"Cuando
el Gobierno de Corea del Norte manda ejecutar al tío del líder del país, la
noticia no debe ser si lo han ejecutado en un pelotón de fusilamiento o si se
lo han comido trescientos perros. Lo que debería ser noticia es el porqué."
Álvaro
Longoria (Santander, 1968) es un cineasta español que ha producido, entre otros
largometrajes, el díptico sobre el Che Guevara dirigido por Benicio del Toro (Che: El Argentino y Che: Guerrilla), Habitación
en Roma de Julio Medem o la película colectiva Siete días en La Habana. Sin embargo, su trayectoria en el cine va
estrechamente ligada al cine documental: trabajó como productor en proyectos de
Oliver Stone, Carlos Saura o Manuel Martín Cuenca. Su primer trabajo como
director, Hijos de las nubes, la última
colonia (2012), ganó el premio Goya al Mejor documental. The Propaganda Game es el segundo
documental que dirige.
Tierra Filme pudo entrevistar a Álvaro
Longoria durante la pasada edición del Festival de Cine de San Sebastián a
propósito de su nuevo trabajo. Álvaro se mostró abierto y agradable desde el
inicio, y fue un auténtico placer hablar con él sobre la situación en Corea del
Norte, la figura de Alejandro Cao de Benós, los peligros de la manipulación y
la propaganda, el estado del periodismo y el papel que debe jugar el documental
como espacio de reflexión y reposo en una sociedad saturada de información.
Por Sergio Diez
Fotos: Betta Pictures, Festival de San Sebastián
1.- ¿De dónde nace tu interés por este
proyecto?
A mí
siempre me han interesado mucho los documentales políticos. Mi carrera como
documentalista siempre ha ido ligada a la política internacional. Mi
experiencia con los documentales de Oliver Stone nos llevó en su día a intentar
hacer un proyecto sobre el líder de Corea del Norte, que por entonces era Kim
Jong-il. Ahí empecé a estar interesado. Mandaba cartas a las Naciones Unidas y
me las devolvieron sin abrir. También a la embajada de Corea. Corea era ya
entonces un país que me interesaba muchísimo, lo que pasa es que cuando ves que
se convierte en una misión, te llama más la atención.
Yo
estuve durante mucho tiempo intentando grabar allí. Fracasé totalmente, fue
alucinante. (Risas). Porque intentamos grabar en otros países complicados, por
ejemplo la Libia de Gadafi o el Irak de Sadam Husein, y al menos conseguías
comunicar con ellos, aunque al final no se grabara. En Corea eso era imposible.
Y de repente un día leí un artículo sobre Alejandro Cao (de Benós): “El único
extranjero que trabaja para el Gobierno de Corea del Norte”. Y decidí mandarle
un mensaje por Facebook. ¡Me contestó a las dos horas! Y yo pensaba: “Vaya, es
posible”.
2.- Es curioso, uno de los países más
herméticos del mundo, y sin embargo…
Pero
eso es porque Alejandro vive aquí, en España. Bueno, allí y aquí, viene y va,
pero no habla coreano.
3.- Esa es uno de los aspectos que te
quería comentar, porque yo esto lo he conocido gracias a tu película. Creo que
mucha gente piensa, sin conocer a fondo al personaje, que él está perfectamente
integrado. Y sorprende mucho ver cómo habla inglés con los norcoreanos, o se
comunica con un traductor.
Ayer,
en el Zabaltegi (una de las secciones del Festival de San Sebastián), pusieron
una película de Corea del Sur, y cuando vieron a Alejandro… Porque claro, si
para nosotros este es un tema fascinante, imagínate para los coreanos del sur: todo
lo relacionado con Corea del Norte les genera muchísimo interés. Pues estos
hombres se fueron directamente a hablar con él y allí estuvieron un buen rato. Y
yo pensaba: es que no se dan cuenta de que no entiende lo que le están
diciendo. Le soltaron una parrafada, y él les decía tres o cuatro frases. Y
luego ya les explicó: “No, es que yo hablo muy poco”. Pero claro, parece que sí
sabe.
4.- ¿Y fue después de conocer a Alejandro
cuando decides incluirlo como un personaje con un cierto peso en tu película?
Tú
has visto a Alejandro: es el sueño de un documentalista. Y de hecho al
principio parece mucho mejor personaje de lo que luego resulta, porque al ser
un personaje que no tiene evolución, es muy limitado. Alejandro es lo que es, y
no cambia. De hecho, yo en la película hago todo un esfuerzo para proteger al
personaje al principio, y luego desprotegerlo un poco. Porque claro, si no me
lo cargaba en dos minutos.
5.- Sí, ese cambio o desprotección se ve
muy bien en la secuencia del colegio.
