7/10
Dirección: Jeremy Saulnier.
Guión: Jeremy Saulnier.
Música original: Brooke Blair, Will Blair.
Fotografía: Sean Porter.
Montaje: Julia Bloch.
Idioma: Inglés.
Duración: 94 minutos.
El bosque y sus demonios
Por Luis López
¿Qué puede perder la banda de punk The ain't rights
en su gira por antros de la costa oeste? Pues dado que la película se enmarca
dentro del género fantástico con aderezo gore, absolutamente todo. Tiene el
punk mucho de contestatario. La filosofía Do It Yourself (DIY) refleja una
postura de enfrentamiento ante la vida, las normas y la autoridad. En Green
Room tienes una banda entera encerrada en el camerino (green room en
inglés) en contra de su voluntad, ¿cuánto puede durar eso antes de que todo
estalle?
Jeremy Saulnier, director
de obras como Murder Party o Blue Ruin, consigue un divertimento.
Hace 15 años la hubieras alquilado para verla un viernes por la noche con tu
pareja y/o amigos. Entretiene. Y eso es mucho. Destaca la facilidad de Saulnier
para pasar de la pesadilla al humor negro. Aun mamando de los clásicos
residentes en el imaginario colectivo, léase John Carpenter o el Peter
Jackson más bisoño, rezuma originalidad y descaro para transitar sobre
ellos añadiendo su pizca creativa.
La trama se desarrolla en un bosque del ya por sí
boscoso Oregón, donde la naturaleza aún no ha cedido su hegemonía al hombre.
Concretamente dentro de una sala de conciertos tipo búnker que atrae a los
mejores especímenes del estado. La sensación de claustrofobia reforzada por
unos personajes que apenas dan referentes o puntos de apoyos, tan tupidos y
difíciles de penetrar como el paisaje, acompaña todo el metraje. El espectador
carece de información sobre ellos, avanza a ciegas al igual que los
protagonistas por la sala de conciertos. A
veces un pino es un pino y un ejecutor un ejecutor, parafraseando a nuestro
presidente en funciones. Pero esta simplicidad y llanura contiene algo
perturbador en sí.
Una película cuyos ingredientes principales son punks,
nazis, perros asesinos y Patrick Stewart merece la pena por el mero hecho
de atreverse a mezclarlos en noventa minutos. Si a esto le añades un
homenaje en directo a los Dead Kennedys’, en una de las mejores escenas del
filme, el resultado no hace si no mejorar.
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