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miércoles, 27 de septiembre de 2017

Crónicas: San Sebastián 2017 (III)

Por Andrea Dorantes


La hijas de abril (Michel Franco. México, 2017)
Horizontes Latinos


Las hijas de abril, la quinta película de Michel Franco y galardonada en Cannes, con el Premio del Jurado en la sección Una cierta mirada.

Abril, interpretada por Emma Suárez, irrumpe en el hogar de sus dos hijas en Puerto Vallarta, México. Ella, española, acude a la casa familiar para ayudar con el embarazo a su hija Valeria, de diecisiete años. Decide quedarse todo el tiempo que necesite para la posterior crianza del bebé, tras ser avisada por la hermana mayor, Clara, asustada por la precaria situación económica en la que se encuentran. Mateo, el padre -también adolescente- del bebé, también está presente en las vidas de todas, ya que pretende criar a su hija junto a Valeria.

Abril se implica mucho en la crianza, parece encontrar el sentido a su vida con el bebé. Pero se introduce en las vidas de sus hijas mexicanas con un tremendo contraste: ella, española, parece traer consigo una perspectiva bastante colonial y clasista de la maternidad. Ella supone el estereotipo de persona blanca occidental con sus first world problems, como iniciar una empresa consistente en impartir clases de yoga de manera online. Trata a Valeria y Mateo con sumo paternalismo, creyendo saber lo que es mejor para elles, como si no tuvieran voz propia por ser menores de edad. Sumida en un adultocentrismo feroz, Abril empieza a ingeniar planes secretos para la bebé a espaldas de su hija y Mateo. Es en ese punto de giro cuando la trama empieza a ir por derroteros algo confusos, y se vuelve tan extrema que acaba perdiendo el interés, ya que el espectador deja de tomar en serio la trama, cada vez más ridícula. 

Una película que podría haber resultado interesante, acaba mostrando todas sus flaquezas: un argumento poco sólido y demasiado expuesto como para generar en el espectador cualquier tipo de tensión o curiosidad.


La novia del desierto (Cecilia Atán, Valeria Pivato. Argentina-Chile, 2017)
Horizontes Latinos

La novia del desierto, cinta coridigida y coescrita por Cecilia Atán y Valeria Pivato, siendo ópera prima de ambas, fue nominada en Cannes en las categorías Una cierta mirada y Caméra D'Or, y ganadora del premio a la Mejor ópera prima en el Festival de Lima este año.

En ella se narra la historia de Teresa, una mujer en la cincuentena que ha trabajado durante la mayor parte de su vida como empleada doméstica para la misma familia en Buenos Aires, pero éstos se mudan y prescinden de sus servicios. Esto provoca que tenga que atravesar el país hacia la que será su próxima casa, cambiando por completo su modo de vida. En el transbordo que debe hacer en su ruta, en San Juan, una provincia del interior que linda con la cordillera, se ve detenida al perder su maleta con todas sus pertenencias en mitad de una tormenta. Esta película retratará ese lapso en el que el tiempo se detiene en medio del desierto, lapso real y figurado en su vida, punto y aparte en su rutina.

Teresa, interpretada brillantemente por Paulina García, se ve involuntariamente inmersa en un mundo extraño al llegar la noche y la tormenta, en ella los personajes parecen sacados de un mundo mítico que resuena al realismo mágico de Gabriel García Márquez o Juan Rulfo. En mitad de la búsqueda de su maleta, que necesita para proseguir su viaje hacia su nuevo hogar, se encuentra con Gringo, un hombre que promete ayudar a encontrarla. Éste es el personaje que la guía por el espacio, la lleva de un lado al otro en su caravana, como el Conejo Blanco, la hace bajar por el agujero de la madriguera para introducirla en este microuniverso.

Aparte del clima y paisaje ya altiplánico, los espacios aparecen como espacios vacíos o abandonados, propios de una ciudad fantasma -haciendo una vez más referencia a Pedro Páramo-. 
Los personajes se mueven como apariciones fantasmales, hablan poco y a veces de manera errática, y esta sensación se acrecenta con el uso narrativo del enfoque de las lentes anamórficas. Esta decisión estética parece acertada ya que aísla a Teresa en un mundo diferente, sumándole la estética brumosa de este tipo de lentes. El foco se mantiene en ella durante toda la película, y no vemos las caras enfocadas del resto de personajes a no ser que entren en el plano focal de Teresa, es decir, a no ser que se relacionen con ella de manera más directa, como hace Gringo. En lo que podría parecer un clima de pesadilla, es Gringo el que hace de esta experiencia una especie de intermedio necesario en la vida de Teresa, un tiempo necesitado para reposar la mente antes de entrar en el siguiente ciclo vital. 

La dirección de fotografía de esta película, llevada por Sergio Armstrong, le aporta a la imagen una textura interesante, que acompañada de encuadres llamativos y una iluminación muy poética hace de la cinta una delicia estética.

Una suerte de road movie con una ambientación muy rica que consigue sumir al espectador en un universo diferente, y con humor y delicadeza nos retrata esta tregua en la vida de Teresa, donde se permite quizá vivir para ella misma y no para los demás por primera vez en mucho tiempo.

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