Por Sergio Diez
Hacia
las diez de la mañana, toda la prensa se agrupaba en torno al Kursaal 1 para
asistir al primer de pase de Regression, el nuevo film de
Alejandro Amenábar que inauguraba este año, fuera de concurso, la Sección
Oficial del Festival de Cine de San Sebastián. Después de seis años sin
presentar un nuevo largometraje, existía una cierta expectación ante el regreso
del realizador a un terreno en el que en otras ocasiones se ha manejado con una
gran soltura: el thriller con tintes
de terror, en este caso vinculado al temor a los grupos satánicos en la
Minnesota de 1990.
El
film logra inicialmente una tensión que, sin embargo, se pierde después de un
giro brusco ejecutado con cierta torpeza. La película se resiente también de querer
ser demasiado explícita. Decide renunciar a esa ambigüedad entre lo que es real
y fruto de la imaginación de los personajes que al principio tanto le
funcionaba, y que podía recordar a La
semilla del diablo (1968).
Muchos
espectadores que se vean atrapados por la historia se sentirán decepcionados al
asistir a la caída de ese castillo de naipes en el que anteriormente habían
creído, y en el posterior esfuerzo del director para convencerte de por qué ese
era el mejor desenlace posible, y desde su punto de vista el más racional y lógico.
Una justificación débil para un cambio de timón que, si bien se ha apuntado con
anterioridad (con algún salto del punto de vista narrativo), se siente algo
tramposo y forzado. El contraste entre el inicio y el final del film son una
buena muestra de lo deliberado del engaño. Regression
da la sensación de ser una película algo fallida, que si bien puede
entretener en líneas generales, dejará un sabor de boca algo amargo. Regular
experiencia alejada del Amenábar más hábil y ambicioso. Esperemos que le sirva
como punto desde el que tomar impulso para vuelos más altos.
La
primera película de Sección Oficial a concurso que se proyectó fue Truman,
dirigida por Cesc Gay. El film está protagonizado por Ricardo Darín y Javier
Cámara, que interpretan a dos amigos de toda la vida que, después de una larga
separación, pasarán cuatro días juntos en un momento difícil para uno de ellos.
La fuerza de la película reside en su texto y en sus actores: en ese sentido es
perfecta, al lograr que quieras a esos personajes muy diferentes que
verdaderamente parecen dos amigos de toda la vida con los que disfrutas simplemente
pasando el rato.
The
Assassin de Hou Hsiao Hsien, ganador del Premio al Mejor Director en la
pasada edición de Cannes, fue el primer film presentado dentro de la sección Perlas, que reúne las mejores películas
presentadas en los festivales de cine de esta temporada. Hou Hsiao Hsien,
considerado por muchos críticos como uno de los mejores directores del cine
contemporáneo, ofrece un trabajo ambientado en la China del siglo V en la que
la narración juega un papel mínimo, pero con un trabajo de cámara y de puesta
en escena impresionante. Presenta unas imágenes hermosísimas y una fotografía
apabullante y algo caprichosa. El escaso relato tiene constantes elipsis y un
ritmo lento. Una obra de una gran riqueza visual, con secuencias llenas de
magnetismo, pero con escaso argumento, hermética y difícil de abordar.
One
Of Us fue una de las dos
películas de la sección de Nuevos Directores que ayer se mostraron. Construida
en torno a un incidente en el interior de un gran supermercado, el film dibuja
poco a poco las vidas de distintas personas vinculadas a ese gran almacén (ya
sea como lugar de abastecimiento o de trabajo) y a retratar la apatía con la
que viven su adolescencia un grupo de jóvenes de un suburbio austriaco. Los
distintos encuentros entre padres e hijos, jefes y empleados, policías y
delincuentes irán encaminándose hacia un drama inevitable. Un film de bastante
interés en el que la artificialidad, la simetría y el colorido del mundo en el
interior del supermercado choca con el área gris, sucia y caótica en el que
viven los jóvenes. Una película que merece la pena tener en cuenta.
El club,
el nuevo trabajo del cineasta chileno Pablo Larraín, abrió la sección
Horizontes Latinos, dedicada a la cosecha del mejor cine de Latinoamérica de los
últimos meses. El director de Tony Manero
(2008) y No (2012) nos sumerge en
la vida de un grupo de hombres que viven aislados, vigilados por una centinela,
en una casa situada en un pequeño pueblo de Chile. Sus vidas se sacuden con la
llegada de un nuevo compañero que trae a la casa ese pasado que ellos buscaban
dejar atrás.
El club es una película que trata un
tema tan duro como el de los abusos sexuales, pero desde una perspectiva de
compasión hacia aquellos que los cometieron, unos personajes que parecen
débiles por separado y que sin embargo sacan lo peor de sí mismos al
encontrarse en situaciones de poder o al adquirir la embrutecedora fuerza del
grupo. Una película dura que nos confrontará con cada uno de los desterrados,
nos hará cómplices de sus miedos y nos hará participar de un día a día en el
que buscan la normalidad y esa paz interior que perdieron, a pesar de que el
mundo exterior traiga los ecos del pasado. Un film valiente, amargo y
devastador en su visión del mundo y de las estructuras jerárquicas, que nos advierte
sobre los riesgos de mirar hacia otro lado y el dolor que puede surgir al creer
cerradas unas heridas cuando no se ha querido afrontar el pasado.
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