Tokyo Fiancée (Bélgica-Francia-Canadá, 2014)
Dirección: Stefan Liberski.
Intérpretes: Pauline Etienne, Taichi Inoue, Julie LeBreton, Alice de Lencquesaing, Akimi Ota.
Guión: Stefan Liberski, sobre el libro de Amélie Nothomb.
Música original: Casimir Liberski.
Música original: Casimir Liberski.
Fotografía: Hichame Alaouie.
Montaje: Frédérique Broos.
Idiomas: Francés, japonés, inglés.
Duración: 100 minutos.
Corazón japonés, cuerpo europeo
Por Sofia Pérez Delgado
Muchos occidentales se sienten atraídos por el exotismo de un lugar tan diferente como Japón, hasta el límite de sentirse más identificados (o al menos eso creen) con el carácter del país asiático que con el suyo propio. Así le ocurría a la escritora belga Amélie Nothomb, supuestamente nacida y criada en Japón hasta los 5 años, cuando su padre, diplomático, fue enviado a otro lugar. A los 20 años, sin embargo, volvió allí para vivir de manera independiente en Tokio, al principio dando clases de francés. Así conoció a Rinri, un joven nipón con el que mantuvo una relación de 2 años. Nothomb recreó estos acontecimientos en su libro 'Ni de Eva ni de Adán', que ahora llega a los cines (coincidiendo también con la salida a la venta hace unas semanas de la última novela de la escritora en español, 'Pétronille') convertido en película ligera, de corte alternativo e indie de manual.
La historia es el reverso de lo que contó Nothomb en 'Estupor y temblores' (que ya se llevó al cine de la mano de Alain Corneau en 2003), en la que hablaba de su terrible experiencia trabajando en una gran empresa de Tokio. Para entonces, su vida personal junto a Rinri, que al principio parecía un cuento de hadas, también había empezado a desmoronarse. Así lo muestra en el filme el director Stefan Liberski, que aunque traslada la acción de 1989 a la actualidad (no sin aportarle cierto esnobismo a una Amélie que permanece ajena a las nuevas tecnologías en una ciudad totalmente robotizada), durante la primera parte realiza un trabajo de adaptación casi literal, sin apenas alterar muchas de las escenas del libro. El romance del título comienza con momentos jocosos sobre las diferencias culturales, y se decanta por potenciar el encanto y el carisma de sus dos protagonistas, sobre todo Pauline Étienne, que le gana terreno a Taiche Inoue hasta dejarle de lado (además de que su personaje está más desarrollado).
Este tono elegido y muy marcado tiene como contrapunto negativo la eliminación de casi todo el marcado estilo propio de Nothomb, que es provocador, excéntrico, psicoanalítico, cínico… Es obvio que muchos elementos se van a perder en la traducción a otro medio (especialmente los conflictos lingüísticos y filológicos), pero lo que más choca es el alejamiento de cualquier tema relacionado con el desarraigo de los jóvenes que se buscan a sí mismos. Liberski pasa además del realismo mágico al dramatismo sin casi transición, entroncando de manera muy forzada el último tramo de la cinta con el terremoto y el tsunami que asolaron el país en 2011. Esto, más que un sentido homenaje, parece una salida fácil para no ahondar en la complejidad de las relaciones de pareja, y suavizar la independiente pero muy dura decisión final que realmente tomó Nothomb.
“Lo nuestro fue más que una simple historia de amor”, reflexiona Amélie al final de la película, pero no encontramos nada a lo largo del metraje que confirme esa afirmación. Quizás lo más artificial de Romance en Tokio sea la introducción de esos pensamientos, enunciados simplemente porque se encuentran en el material original, y que son más propios del espíritu japonés de una autora dada a las disertaciones. Porque su aspecto se acaba revelando como mucho más cercano al de cualquier comedia europea, sin nada personal que la haga destacable. Lo que era un relato divertido e incisivo, alejado de cualquier convención romántica, se transforma en un filme tan disfrutable en el momento como intrascendente y olvidable después.
No hay comentarios:
Publicar un comentario