"A veces lo que te sale de las tripas es una
inmensa tontería"
La
primera vez que escuchamos hablar de Mateo Gil (Las Palmas de Gran
Canaria, 1972) fue gracias al éxito que logró como guionista junto
a Alejandro Amenábar. Tesis
(1996)
está basada en una historia de ambos, y Gil ya aparece acreditado
como co-guionista en Abre
los ojos (1997),
Mar
adentro (2004)
y Ágora
(2009).
Por estas dos últimas recibiría sendos premios Goya. Antes de todo
esto ya había dirigido un par de cortometrajes, aunque fue en 1998
cuando logró un gran éxito con Allanamiento
de morada.
Un año después debutó en el largometraje con el thriller Nadie
conoce a nadie (1999).
Pasó más de una década hasta que volvió a la gran pantalla. Fue
con Blackthorn
(2011),
un western crepuscular protagonizado por Sam Shepard. Entre medias,
recibió sus cuatro premios Goya. A los dos ya mencionados, hay que
añadir el guión de El
método (2004)
y el mejor cortometraje para Dime
que yo (2008).
En 2016 se pasó a la ciencia-ficción con Proyecto
Lázaro,
su tercera película. Ahora vuelve a cambiar de género y sorprende
con una incursión en la comedia romántica. Con motivo del estreno
de Las
leyes de la termodinámica hablamos
con el director.
Por Manuel Barrero Iglesias
No es común encontrar directores que salten de un género a otro de una forma tan radical, así que le preguntamos a Mateo Gil si esto es algo buscado o surge de manera espontánea: “Es más casual que otra cosa. El género no es un fin para mí, es un instrumento más. Cuando se me ocurre una idea busco la mejor manera de contarla. Y el germen de esta era comedia ya en sí misma. Cada idea tiene su género, y aquí no había duda”. La gran cuestión era cómo afrontar la comedia: “No me planteé buscar la carcajada, porque habría sido una presión insoportable para mí. Me lo planteé de otra manera. Quería buscar la sonrisa de la gente con el concepto, con la idea de analizar científicamente los sentimientos. Al equipo técnico le dije que no quería grabar la película como una comedia. No quería colorines, ni buscar una estética especialmente alegre. El objetivo era que la historia se siguiera con interés. Si luego viene la risa, bien. Hasta que no la he visto con público estaba con la duda. Y la gente se ríe, así que bien”.
La
película menciona de forma constante varias leyes físicas, así que
imaginamos un proceso de preparación y documentación bastante
largo: “Hice
un poco de trampa, porque en esta película estoy reutilizando
material de cuando escribí Ágora con Amenábar. Estuvimos un año
entero leyendo, y se me habían quedado algunos conceptos por ahí
flotando. Lo que hice fue repasar algunos manuales para robarles los
titulares, las frases. Pero no fue difícil, el guion lo escribí
bastante rápido”.
¿Y qué diferencia cree que hay entre escribir en soledad y hacerlo
acompañado?: “Depende
del guion. Cada proyecto pide su manera. A veces echas de menos la
compañía, cuando escribes acompañado te ríes más”.
El
film tiene cierto punto de originalidad, aunque el director tampoco
quería darle más vuelta de tuerca al género: “Mi
única consigna era hacer una comedia con disfraz de documental. Así
que necesitaba que las situaciones y los personajes fueran
reconocibles. Porque si además me meto a hacer personajes
retorcidos, ya se complica demasiado. Quería que el espectador
reconociera situaciones y se viera reflejado en ellas”.
La estructura documental del film propicia la aparición de varios
científicos, que además lo son realmente, dejando su testimonio:
“Científicos
reales y no actores porque entonces se perdería algo. No deja de ser
un juego formal, y si cojo actores ya no es un documental. El reto
está en hacer una película con científicos que digan cosas de
ciencia. Porque además todo lo que dicen es científicamente
comprobable. Luego, la traducción a sentimientos la hace el
protagonista, es él que hace trampas”.
¿Y cómo consiguió tener a todos estos científicos en la película?
“Salen
once de varios países. Solo dos de ellos son españoles, que son
amigos míos y son los asesores de la película. Y a través de ellos
llegué a los demás. Hay que decir que todos tienen bastante caché,
y lo han hecho desinteresadamente. Porque ellos consideran que tienen
el deber de ayudar siempre que se trate de ciencia”.
En
cuanto al casting para elegir el reparto, el director no tenía a
nadie en mente mientras escribía el guion: “En
ningún momento. Todos han pasado por casting, menos Josep Maria Pou
e Irene Escolar, que no necesitaban prueba ninguna. Hicimos un
casting muy exhaustivo y nos dieron libertad para elegir a quién
quisiéramos. De hecho, puede parecer arriesgado poner la
responsabilidad de la película a alguien que hace su primer
protagonista. Está narrada por él, sale casi todo el rato...pero yo
conocía ligeramente a Vito, y sabía que era un tipo muy solvente y
podía cargar con ello”.