Cuando
grabamos en el colegio, yo es que no podía creerme lo que oía. Pensaba: “¿De
verdad que (Alejandro) les ha dicho eso a los niños?”. (Risas).
6.- ¿Qué tal la experiencia de estar en el
Festival de San Sebastián dando entrevistas con Alejandro (Cao de Benós)?
Pues
es quizá el momento más incómodo de todos, porque yo no opino como él en
absoluto. No es fácil hablar libremente sobre él con él al lado. (Risas).
7.- ¿Es una cuestión de respeto mutuo?
Sí,
ha estado desde el principio y creo que se ha mantenido. Eso explica, en mi
opinión, que haya venido tan alegremente al festival, porque desde un principio
nos dijimos: “Hasta aquí llego yo. Estas son mis reglas”. Los dos pusimos todas
nuestras normas encima de la mesa antes de que yo viajara a Corea, y por eso
luego no ha habido sorpresas. No es que él me diga: “¿Cómo pones eso?”.
Él
sabía perfectamente lo que se iba a encontrar. Antes de ir a Corea del Norte sí
que tengo un momento en el que me digo: existe un riesgo para mi integridad. O
eso es lo que piensas. Porque dices: “¿Si les pongo a parir? Si yo voy ahí a
hacer algo muy guay y luego les traiciono, ¿qué me va a pasar?”. Porque en las
historias de terror te puede pasar cualquier cosa.
Entonces
yo lo que hago es decir muy claramente: “Esto es lo que quiero hacer. Y si no
te parece bien, no grabo la película”. Por ejemplo: “Voy a hablar con Amnistía
Internacional. Y si no os gusta, no hacemos el documental. Ya está, no pasa
nada. Pero yo tengo que tener la opción de hablar con Amnistía Internacional,
aunque vosotros penséis que es la CIA. Si piensas que es la CIA lo dices ante
la cámara, no pasa nada, pero yo voy a hablar con ellos”. Cuando dejas las
reglas tan claras y conseguir que aún así te den permiso para ir a rodar, luego
ya no te pueden decir nada.
9.- Para el momento en el que pedís los permisos,
y os permiten grabar en Corea del Norte, ¿tú ya tenías la idea de utilizar imágenes
de archivo en tu pieza?
Yo
soy bastante optimista, y al principio pensaba que sí que iba a poder ir allí a
ver un poco la verdad, a conocer cómo viven en Corea. Además, yo había leído
muchísimos libros: te podría contar qué es lo que hace, teóricamente, un
norcoreano desde por la mañana hasta por la noche. Pensaba que a poder ilustrar
eso en mi película.
Pero
enseguida, incluso antes de viajar a Corea, noté las presiones y la tensión que
esto genera. Me di cuenta de que era imposible enseñar la verdad, y que sin
embargo era alucinante lo fácil que era manipular la información. De hecho, a
mí es que me estaban manipulando todo el rato. Yo iba como una pelota de
ping-pong: primero me daban unos, luego me daban los otros. (Risas).
Estuve
en China una semana antes rodando también, y allí alucinaban porque la visión
que tenemos nosotros de Corea del Norte y la visión que de ellos se tiene en
China no tienen nada que ver. Al grabar en Corea, la gente de allí te transmite
otra visión de su propio país distinta a la que tú traías. Y por último, al
salir de Corea del Norte, y hablar con personas que conocen el país, te da otra
nueva perspectiva totalmente distinta. Y te planteas lo fácil que es manipular.
10.- Creo que ahí radica el mayor interés
de la película. Muchos espectadores esperan un buen trabajo, pero que se limite
a analizar la propaganda que hay dentro del propio régimen de Corea. Pero esa
reflexión sobre cómo nosotros también nos dejamos llevar por rumores al haber
un desconocimiento sobre ese país es muy interesante. ¿Esa idea estaba desde el
principio o surgió conforme avanzaba el proyecto?
Sí,
estaba desde el principio. Lo tenía clarísimo. De hecho, tenía mucho más clara
la parte de la propaganda de fuera de Corea del Norte que la de dentro. Tú eres
periodista y sabes que el titular de lo que publiques marca la lectura de
aquellos que sigan tu trabajo. De hecho, el 99,9% de los lectores lean tu
titular y, por ejemplo, el resumen. Es una presión constante que tenéis los
periodistas, y de hecho me hubiese gustado profundizar un poco más sobre la
presión que hay en las redacciones de los periódicos, por ejemplo, para sacar
la noticia grotesca. Porque claro, los periodistas son periodistas: ellos saben
lo que están haciendo. La audiencia quizá no, puede que el público no sea tan
consciente. Pero cuando el Gobierno de Corea del Norte manda ejecutar al tío
del líder del país, la noticia no debe ser si lo han ejecutado en un pelotón de
fusilamiento o si se lo han comido trescientos perros. Lo que debería ser noticia
es el porqué.
