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jueves, 3 de diciembre de 2015

Críticas: El puente de los espías

8/10
Bridge of Spies (USA, 2015).
Dirección: Steven Spierlberg.
Intérpretes: Tom Hanks, Mark Rylance, Amy Ryan, Alan Alda, Scott Shepherd.
Guión: Matt Charman, Ethan Coen, Joel Coen.
Música original: Thomas Newman.
Fotografía: Janusz Kaminski.
Montaje: Michael Kahn.
Idioma: Inglés, alemán, ruso.
Duración: 141 minutos.


A ambos lados de la guerra fría

Por Miguel Delgado


Después de más de 40 años en el mundo del cine, Steven Spielberg se ha convertido en un icono y en un referente, como figura comercial dentro de la industria y como un cineasta a día de hoy clásico de portentosas virtudes. Así pues, cualquier nueva película del director se convierte en un acontecimiento a tener en cuenta. Últimamente, el director de E.T. se ha centrado en un cine de carácter histórico, con alguna salida hacia la aventura. Los resultados han estado divididos (muy, muy bien en Munich y en Lincoln; no tanto en War Horse), pero casi siempre en esta etapa se ha mostrado como un realizador, con una mirada crítica y clínica hacía acontecimientos de su propio país o cultura sin perder su estilo. En su última película nos traslada hacía la Guerra Fría y cabía esperar la buena mano habitual. 

Basada en un el caso real del abogado James B. Donovan, especializado en seguros, al que le es encargada la defensa de un supuesto espía ruso, que deberá ser usado en un intercambio de agentes… La película se divide de manera bastante clara en dos mitades: la primera más cercana al cine de juicios, mientras nos hace un retrato de la sociedad americana durante los años 50. La segunda nos traslada al Berlín oriental y también asistiremos a una detallada imagen de la posguerra en el país alemán. Spielberg maneja el suspense y la tensión con soltura, demostrando por qué es un considerado uno de los mejores narradores de la historia del cine, y añade un elemento algo inesperado: un humor irónico y absurdo que, más que intencionado, se produce debido a los tejemanejes en el mundo del espionaje de la época. Estos elementos siempre funcionan, aunque son puntuales y se encuentran bien dosificados. Eso sí, en los minutos intermedios que unen ambas partes se muestra cierta deriva en la historia de la trama en la que el espectador puede quedar algo descolocado, aunque enseguida volverá a ser puesto en su sitio. 
La cinta cuenta en su guión con la presencia de dos grandes del cine como son los hermanos Coen. Su adición se presupone que sirvió para puntuar ese toque irónico de la cinta, y aunque su última participación en un libreto ajeno, Invencible (lo último de la Angelina Jolie directora) no consiguió salvarlo, en El puente de los espías puede verse cierto toque suyo entre líneas. El libreto, en el que también figura el nombre del británico Matt Charman, autor principal, no se esconde a la hora de lanzar dardos envenenados a una sociedad estadounidense temerosa y paranoica, alejándose así de cualquier tipo de patriotismo exacerbado. Al igual que ya realizó en Munich, Spielberg no se coloca del lado de ningún bando (lo hace del lado de su “capriano” héroe) y es capaz de mostrar los detalles políticos y sociales críticos sin problemas. 

Tras toda una carrera desarrollándose, parece prácticamente imposible que un film de Spielberg luzca poco solvente. El diseño de producción es de primera y ayuda a meter en situación desde el comienzo, con unos escenarios tangibles y reales (impecable reconstrucción del muro de Berlín). Janusz Kaminski, habitual fotógrafo del director desde hace dos décadas, realiza como siempre un trabajo competente, sin aspavientos, pero hermoso, que apoyado en la planificación y en el uso del analógico lleva a la película al primer orden de producción. Otro compañero de Spielberg desde hace aún más tiempo, Michael Kahn, compone un montaje con algunos juegos entre escenas de lo más interesantes. También merece alabanza el reparto, encabezado por un carismático Tom Hanks, que vuelve a cargarse una película a sus espaldas sin aparente esfuerzo (algo que está habituado a hacer), y un abultado y más competente reparto, entre los que se incluyen conocidos actores alemanes. 
Mención especial merece Mark Rylance, que da forma a un papel muy contenido, pero aun así capaz de expresar muchas cosas. Uno de los puntos álgidos en la cinta es la relación entre Hanks y Rylance, y aun así sería necesarias más escenas entre ambos -sobre todo durante la primera mitad de la película- que ayudaran a entender la actitud que tienen el uno con el otro. Esto no es un defecto importante, aunque no es el único. El sorprendente punto negro de la cinta lo encontramos en la banda sonora. Sin poder contar con John Williams debido a problemas de salud, Spielberg ha recurrido al casi siempre competente Thomas Newman, que sin embargo aquí se limita a imitar al Williams más empalagoso. El estilo de la banda sonora podría haber funcionado en una cinta del estilo de War Horse, pero no en esta, llegando a perjudicar algunas secuencias, como las dos últimas, que pierden sutilidad y mensaje en favor de grandes dosis de almíbar. Spielberg ha desperdiciado así la opción más lógica que habría sido la de no utilizar música original optando, por ejemplo, por usar composiciones de compositores rusos. No en vano, el mejor momento musical de la cinta es aquel en el que suena Shostakóvich.


El puente de los espías no es ni será considerada una de las grandes películas del llamado Rey Midas de Hollywood. Pero eso no quita que sea una estupenda película que hace un hábil retrato de una época gris, además de un gran entretenimiento que fluye rápidamente. Es una pena que con un par de apuntes y una banda sonora que hubiese sabido captar la historia sería aún mejor. 




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