A nivel técnico, el film tiene varios momentos que fueron complejos
a la hora de rodar: “Hay
varias secuencias que son muy complicadas, porque se juega mucho con
lo visual. La cosa del documental, rebobinados, gráficos, efectos
visuales...que además están rodadas con mucha figuración. La
secuencia en la que chocan y se conocen, la explicación de la
relatividad en el orgullo gay, la discoteca en la que se explica las
órbitas...estaban muy planificadas, muy dibujadas. Había paneles
donde la gente podía consultar qué planos estábamos haciendo”.
Da
la impresión de que el proceso de edición de la película ha debido
ser complicado: “Me
preguntan mucho por este tema, porque la sensación que tiene la
gente es que a la película se le ha dado forma en el montaje, y no
es así. Fue laborioso, porque es un montaje complejo, con muchas
capas. Pero el montaje final se parece mucho al primer borrador del
guion. Lo que no estaba marcado del todo, aunque también, era donde
iban los científicos. La imagen, porque el audio estaba claro. Fue
analizar mucho material de entrevista y colocar esas piezas en el
rompecabezas. Pero el resto, lo que es la ficción, estaba muy
estudiado”.
Y para el resto del equipo, ¿fue muy complicado?: “El
equipo se enteraba más de lo que pueda parecer por la complejidad
técnica de la película. Lo hablamos y se preparó mucho. Pero es
verdad que a veces se perdían un poco a la hora de encajar las
piezas científicas dentro de la trama. En ese sentido, tenían que
ver que yo lo tenía nítido. Y en ningún momento tuve dudas de cómo
iba a ir montado algo. También tenía varios jefes de equipo que son
personas muy inteligentes. No se les escapaba una. Me he sentido muy
acompañado y seguían muy bien el juego, que en realidad no es tan
complejo”.
La
película está ambientada en Barcelona, aunque en ningún momento se
habla el idioma catalán: “Se
planteó, sobre todo porque yo soy muy obsesivo. Igual que los
actores necesitan saber qué tipo de ropa o mochila lleva su
personaje para sentir que son reales. Yo cuando ruedo me agarro a
cosas concretas. Pero sopesas todas las consecuencias de las
decisiones. Tener otro idioma más era un elemento que podía
complicar. La película no transcurre necesariamente en ningún
lugar. Es decir, podíamos rodar en Barcelona, pero podíamos rodar
en Madrid. Llegamos a plantear hacerla en inglés en Londres. Se
plantearon muchas opciones, pero era una película española e iba a
ser en castellano. Lo cual reconozco que es raro, porque estando en
Barcelona hoy en día lo normal es que se intercambien ambos idiomas.
No hay nada ideológico en ello, sino puramente práctico”. Lo que sí quiere destacar es cómo luce la ciudad en el film: "Le hemos sacado jugo. Y es muy difícil rodar hoy en el centro de Barcelona. Se rueda tanta publicidad que la ciudad está muy quemada. El ayuntamiento ha puesto coto a los rodajes en el centro, así que tuvimos que hacer cábalas para rodar todo lo que queríamos".
Una
pregunta sobre qué consejo le daría a los jóvenes que empiezan
para que tengan una carrera como la suya, le sirve a Mateo Gil para
repasar su trayectoria: “Les
diría que no lo hagan, que no tengan una trayectoria similar a la
mía. Es que mi trayectoria, cuidado. Cuando ves el curriculum es
interesante, pero vivo en la cuerda floja. Esta película creo que va
a ir bien, porque tengo el apoyo de Sony y Antena 3, pero esto es una
anomalía en mi carrera. No quiero ofender a nadie, pero no hago
películas para ganar premios. No busco el mérito artístico o de
festivales. Me gusta que mis películas lleguen al público, pero es
verdad que lo que me sale normalmente tampoco es muy mainstream”.
Ya concretando en esos consejos para lo que están empezando: “Lo
de sigue tu instinto y haz lo que te salga de las tripas está muy
bien como consejo. Pero igual que te digo eso, te digo que a veces lo
que te sale de las tripas es una inmensa tontería. Hay que tener en
cuenta que el tiempo del espectador es muy valioso, y si en vez de
una tontería le puedes dar algo con un poquito de más enjundia,
mejor. Mucho de lo que hacemos va a la papelera, que también es una
forma de quitarle peso al oficio”.
Entrevista realizada en las oficinas de Sony Pictures de Madrid, el 16 de abril de 2018
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