto, los padres son gente amargada que ha acabado muy lejos de donde
soñaban estar cuando tenían la edad de sus hijos.
En el comienzo de la película un profesor de instituto les
habla a sus alumnos de la obsolescencia programada, para acabar diciendo que no
es algo que afecte exclusivamente a los aparatos electrónicos, sino también a
los seres vivos, y parece que esta es la excusa que utiliza Brian Taylor para
plantear el argumento de su nueva película.
Una obsolescencia que va en ambas direcciones. Los padres
quedan obsoletos para unos hijos que ya no perciben la necesidad de ser cuidados
por sus padres, que se sienten los reyes del mundo y ven a sus progenitores más
como un estorbo que como algo imprescindible para su supervivencia. A su vez,
los padres ven como sus hijos cada vez les necesitan menos y comienza a
florecer un cierto resentimiento hacia ellos debido a las decisiones que han
tomado en su vida para dotarlos de una seguridad física y financiera.
Decisiones que les han llevado a tener trabajos seguros pero que no les llenan
o a abandonar prometedoras carreras profesionales para ejercer de
cuidadores/as -casi siempre cuidadoras- a tiempo completo. Esa frustración de
los padres y madres del mundo puede que sea el motivo que, en la película, les
lleve a querer matar a sus hijos.
Cientos de padres y madres esperando a sus hijos en la
puerta del colegio para acabar con ellos, sujetando satisfechos el bate
sangriento con el que acaban de aplastar la cabeza de sus vástagos, corriendo
tras ellos con sed de sangre para hacerles pagar por una vida por la que no
están satisfechos, por unos sacrificios que nunca han sido apreciados o
agradecidos.
La nueva película del director de Crank es una locura
bastante divertida que solamente decae debido a unos flashbacks que pretenden
aportar mayor profundidad a una historia que no la necesita. El primer acto ya
deja todo encarrilado para que pueda correr la sangre sin necesidad de más
florituras narrativas, pero a la postre la película sale airosa por su aire de
serie b, su humor macabro y un Nicolas Cage que parece estar haciendo una
parodia de sí mismo en Saturday Night Live. No es una película redonda, pero sí
un divertimento más que aceptable con un cierto trasfondo social. Un retrato
generacional de esa gente que nació en época de abundancia, que creía que lo
podían tener todo y que acabaron dándose de bruces con la crisis y la cruda
realidad.
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