Kazoku wa tsuraiyo (Japón, 2016)
Dirección: Yôji Yamada.
Intérpretes: Satoshi Tsumabuki, Yû Aoi, Yui Natsukawa, Kazuko Yoshiyuki, Masahiko Nishimura.
Guión: Yôji Yamada, Emiko Hiramatsu.
Música original: Joe Hisaishi.
Guión: Yôji Yamada, Emiko Hiramatsu.
Música original: Joe Hisaishi.
Fotografía: Shinji Chikamori.
Montaje: Iwao Ishii.
Montaje: Iwao Ishii.
Idioma: Japonés.
Duración: 108 minutos.
Mamá se quiere divorciar
Por M. Lofish
El director japonés Yoji Yamada vuelve a la cartelera usando de nuevo una familia de Tokio como reflejo de la sociedad japonesa. Esta vez, en tono de comedia, para describir principalmente la evolución de las relaciones de pareja a través de distintas generaciones y cómo han evolucionado los roles en éstas, sobre todo de la mujer, desde mediados del siglo pasado hasta la actualidad.
En primer lugar, el padre (Isao Hashizume) y la madre de la familia (Kazuko Yoshiyuki) representan el modelo antiguo, en el que el marido es quien manda y la mujer tiene un papel sumiso, dedicada a la casa y al cuidado del hombre, para la que es impensable tener más intereses o ilusiones más allá del hogar. Es aquí donde se presenta el conflicto y motor de la acción posterior a partir de la decisión de ella de darle un escarmiento a su desconsiderado marido pidiéndole el divorcio por años de invisibilidad y de ser considerada prácticamente una criada.
La noticia bomba desencadena la reacción y aparición de los distintos hijos del matrimonio. Los dos mayores y sus parejas representan el siguiente escalafón generacional. Por un lado, el hijo mayor (Masahiko Nishimura) es el típico sarariman dedicado 100% a la empresa mientras que su esposa (Yui Natsukawa) sigue con el rol de ama de casa que cría a sus hijos aunque ya no es tan sumisa ante el marido; y por otro lado, la hija mayor (Tomoko Nakajima) que es la lleva el mando en su matrimonio y su empresa mientras que su marido (Hayashiya Shōzō) por no ser el dominante de la relación es considerado como un mantenido y un poco pelele.
Por último, el hijo pequeño (Satoshi Tsumabuki) y su prometida (Yû Aoi), enfermera de profesión, representan las nuevas generaciones que si bien siguen siendo conservadores en algunos aspectos sí que representan una sociedad japonesa más moderna en la que se demanda un mayor respeto hacia la mujer sea trabajadora o ama de casa.
Si bien los personajes parten de estereotipos no están vacíos por dentro, pequeños detalles les van enriqueciendo dándoles cierta complejidad, aunque al final el desenlace sea un tanto facilón en la línea de comedia familiar y amable que es. Además, algunos momentos en los que se roza lo caricaturesco al estilo japonés, puede parecer artificial para el público no acostumbrado a los productos nipones, pero es parte de su encanto.
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