The Lost City of Z (Estados Unidos, 2016).
Dirección: James Gray.
Intérpretes: Tom Hiddleston, Sienna Miller, Luke Evans, Jeremy Irons, Elisabeth Moss, James Purefoy, Keeley Hawes, Peter Ferdinando.
Guión: James Gray, sobre el libro de David Grann.
Música original: Christopher Spelman.
Fotografía: Darius Khondji.
Montaje: John Axelrad, Lee Haugen.
Idiomas: Inglés, español, portugués, alemán.
Duración: 141 minutos.
El Dorado humanista
Por Alberto Gallardo
Si por algo se caracteriza el cine de James Gray, director cuya primigenia afinidad por el neo-noir comienza a abrir camino a un interesante eclecticismo genérico, es por su apego a una narrativa clásica, base desde la cual potencia el relato con una trabajada caligrafía visual que a menudo trasciende las limitaciones de unos guiones con cierta tendencia a la grandilocuencia emocional por la vía del cliché.
Con Z. La ciudad perdida, Gray continúa la estela de su anterior El sueño de Ellis y vuelve a construir un ambicioso relato histórico que exalta la épica emocional. En esta ocasión la fuente utilizada son las vivencias de Percy Fawcett narradas por David Grann. O lo que es lo mismo, la expedición cartográfica a Sudamérica liderada por este militar irlandés de bajo rango y humildes orígenes, que conduce al insospechado hallazgo de indicios de una antigua civilización en la selva del Amazonas.
La construcción del héroe de la historia no puede ser más canónica. El personaje que encarna el carismático Charlie Hunnam evoluciona a través del siempre eficaz doble viaje, físico y emocional, que incluye también una experiencia mística en la relación del hombre con el espacio natural que aquí se expresa, para entendernos, de manera más herzogiana que malickiana. No es por tanto un tema desarrollado desde un filtro lírico sino más bien desde el interés etnográfico.
Es interesante también observar que la vocación de la expedición que se retrata está alejada del colonialismo en el sentido capitalista, pues la obsesión del personaje central con esa ciudad perdida del título, se relaciona aquí con un interés antropológico que desafía las conservadoras convicciones del hombre blanco de la época. Esto dota al protagonista de un barniz heroico contemporáneo, frente a los célebres líderes de otras expediciones de dudosa moralidad.
Donde la película cojea un tanto es en lo que atañe a las relaciones familiares del personaje. Tratando de ahondar en la psicología de Fawcett más allá de su faceta exploradora, destina buena parte de su metraje a explicarnos la complicada relación del héroe con su esposa (Sienna Miller) y sus hijos, verbalizando en exceso unos conflictos emocionales que un espectador medio entendería sin necesidad de subrayados dramáticos no demasiado elegantes, que incluyen discusiones de alcoba sobre el padre ausente.
Esta debilidad, es compensada no obstante por el último tramo del filme, en el que un envejecido Fawcett une a su aventura crepuscular al mayor de sus hijos interpretado por Tom Holland. Aquí Gray sí logra dotar a su relato de un importante añadido emocional, especialmente dado el destino de ambos en su odisea amazónica. Y es un precioso y simbólico plano final el que cierra, como en su anterior película, un discurso melancólico sobre la odisea incompleta de un personaje enfrentado a su entorno.
En definitiva, Gray entrega con Z. La ciudad perdida un emocionante filme que recupera el espíritu de los clásicos relatos de aventuras con base histórica y, pese a no tocar todas las teclas con la misma precisión, termina por componer una sinfonía épica digna de admirar por lo preciso de sus ambiciones discursivas y estéticas. Probablemente, la película más redonda de su director hasta la fecha.
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