Por Víctor Garijo
— Arriba
las manos —exclama una voz que me es rotundamente familiar, para mi
desgracia. O quizás para mi absoluta fortuna.
Obedezco:
¡recórcholis, qué puedo hacer si siento su cálido aliento
calentándome la oreja y sé que me apunta con su revólver!
Valientes todos vosotros que os reís, ¿vosotros qué haríais? Es
la mismísima Jodie Foster y está enfadada en exceso. Lo reconozco
por el ritmo discotequero de su carótida. El cual y por qué no, me
hace bailar. Agito los hombros, chaqueo los dedos.
—
Garijo, por favor compórtate. Y, escúchame, apaga el cigarro. No te
soporto cuando te pones chulo.
—
Jodie, Jodie, Jodie, deja de ordenarme, disfruta del día otoñal,
pronto nevará —me pronuncio con una virtuosa sonrisa mientras la
ceniza de mi cigarro cae al agua. Otrora estaba calentita, ya no.
Pero no importa, la sangre de mi amada amiga, calienta mi cuerpo. Si,
lo sé, soy muy pillo.
Lo
apago hundiéndolo en el agua, y la contemplo jubiloso. Sabiendo que
su ira le permitiría estrangularme, la reconozco como la mujer más
bella de Elysium.
—
Y bien, cariño, ¿qué te pasa? Hace mucho tiempo que no te veo
activa por Whatsapp, ¿Se te acabaron los megas? —Socarrón, le
guiño un ojo.
Recibo
una bofetada.
—
Guau —verbalizo alargando la última vocal—. ¿Has probado a
trabajar con Ray Donovan? Le vendrías genial como guardaespaldas,
contigo no hubiera tenido que ir a la Iglesia a….
Me
introduce el cañón del revólver en la boca. Me veo en la
obligación de guardarme las palabras, trago saliva
desacompasadamente. Ahora quien se divierte es ella, llevaba décadas
sin verla tan feliz. Rompo a reír; su dedo índice se desliza sobre
el gatillo; sigo riéndome; me es imposible querer dejarlo. ¡Qué le
den!
Se
abre la puerta que tengo a mi espalda.
Ella
grita.
Instintivamente
cierro los ojos.
Escucho
un disparo.
Muero.
Lauren
Bacall me mira desde mi hamaca donde, repantigada y con las piernas
estiradas sobre el escritorio, fuma. Usa por cenicero mi taza del
Athletic, y en la cual solo quedan los restos de nuestros últimos
tragos de anoche. Su mirada es tierna.
Se
pone en pie, hace estiramientos y, se arregla la melena. Es la mujer
más hermosa de toda la Tierra; incluso en pijama destila clase
mientras se quita las legañas. La luz que penetra por los agujeros
de las persianas se proyecta en sus mejillas.
—
¿Otra pesadilla? —Ha caminado hasta mi cama y ha logrado ponerme
el termómetro en la boca. Su mirada es fraternal, me abraza; bajo el
pijama, tiemblo.
—
Si. Soñé que Jodie Foster me mataba, y…. ¿me llamaba Garijo?
—
¡Ajá! Mí querido Bogart…. Reitero que bebes demasiado. Y sigues
empeñado en mezclar el alcohol con la medicación.
—
Y sin embargo,….pese a todo —olfateo, corroboro que hasta mi
dormitorio, precipitándose por un angosto pasillo llega el aroma de
unas natillas con galletas y aderezadas con canela—, te empeñas en
resucitarme.
—
Si, una y un millón de veces. Por cierto, caballero: ¿qué hacía
ese cabello caoba en tu jersey? ¿Ya determinaste a quién pertenece?
—
Si te lo dijese me tendrías que prometer que no actuarías contra
ella como la Mamba Negra. No tengo fuerzas para fregar tanta sangre.
No
obtengo ni siquiera un murmullo como respuesta tan solo, me manosea
la cabeza tierna, pesada, maquinalmente. Empujo el puente de mis
gafas sabiendo qué ocurrirá.
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