Dirección y guión: Michael Moore.
Fotografía: Jayme Roy, Richard Rowley.
Montaje: Pablo Proenza , Woody Richman, Tyler H. Walk.
Idiomas: Alemán, noruego, árabe, finés, portugués, inglés, italiano, francés.
Duración: 119 minutos.
Parodia de sí mismo
Por Manuel Barrero Iglesias
La sutileza nunca ha sido el punto fuerte de Michael Moore. Es cierto que a muchos nos engatusó con su incendiaria Bowling for Columbine, al menos eso nos pareció en aquel momento. Eran otros tiempos, en los que la juventud nos hacía fácilmente impresionables. Pero sutil nunca fue. Algo que se ha ido confirmando en su trabajo posterior, lleno de burdas manipulaciones para llegar a las hipótesis que previamente ha elaborado. El cine de Michael Moore no busca, solo encuentra. El resultado de un documental que sale a buscar la realidad suele ser más estimulante si permite que esta inunde la obra. Pero Moore va con un discurso cerrado, adaptando la realidad para que encaje dentro del mismo.
En este film tenemos un claro ejemplo de ello. Moore parte de una idea de la que no se aparta ni un segundo, aunque haya cientos de posibilidades que surjan a lo largo de su recorrido. Quizás al director le pareció una brillante ironía dar la vuelta a la idea de la invasión para construir en lugar de destruir. Pero más allá de la ocurrencia, ¿Qué invadimos ahora? no aporta nada valioso. El viaje que hace Moore lo podría hacer cualquier otro cineasta, de cualquier otro país. Y en esa visita se podría incluir Estados Unidos. En cualquier lugar del mundo se pueden encontrar avances y carencias sociales. Pero al director no le importan las deficiencias de otros sistemas, solo se preocupa por su país.
De nuevo, parece que la única intención de su película es explicar a sus compatriotas lo mal que está el país, y cómo mejorarlo. Para ello utiliza un lenguaje simplista y repetitivo hasta la extenuación. Resulta desesperante ver a Moore preguntar la misma cosa dos o tres veces, para que quede todo bien claro. Básicamente, ¿Qué invadimos ahora? es una película para tontos. Y cuando una película trata a sus espectadores como idiotas, lo normal es que la misma película sea una idiotez. Algunos podrán decir que es "divertida". Quizás sea así, pero más por el hecho de que Michael Moore se ha convertido en una caricatura de sí mismo. Y ya no sabemos si nos reímos con él o de él.
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