Por Sergio Diez
La
sección Horizontes Latinos rezuma calidad en esta edición del Festival de Cine
de San Sebastián. Que el cine latinoamericano goza de un excelente estado de
salud es una realidad, pues esta temporada ha obtenido algunos de los premios
principales en los festivales internacionales de mayor prestigio. En pasadas
crónicas ya escribimos sobre El club de Pablo Larraín, ganadora
del Gran Premio del Jurado en el pasado Festival de Berlín; y sobre El
botón de nácar de Patricio Guzmán, documental ganadora del premio al
Mejor Guión en ese mismo festival. Dos filmes chilenos reflexivos sobre la
realidad y la historia de su país, que sirvieron para introducirnos a una
atractiva selección de películas.
El argentino
Santiago Mitre nos ofreció una de las películas más destacables de todo el
festival: Paulina. El film es un remake
de La patota (1960) de Daniel
Tinayre. De hecho, el título con el que esta nueva versión se estrenó en
argentina es el mismo: La patota (palabra que, vendría a
significar algo así como pandilla,
aunque se suele relacionar a un grupo de personas que atacan a una persona
indefensa). Mitre nos presenta en Paulina
a una joven abogada con una brillante carrera por delante que decide dejarlo
todo para irse de profesora a un proyecto de educación en Posadas, en una
región rural del noreste de Argentina. Lo que inicialmente parecía una película
sobre la lucha de una joven de Buenos Aires por concienciar políticamente a una
comunidad rural cambiará hacia otra historia mucho más dura después de un
traumático acontecimiento.
Paulina es un film que se pregunta sobre
el origen de la violencia y del machismo en nuestra sociedad. Cuestiona el
sistema judicial y pone el acento sobre las desigualdades económicas y sociales
que generan marginalidad. Pero ante todo, Paulina
es un film sobre una mujer que se niega a presentarse como una víctima a la
que deba compadecerse. La protagonista tiene una personal idea de sacrificio
por los demás que responde tanto a sus convicciones como a su deseo de huida
hacia delante.
La
película ofrece secuencias sobresalientes, como la escena de apertura, una
conversación entre Paulina y su padre, rodada en un único plano en el que la
protagonista explica por qué quiere dar un giro drástico a su vida. Tiene una
construcción narrativa muy interesante, pues inicialmente se centra en seguir
el punto de vista de la protagonista, para retomar después los mismos
acontecimientos desde el punto de vista de otro personaje. Después de converger
los dos relatos en un mismo suceso, la perspectiva de la narración se repartirá
entre Paulina y las personas más directamente afectadas por lo que ella ha
vivido.
Paulina lidera la votación del Jurado de la Juventud. (El sábado se
sabrá si definitivamente gana finalmente este premio). La mayor virtud de la película de Mitre es cómo nos permite comprender a personajes que
representan posturas muy diferentes (el novio de Paulina, pero sobre todo su padre)
sin negar nuestra admiración absoluta a la lucha de la protagonista. Un film
que ilustra a la perfección esa aquella que Renoir expresaba verbalmente en La regla del juego (1939): “Lo terrible
de la vida es que todo el mundo tiene sus razones”.
Estos
días pudo verse también en Horizontes
Latinos la película venezolana Desde allá, ganadora del León de Oro
en el Festival de Venecia hace poco más de diez días. Dirigida por Lorenzo
Vigas, el film narra la historia de Armando, un hombre maduro que elabora
prótesis dentales, y que convive de forma complicada con su sexualidad: suele
pagar a jóvenes para que se desnuden en su casa mientras él les observa. Un día
conocerá a Elder, un joven impulsivo y con mucho carácter con el que entablará
una complicada relación. La película que toca temas tan sensibles como la aceptación
de la homosexualidad, la delincuencia, el miedo a construir relaciones físicas
y sentimentales con otra persona. Los personajes se asustan cuando aquello que
habían concebido como fantasía puede convertirse en una realidad que les hace
sentir vulnerables.
Desde allá aporta una mirada llena de ternura hacia estos dos hombres,
sin por ello negarles sus obsesiones y miserias, como la de Armando con su
padre. El director utiliza además una cámara pegada a sus personajes y una
fotografía que utiliza poca profundidad de campo, de modo que en los largos
paseos de Armando por la ciudad de Caracas sea él lo único que se nos muestre
enfocado, y sugiera una presencia fantasmal y ensimismada. Los dos actores
protagonistas, tanto el debutante Luis Silva como el veterano Alfredo Castro
(que es sin duda uno de los mejores actores a nivel global en este momento)
están perfectos en sus papeles, y nos brindan unas interpretaciones soberbias
(y eso que la película incluye algunas escenas muy delicadas). Una bella película
llena de sensibilidad, amor, obsesión y violencia que deja un amargo sabor de
boca con su dramático final.
