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Amy (Reino Unido, 2015).
Dirección: Asif Kapadia.
Documental
Música original: Antonio Pinto.
Montaje: Chris King.
Idioma: Inglés.
Duración: 128 minutos.
Morir para contarlo
Por Sofia Pérez Delgado
Cuando el 18 de Junio de 2011, Amy Winehouse salió a actuar alcoholizada en un concierto en Belgrado, lo cual llevó a la cancelación de su gira de festivales aquel verano, todo hacía sospechar que la cantante había tocado fondo, y que aquello iba a acabar mal. La funesta suposición se hizo realidad en poco más de un mes, el 23 de Julio, cuando su cuerpo sin vida, por una intoxicación etílica, fue encontrado en su apartamento de Londres. Tenía 27 años, entrando así a formar parte del llamado “club” de esa edad maldita para muchos músicos, como es el caso de Jim Morrison, Kurt Cobain, Brian Jones, Janis Joplin o Jimmy Hendrix. Cuatro años después de su desaparición, el director Asif Kapadia realiza un rockumental casi a la manera de un biopic protagonizado por la propia cantante.
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Pensada para un público amplio, y dentro de su convencionalidad (no vamos a encontrarnos, por ejemplo, la poética proveniente del videoarte que veíamos en 20000 días en la Tierra -2014-, de Iain Forsyth y Jane Pollard), el enfoque del realizador no es el de la condescendencia, o la devoción, como sí le ocurría a Martin Scorsese en George Harrison: Living in the material world (2011). De hecho, no parece que Kapadia sea un gran admirador de Amy Winehouse (como tampoco se exhibía como seguidor de la Fórmula 1 en Senna). Eso le otorga distancia a un trabajo que funciona como homenaje, pero que, al mismo tiempo, se aleja del dramatismo forzado. Los documentales de Kapadia no son totalmente objetivos, y se dejan llevar por algún elemento manipulador como pueda ser el uso de la música (que en Amy es, por otro lado obligatorio), pero se alejan del ensalzamiento.
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Finalmente Amy no es un documental musical al uso, porque hay un momento en el que la música deja de importar, como dejó de hacerlo en la vida de la artista. En los último tiempos, ni siquiera quería cantar (como Ayrton Senna tampoco quería correr el día que murió), algo que nadie parecía poder entender; Kapadia nos habla de personajes presionados por algo superior a ellos: si en Senna era Dios y su propia responsabilidad, en Amy son aquellos que supuestamente la apoyaban, y toda la estructura económica y mediática que se había creado alrededor suyo. Como cualquier película, Amy nos da solo una visión parcial de los hechos, pero se agradece que ésta huya de los efectismos, especialmente en una historia ya emocionante per se, que habla sobre el descenso a los infiernos y la incapacidad de superación.
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