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martes, 24 de mayo de 2016

Críticas: Más allá de las montañas

7/10
Shan he gu ren (China, Francia, Japón, 2015). 
Dirección y guion: Jia Zhang-Ke.
Intérpretes: Zhao Tao, Zhang Yi, Liang Jindong, Sylvia Chang, Dong Zijian, Han Sanming. 
Música original: Yoshihiro Hanno. 
Fotografía: Lik-Wai Yu.
Montaje: Matthieu Laclau.
Idioma: Mandarín, cantonés, inglés.
Duración: 131 minutos.


Go West

Por Luis López

Más allá de las montañas (Mountains May Depart), traducción singular aunque no del todo desacertada, cuyo título evoca a Más allá de las nubes de Antonioni y Wenders, es la última película del director chino Jia Zhang-Ke. Llega avalada por el Premio del Público en el Festival de San Sebastián y concursar en la Sección Oficial en Cannes, ambas en el año 2015. El título original comparte más lazos con el dicho popular que empieza: “Si la montaña no va a Mahoma…” que con el film de esos dos colosos fechado en 1995, pero asumo que titular una película basándote en el refranero español no sea quizá una estrategia de marketing muy acertada.

El último año antes del tercer milenio marca el inicio de la trama. No es un año casual para China, la devolución de Macao, la última colonia, y sobre todo Hong Kong dos años antes, son el pistoletazo de salida para apostar decididamente por el capitalismo y su modelo productivo. Definitivamente, China aparca en la galería de maquillaje y estética el Libro Rojo de Mao, aunque cuando vienen visitas lo enseña, más que nada por decoro y para acojonar. Zhang-Ke aprovecha la historia reciente del país para dibujar un triángulo en el que crecimiento y expansión (y miseria, entre paréntesis, porque el capitalismo aleja de los focos la desdicha) se enlazan y desenlazan con el vértigo propio de la velocidad con la que el dinero cambia de manos. 

Tao, interpretada por Zhao Tao es el vértice al que Zhang y Liangzi aspiran a conquistar. Ambos quizá sean referencias a las dos chinas que se articulaban en el momento, la moderno-aperturista  y la clásico-popular. Sobre esta tensión afectiva crece la primera parte del film mostrando cada uno de sus pretendientes sus bondades y su ajuar. Zhao Tao compone un personaje capaz de matizar susurros y explotar de emoción como un hincha futbolero, todo ello sin que resulte paródico o extravagante. 
Como Shan He Gu Ren (este es el título original en chino aunque no sé si en mandarín o cantonés) no es una historia utópica, el torneo por el corazón de Tao lo gana quien lo gana. El próspero dueño de la gasolinera tiene un hijo con ella al que llaman Dólar y con este nombre queda dicho todo aunque la familia poco después se fragmente. El melodrama no ha hecho más que empezar. La China tradicional encarnada por Liangzi ha perdido el combate por el corazón del país y empezará a sufrir las consecuencias. Ya estamos en el año 2014 y el minero, que ha rehecho su vida, enferma tras años bajando a por carbón que alimente el leviatán.

Los lazos familiares nunca terminan de romperse del todo aunque puedan volverse invisibles y mantenerse latentes durante años. Basta un chispazo para poner en marcha el motor de nuevo. Y a Dólar, esto le sucede en el año 2025 viviendo con su padre en Australia tras conocer a  su profesora Mia, le asalta la necesidad de ver a su madre. Los círculos en el cine suelen cerrarse, aunque la narrativa y el manejo de la elipsis en este caso sugieren más que muestran, lo cual es un acierto en un género como el melodrama.


Jia Zhang-Ke cuyas obras más representativas son Un toque de violencia (2013) y Naturaleza muerta (2006) reflexiona y aventura sobre China mirando con cariño sus personajes, que son su país, durante un cuarto de siglo. Puede que la globalización tuviera su punta de lanza con el viaje de Marco Polo, pero sin duda lo más interesante son estos viajes de ida y vuelta.


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