Por Víctor Garijo
¿Recuerdas aquel día en el que nos conocimos?
Nuestros caminos se cruzaron donde las tristes gaviotas se despedían del
verano, mis dedos sujetaban un cigarrillo y los tuyos acariciaban las teclas de
un piano. A menudo de hecho, brincaban sobre ellas, rápida e inquisitivamente.
Jugando con el devenir de un futuro incierto. Ambulantes como el espacio tiempo
con el que luego nos acribillaríamos a preguntas sosteniéndonos la mirada,
aparentando serenidad, disfrutando de las caricias de los días, bebiéndonos cada
segundo desde nuestras coloridas pajitas, y muy gustosos por habernos conocido
cuando la playa ya no era un escandaloso patio de recreo. Ciertamente cuando
escribo me dejo llevar abandonado a la fuerza de unas palabras que
inexplicablemente darán consistencia a una vida, a un sueño, a un marco en el
que eres la protagonista, y sí, Flaqui, allí donde estés disfruta de la esencia
de los días. Son nuestro más preciado tesoro.
Pero —y mientras llega septiembre— no olvides de cantar la
canción de Camilo Sesto.
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