A mí
me parece que la idea más interesante no es si lo que sabemos de Corea del
Norte es verdad o mentira, sino que la gente cada día es más vaga mental. Nos
estamos convirtiendo en un país de estúpidos integrales, donde la gente no lee,
no se informa y se limita a asumir los titulares como verdades absolutas. Cualquiera
puede sacar una verdad absoluta, y eso es muy peligroso.
11.- ¿Y en algún momento te dio miedo al
irte a grabar allí por saber que te iban a marcar continuamente el recorrido y
demás? ¿Temías que las imágenes se limitaran a mostrar aquello que ellos
querían que vieras?
Bueno,
yo sabía que me iban a marcar el recorrido, y de hecho, las imágenes se limitan
a mostrar lo que ellos querían que viera. (Risas).
12.- Sí, probablemente. Pero como
espectador, tenía la sensación de ver imágenes sobre Corea que los demás
reportajes no habían mostrado.
Yo
pasé allí diez días. Los tres primeros días la hostilidad hacia mí por parte de
los norcoreanos fue brutal. Luego ya poco a poco se fue relajando, gracias
también a la labor de Alejandro, que decía: “Tenéis que confiar. No es un
periodista”. Porque, claro, ellos a los periodistas les tienen pánico. Y poco a
poco se fueron relajando, me fueron abriendo un poco más el itinerario,
flexibilizándolo un poco más. A mí lo único que verdaderamente me daba miedo
era que me quitasen las imágenes, porque era un riesgo real. De hecho yo he
visto cómo quitaban imágenes a gente que ha estado allí por haber hecho fotos,
digamos “no aceptables”, y a uno de los que se alojaban en nuestro hotel le
quitaron el disco duro del ordenador.
Sin
embargo, a mí no me limitaban tanto a la hora de decir “no puedes rodar esto”.
Yo grababa prácticamente todo el rato: llevaba unas Go-Pros que se ven al final. Creo que es todo como una pose, una
forma de inspirar ese miedo y respeto que genera Corea del Norte. Conmigo ahora
eso ha cambiado un poco, porque tengo más relación con ellos, entiendo más cómo
piensan. Pero al principio te asustaba.
13.- ¿Viajaste allí con la idea de capturar
todo lo que pudieras y luego darle forma con las entrevistas grabadas?
Sí,
lo tenía muy claro. De hecho algunas de las entrevistas estaban grabadas antes
de viajar a Corea del Norte. Yo intento siempre entrevistar a muchísima gente
para disponer de toda la información posible. Estuve una semana en China grabando
encuentros con expertos en confucionismo, historiadores, periodistas,
profesores de economía… Soy economista de formación, y siempre pienso en la
expresión aquella que dice “It’s the economy, stupid”. (Risas). Al final es la
economía, porque el sistema que tienen montado no existiría si no tuvieran una
frontera abierta con China donde entra y sale comida, dinero… Si cierran la
frontera, eso no duraría ni un mes.
14.- ¿Crees que Corea va a iniciar pronto
un proceso de apertura o que realmente le va a costar mucho?
Yo
creo que le va a costar todavía. Pero llevan sesenta y tantos años con un
régimen que prácticamente no ha cambiado nada. Han pasado una crisis muy gorda
en los años noventa que lo lógico es que hubiese hecho caer al régimen, como
pasó en todos los demás países comunistas. Es el único que ha aguantado: los
demás han caído. Ya no queda ni Cuba. Creo que al final tienen que cambiar
porque la situación ya es insostenible para ellos. No creo que se pueda
aguantar mucho más. Quizá diez o veinte años, pero no más. Porque a todo el
mundo le interesa este contexto ahora, pero no creo que siga interesando dentro
de unos años.
Ojalá
el futuro consista en una transición hacia un sistema mejor, y no en un colapso
del sistema, que para mí es el peor de los contextos posibles. Eso a nadie le
interesa, y se ha demostrado, como hemos podido ver en los colapsos de Irak y
de Libia, en lo que han acabado: una hecatombe total. Nadie quiere eso. Y sobre
todo con armas nucleares de por medio. Creo que esa transición se dará poco a
poco. Los norcoreanos están deseando que los norteamericanos les hagan caso.
Desearían firmar la paz, porque ahora mismo no la hay, las dos Coreas siguen en
alto al fuego. Creo que desearían que los norteamericanos les hablen de tú a
tú. El día que los norteamericanos quieran, esto cambiará, estoy seguro. Es una
cuestión de deseo y de interés.
