Life (Reino Unido-Canadá-USA-Alemania-Australia, 2015).
Dirección: Anton Corbijn.
Intérpretes: Dane DeHaan, Robert Pattinson, Alessandra Mastronardi, Joel Edgerton, Ben Kingsley.
Guión: Luke Davies.
Música original: Owen Pallett.
Fotografía: Charlotte Bruus Christensen.
Montaje: Nick Fenton.
Idioma: Inglés.
Duración: 111 minutos.
Desfile de celebrities
Al contrario que su carrera fotográfica, no se puede decir
que el cine de Anton Corbijn tenga un estilo propio definido. Especializado en
el ámbito musical, ganó reconocimiento en el medio audiovisual con sus viscerales
videoclips, especialmente por su trabajo con Depeche Mode, pero también, entre
muchísimos otros, con Metallica, U2, Nick Cave, Nirvana, Herbert Grönemeyer o
Coldplay. Era lógico que su primer largometraje de ficción, Control (2007) versara sobre una figura
musical, la de Ian Curtis, líder de Joy Division. La película más autoral de
Corbijn hasta la fecha (incluso utilizando su habitual blanco y negro) dio paso
a un sorprendente giro en su trayectoria hacia el thriller ambiental con El americano (2010). Visto su eficaz
tercer trabajo, El hombre más buscado
(2014), parecía que ese podía ser el género por el que se decantara. Sin
embargo, en Life, su más reciende
filme, no solo vuelve al biopic de un mito que murió muy joven, sino que lo
hace de la manera más convencional.
Un glamour que contrasta con la naturalidad con la que
Corbijn, como una constante en su cine, trata a los personajes aislados,
melancólicos. Se interesa siempre por sus relaciones y su carácter humano, sea
cual sea su profesión o condición, de una manera igual de cercana a como lo
hace en sus fotografías. No es raro que el realizador se sintiera atraído por
esta historia: James Dean era un inadaptado que no acataba las normas establecidas
por el star system. Corbijn le baja del pedestal y llega a la esencia de la
persona a través de los cuidados y sobrios primeros planos.
El título de Life
tiene el doble sentido de referirse a la revista que publicó las fotografías de
Stock, y también a la fugacidad de la vida a la que siempre se alude al
referirnos a James Dean. Pero también funciona como una paradójica
contradicción, ya que estamos ante una película falta de energía, impersonal y plana.
Una obra funcional y de encargo, de escaso interés real más allá de la
curiosidad.
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