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martes, 22 de septiembre de 2015

Crónicas: San Sebastián 2015 (III)

Por Sergio Diez


El domingo pudo verse en la sección de Perlas, cuyas películas optan al Premio del Público, el que para mí es uno de los filmes imprescindibles de esta edición: Nuestra pequeña hermana, del director japonés Hirokazu Kore-eda. La película nos cuenta la historia de tres hermanas que viven juntas desde el amargo divorcio de sus padres. Un día les sacude la noticia de que la muerte de su padre y deben acudir a su funeral. Allí conocen a la hija que el difunto tuvo con otra mujer, una niña encantadora que obligada a madurar demasiado rápido. Las tres hermanas protagonistas le ofrecen vivir con ellas y la criarán como a una más de la familia.
 
Nuestra pequeña hermana es una película sobre la lucha por hacer las paces con la vida, reconciliarnos con nuestro pasado y otorgar la importancia que merecen a esos momentos que muchas veces subestimamos: comidas familiares, risas nocturnas, confidencias, paseos. Los personajes se concentran en vivir con esa normalidad que su pasado les ha negado. Las actrices están esplendidas y exhiben en pantalla una complicidad muy especial que invitan imitarlas a la vez que ellas aprenden a ser más tolerantes con las decisiones de sus padres. Filmada con una gran sensibilidad, consigue mostrar la vida con todo su dolor y su belleza. Una película contenida que vincula al mejor Ozu con la complicidad en la vida entre hermanas propia de Mujercitas. Redonda y sencilla. Perfecta.  

La alegría que me llevé con el nuevo film de Kore-eda, continuó con una Sección Oficial que trajo dos películas estimulantes: Amama, dirigida por Asier Altuna; y Sparrows, del islandés Rúnar Rúnarsson. La primera de ellas es un drama situado en torno a un caserío del País Vasco. Las tradiciones ancestrales de la matriarca del título (amama en euskera quiere decir abuela) y el apego su hijo a la tierra choca con el deseo de libertad y de modernidad de sus tres nietos. Los reproches hacia una forma cerrada de ver el mundo dejarán paso a un intento de comprenderse mutuamente. Una obra sobre el respeto hacia el otro, especialmente cuando los lazos de sangre entran en juego. Un canto a la tolerancia y al respeto como receta para superar bruscos choques familiares. Amama ofrece además momentos de gran riqueza visual y pasajes poéticos muy sugerentes. Una película que, a pesar de generar opiniones encontradas en sus primeros pases, creo que es de lo más valioso de lo proyectado hasta el momento en la principal de las secciones.
 

Sparrows sitúa en Islandia la historia de un adolescente que debe irse a vivir a un pequeño pueblo con un padre al que hace mucho que no ve. Allí se encontrará con un lugar que le resulta a la vez familiar y opresivo, e intentará con encontrar su lugar con bastante poca fortuna. El film de Rúnarsson gana interés conforme avanza el metraje. Toda la primera parte de la película se dedica a mostrar la desorientación vital de un chico que se encuentra solo y perdido en un lugar que detesta, y cuyo único alivio parece ser la belleza que consigue con su canto. El peso de la relación con su padre, un hombre que sufre de alcoholismo y que no consigue enderezar su vida, cederá importancia ante el empuje de la relación del chico con una antigua amiga. Sparrows es un film duro con secuencias de una gran crudeza (la escena final en la fiesta), potente e intenso que sin embargo es reiterativo en ocasiones y que intenta cerrar con una imagen algo forzada.

El botón de nácar, del chileno Patricio Guzmán, se proyectó en la sección Horizontes Latinos. El film es un documental que parte de una reflexión sobre el papel del agua en la Tierra para conducir a una reflexión sobre la historia de Chile en torno a dos momentos brutales: el exterminio de la mayoría de los indios de la Patagonia, y los asesinatos y torturas que sucedieron después del golpe de Estado de Pinochet.
La película se construye en torno a imágenes de una gran belleza de los océanos y de las estrellas, acompañadas de entrevistas a los últimos supervivientes de algunas tribus indias y a antropólogos, historiadores y poetas. Nos enseña la cara más dura de la crueldad de los seres humanos al recrear el proceso por el que, a partir de 1973, muchos detenidos eran drogados, atados a un raíl y lanzados vivos desde un helicóptero hacia un mar que se los tragaría para siempre. Tiene además el mérito ofrecer, a pesar de todo, una cierta esperanza gracias a su atención hacia la belleza que habitó el mundo y todavía sobrevive en algunos lugares, y amplía nuestros horizontes al hacernos mirar más allá de las estrellas. Un valiosísimo documental, el mejor de los que he podido ver en San Sebastián, conducido por la voz en off omnipresente de un director que nos advierte sobre los riesgos de la impunidad continuada.

The Propaganda Game es un documental dirigido por Álvaro Longoria durante su estancia de unos cuatro días en Corea del Norte. Presentado en la sección Zabaltegi (Ventana abierta), establece un juego de equivalencias entre la propaganda oficial del régimen norcoreano y los rumores que en nuestros países sustituyen en muchos casos a informaciones veraces sobre el régimen de Pyongyang. La película es ecuánime sin dejar de señalar que si en el mundo occidental se difunden noticias exageradas o directamente inventadas sobre Corea, la responsabilidad es en gran medida del régimen que no permite la transparencia informativa.
Longoria profundiza también en la figura de Alejandro Cao de Benós, un alto cargo del régimen norcoreano, nacido en España, que se dedica a establecer relaciones con el exterior y a difundir las bondades que desde su punto de vista tiene el gobierno de su país de acogida. La película saca partido a los planos que pudieron grabar en el interior del país durante su estancia. Utiliza de forma ingeniosa las imágenes de archivo y se enriquece con numerosas entrevistas que representan puntos de vista muy dispares. No aporta nada nuevo en su crítica Corea del Norte, pero nos anima ser más exigentes con las informaciones que muchas veces damos por válidas con facilidad.   

 
Sicario supuso un gran cierre para el primer fin de semana del festival: un thriller de acción de aroma clásico, dirigido por el canadiense Denis Villeneuve, que se proyectó en la sección Perlas. Un film seco y crudo que constituye un interesante estudio sobre la violencia y reflexiona sobre los límites que debe de tener (o no) un cuerpo policial en su lucha contra el crimen. Que nadie se espere un estudio en profundidad sobre el narcotráfico, sus causas y soluciones, sino una película sobre la venganza con mucho temple y energía. Ofrece algunas secuencias brillantes, como la incursión de los policías y militares en Ciudad Juárez, y tiene un uso muy rico de la oscuridad y de distintos tipos de cámara (siempre justificados narrativamente). Si bien no es excesivamente original en la forma de tratar su tema, ni dibuja a fondo algunos de sus personajes (como sucede con la chica protagonista), te atrapa desde el minuto uno y todo en ella funciona con fluidez. Pese a todo, por ahora la película que lidera las votaciones del Premio del Público es Nuestra pequeña hermana. Un bonito reconocimiento de los asistentes a un film sencillo, suave y hermoso. 

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