Asesinos inocentes (España, 2015).
Dirección: Gonzalo Bendala.
Intérpretes: Miguel Ángel Solá, Maxi Iglesias, Aura Garrido, Lucho Fernández, Javier Hernández, Vicente Romero, Carlos Álvarez-Nóvoa.
Guión: J.M. Asensio, Gonzalo Bendala.
Música original: Pablo Cervantes.
Música original: Pablo Cervantes.
Fotografía: Álvaro Gutiérrez.
Montaje: Antonio Frutos.
Idioma: Español.
Duración: 95 minutos.
Muerte interrumpida
Asesinos inocentes es una película que conduce constantemente a una frustración, a una interrupción de las expectativas, tanto las del espectador como las de los protagonistas: si en ella, un grupo de estudiantes universitarios intentará reiteradamente, y de forma infructuosa, terminar con la vida de un profesor que les ha suplicado que lo hagan, el público puede esperar una potencia y tensión propia de una obra de suspense, que en ningún momento llegarán. El primer largometraje de Gonzalo Bendala se basa en una historia real estadounidense, al mismo tiempo que evoca a thrillers patrios de influencia anglosajona como Nadie conoce a nadie, de Mateo Gil (1999) o Los crímenes de Oxford, de Alex de la Iglesia (2008); pero la dificultad que conlleva la tarea impuesta a estos chicos, arrastra al filme por una sucesión de situaciones disparatadas y de tono indefinido.
Una lástima ya que Asesinos inocentes tiene un planteamiento a priori interesante, con una reencarnación del personaje inmortal clásico de la literatura y el cine, que está allí para atormentar a los jóvenes protagonistas, envueltos en una esperpéntica espiral de confusión. Como ópera prima, destaca la buena factura de la cinta, que goza de una dirección muy madura y firme: Bendala tiene clara la siniestra ambientación que le quiere aplicar al relato, y se apoya en la cuidada y oscura fotografía de Álvaro Gutiérrez, y en la banda sonora que, aunque utilizada en exceso, es una gran obra descriptiva de Pablo Cervantes, recogiendo el testigo de compositores especializados en el tema como Roque Baños o Víctor Reyes. Sin embargo, la película se estanca con una puesta en situación que se antoja demasiado larga, en la que enseguida se hace evidente la falta acción (la escena más potente consiste en saber si dos de los personajes se cruzarán o no en un ascensor), y se echa de menos algún giro de la trama inesperado, sustituidos por conversaciones llenas de frases increíbles y lapidarias.
El filme cuenta con una baza comercial importante en su joven reparto, salido en gran parte de la cantera televisiva nacional (Maxi Iglesias, Aura Garrido, Luis Fernández), en el que sobresale Javier Hernández, que es quien más parece creerse las situaciones en las que se encuentra. El contrapunto veterano lo da un desubicado Miguel Ángel Solá, al que no se ve muy cómodo en un personaje entre patético y perturbado. Al relato principal se le une la subtrama de unos matones de tebeo, encabezados por un afectado Vicente Romero, a la que casi se le da más importancia que a los temas del suicidio o la eutanasia. Lo mismo da que los chicos estén estudiando psicología que cualquier otra cosa, el estimulante debate que se podría haber generado se queda en la exposición más simple y superficial.
Si alguien se toma totalmente en serio Asesinos inocentes, probablemente saldrá muy decepcionado, e incluso molesto. Sin embargo, viendo las últimas escenas, que tienen lugar en la sala de un jurado y en un cementerio, y que son las más evidentemente cómicas, nos planteamos la posibilidad de que Bendala no esté realizando un homenaje al género, sino una parodia. En cualquier caso, estamos ante un trabajo que, más que cualquier otra cosa, despierta desconcierto. Tal vez era esa su intención.
No hay comentarios:
Publicar un comentario