Chronic
es una película dirigida por el mexicano Michel Franco y producida por
el también director Gabriel Ripstein (ambos nombres participaron también en la
producción de Desde allá). El film
ganó el premio a Mejor Guión en el Festival de Cannes. Cuenta la historia de un
abnegado enfermero que atiende a distintos enfermos terminales, a los que
acompañará hasta su trance final. El protagonista de Chronic, interpretado por Tim Roth, se involucra a fondo con cada
uno de sus pacientes: se documenta sobre el campo profesional en el que los
enfermos trabajaban, se presenta ante terceros como un familiar cercano de sus
pacientes. Después que los hijos de uno de los enfermos le acusen de una falta
muy grave, el enfermero procurará rehacer su vida y acercarse a esa mujer y esa
hija a las que dejó de lado después de una muy dura pérdida sufrida en el
pasado.
El
film está rodado en planos largos, distantes y rígidos que permiten mostrar sin
distracciones ni artificios de ningún tipo toda la entrega y sensibilidad del
personaje de Tim Roth de cara a sus enfermos. Un film austero, con unas elipsis
directas y un estilo seco (aunque tenga unas notas de humor imprescindibles).
Las interpretaciones son muy buenas, y la película toca temas tan espinosos
como interesantes de plantear: la justificación ética de la muerte asistida, el
abandono de las familias a sus enfermos terminales o la soledad que se siente en
el tramo final de una vida. Tiene una última secuencia impactante que, si bien
es justificable por el ajetreo interior del protagonista y expresa muy bien cómo
se encuentra (ensimismado, consumido por sus enfermos, sus dudas y fantasmas);
resulta forzado en comparación con la sobriedad del conjunto.
El
film de Ripstein describe el mundo de la frontera y el tráfico de armas entre
los dos países de una forma mucho más cruda, terrible y directa que otro film
presente en el festival con un tema parecido (Sicario). Tiene un estilo seco construido en torno a unos planos
largos, en muchos casos planos secuencia con unas coreografías muy complejas.
Cada secuencia potencia su tensión al dilatar la duración de los
acontecimientos, introducir esperas y gestos a priori intrascendentes (los
personajes tienen que hacer sus necesidades durante el viaje, un importante
cabecilla de una organización ilegal tiene que lavar sus platos mientras espera
a que le traigan al hombre al que desea ejecutar).
Ixcanul
es el estupendo debut del guatemalteco Jayro Bustamante. La palabra del
título quiere decir volcán en la
lengua maya cakchiquel en la que está rodada la película. Ixcanul narra la historia de una joven de una comunidad indígena y
la vida con sus padres en el campo. María, la joven protagonista, está
prometida con el que patrón que le da trabajo a su familia. Su vida cambiará en
el momento en el que quede embarazada de un joven del que ella está enamorada.
El
film retrata el aislamiento y la marginación social que sufren determinadas
comunidades a causa de su lengua, sus tradiciones y su capacidad económica.
Además aborda de lleno un tema muy delicado: el de los robos de bebés a
familias indígenas, que durante muchos años de la historia reciente de
Guatemala la convirtieron uno de los destinos favoritos para aquellos
extranjeros que quisieron adoptar un niño en el menor tiempo posible. Una ópera
prima muy lograda por la que merece la pena seguir los pasos a este nuevo
director.
Dentro
de la Sección Oficial, la película que generaba una especial expectación esa
jornada era The Boy and the Beast de Mamoru Hosoda. Y no defraudó sus expectativas,
pues el director nos entrega un genial film de animación (el primero en participar
a concurso en el festival) que sigue la historia de un niño que se escapa de su
hogar y llega hasta el mundo de las bestias, donde será criado por un impulsivo
oso-hombre que pretende convertirse en el nuevo señor del reino.
Un canto
a la relación de aprendizaje que se establece entre un padre (o tutor) y su
hijo (o pupilo) en el que las dos personas implicadas crecerán y se harán
mejores con la ayuda del otro. La película analiza también la distinta
percepción del tiempo que se da en personas de edades diferentes, y tiene una
hermosa forma de plantear la superación de la pérdida de un ser querido y de
cómo seguir adelante llevando con nosotros algo del carácter de aquel a quien
queríamos.
Con
una música preciosa y unos personajes perfectamente dibujados, The Boy and the Beast es un film con una
magia especial y una construcción narrativa perfecta, en la que un maduro
narrador combina con maestría un gran número de elementos y una visión del ser
humana nada simplificada (la oscuridad como algo inherente al ser humano). Una
de las películas más redondas y emotivas que se han visto en esta edición del Festival,
que supone una excelente oportunidad de acercarse a una narración clásica sin
fisuras que retrata el paso a la edad adulta de los jóvenes de nuestro tiempo.
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