15.- ¿Cómo ha sido el proceso de montaje?
¿Las entrevistas eran largas? ¿Buscaste dar cabida a todas las voces?
Sí,
sí. Yo soy muy pesado. (Risas). Tengo muchísimo material. Yo no puedo hacer una
entrevista en menos de una hora, soy incapaz. Porque cuando tengo a alguien que
sabe más que yo, quiero obtener de él toda la información que pueda. A lo mejor
luego no lo voy a montar, pero por eso queda ahí y me sirve.
16.- ¿Te costó dar forma a la película?
Sí
me costó. Por ejemplo, mi participación o inclusión como personaje, no la tenía
clara. A mí no me gusta aparecer, no disfruto del protagonismo. Pero me di
cuenta en el rodaje, gracias también al equipo. Especialmente gracias a una de
las cámaras que venía conmigo, que insistía mucho en que teníamos que hacer un
diario grabado, que luego quizá nos serviría para el montaje. Lo hicimos y la
verdad es que funciona, porque si no, no habríamos podido reflexionar y
habríamos perdido las sensaciones que surgen en esos momentos. Al final esto es
una road-movie en la que el
espectador va conmigo. Es fundamental tenerme de referencia. Pero al inicio de
la película no tenía muy claro esto.
17.- ¿Tienes una lucha constante por
recoger en tus películas el tema internacional del momento?
Sí,
pero también creo que un documental sobre eventos de la más inmediata
actualidad, de algo que está muy presente en las noticias, es una mala idea.
Pongamos un ejemplo que nos sirva en este momento: el de los refugiados sirios.
Ahora mismo hay un colapso total de información sobre los refugiados. Si tú sacas
un reportaje ahora sobre ese tema, nadie lo va a leer porque la gente se cree
que ya tiene toda la información que necesita. Dentro de dos años, o incluso de
dos semanas, el análisis más profundo, más pausado y meditado sí que se debe
dar, se dará seguro. Pero cuando está todo en las noticias es muy difícil.
Creo
que, en cambio, esta no creo que sea una película que vaya a pasar de moda,
porque al final este tema siempre va a estar ahí. Esto es una realidad que
existe y que, a lo mejor, dentro de veinte o de cincuenta años habrá cambiado,
pero seguirá siendo interesante mirar hacia atrás y decir: “Corea del Norte era
así, la información en ese momento era así”. Ojalá yo pudiese ver ahora mismo
cómo era la URSS en los años cincuenta. Me encantaría. Lo seguiría viendo con
avidez.
Los
documentales históricos son alucinantes. De hecho tengo uno que me sirvió de
referencia que se llama Berlín. Sinfonía
de una ciudad, dirigida por Walter Ruttman en el año 1927, que es un
retrato de Berlín en ese año y una maravilla de película. Hoy lo ves y alucinas
todavía, aunque la ciudad de ahora no tenga nada que la que el film nos
muestra.
18.- ¿Qué importancia crees que tiene hoy
en día el documental político? Sobre todo, en relación a nuestro país. ¿Crees
que estamos un poco dormidos en este campo?
Sí, creo
que corremos un riesgo como sociedad de que predomine la vagancia intelectual,
y la gente tiende a no pensar mucho. Creo que es importante que la gente
reflexione sobre las cosas y que pueda hacer una libre elección tu destino, en
base a una información que sea lo más completa posible. Si te limitas a creer
en todo lo que te cuentan, estás cayendo en la propaganda. Y eso es justo la
esencia de la película: recordar a la gente que solo puede mantener su libertad
si la ejerce.
19.- ¿Cómo crees que está el sector del
cine documental en este momento en cuanto a realización y distribución de
proyectos?
El
documental es un género que siempre va a ser minoritario. Aún así, hay una
fascinación por los documentales que quizá no es masiva, pero que sí conecta
con una parte de la gente de todo el mundo que quiere profundizar y analizar
las cosas. Esa es la importancia de los documentales: que te expliquen bien un
tema, sea cual sea, o que puedas aprender sobre algo, tener más información al
final del visionado que te permita incluso a opinar diferente.
Tengo
la sensación de que el documental ha llenado un hueco que quizá antes se
completaba con la lectura de libros y con periodismo impreso. Ahora la gente
cada vez lee más rápido, hay demasiada información, recibimos un número enorme
de noticias al día, no te da tiempo a leerlas todas… Y sin embargo, si decides
“voy a ver un documental”, sabes que te vas a meter de verdad en algo. Espero
que cuando la gente salga de ver mi película sientan que saben mucho más de lo
que sabían antes, no solo de Corea del Norte sino de cómo funcionan los medios
de comunicación y cómo se manipula la información.
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