Trois souvenirs de ma jeunesse (Francia, 2015).
Dirección: Arnaud Desplechin.
Intérpretes: Mathieu Amalric, Lou Roy-Lecollinet, Quentin Dolmaire, Léonard Matton.
Guión: Arnaud Desplechin y Julie Peyr.
Música original: Grégoire Hetzel y Mike Kourtzer.
Fotografía: Irina Lubtchansky.
Montaje: Laurence Briaud.
Idioma: Francés.
Duración: 123 minutos.
Una trilogía en una sola película
Por David Sancho
Tres recuerdos de mi juventud es la compleja historia Paul Dedalus. Un joven del que se nos hace una retrospectiva de su juventud, de sus amores, de su familia, de sus amigos, de sus ideales políticos y, posteriormente, de la persona en que se ha convertido con el paso de los años.
Arnaud Desplechin realiza una película sobre la adolescencia increíblemente ambiciosa. No se conforma con hablar del amor de juventud y como este pervive y te marca o sobre los años de rebeldía política. Desplechin toca estos temas y otros muchos, pero nunca de manera tangencial, si no que se mete de lleno haciendo que parezca que la cinta alberga más de una película en su interior.
Los primeros minutos de la película hacen presagiar que estamos ante un thriller político al más puro estilo The Americans, pero acaba resultando ser simplemente un pasaje más. Rápidamente se adentra en las turbulentas aguas del amor adolescente. Un amor complicado que se complica más debido a la distancia física y emocional que se establece entre los protagonistas.
La estancia de Dedalus en París es como otra micro película en la que vemos como madura, estudia, trabaja y, en cierto modo, se aleja de su localidad natal y se empieza a interesar en lo que hay más allá de las fronteras de su país.
Tanta ambición convierte a la película en un producto muy interesante, sin duda hay momentos de gran cine en ella, pero también la acaba lastrando al carecer de homogeneidad y por dificultar que el espectador conecte con la historia y sus personajes. Tanto vaivén temporal y genérico es su mayor virtud pero a la vez en su mayor lastre.
A la postre una muy interesante propuesta a la que hay que valorarle su osadía a pesar de que el resultado final no acabe de acompañar. Una película que lejos de ser brillante resulta compleja y, a ratos, hipnótica. Un rara avis dentro del género adolescente que ya tengo ganas de revisionar.
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