Children 404 (Askold Kurov, Pavel Loparev. Rusia, 2014)
Una Rusia sin arcoiris
Mientras la justicia de Estados Unidos acaba de aprobar el matrimonio homosexual en la totalidad del territorio norteamericano, la Rusia de Putin aún tiene mucho que avanzar en cuanto a derechos civiles. Su reciente cruzada contra la homosexualidad y los consecuentes movimientos de resistencia contra las políticas homófobas del gobierno ruso, son objeto de estudio en Children 404 documental de guerrilla rodado de manera clandestina por Askold Kurov y Pavel Loparev.
El título hace referencia al error 404 que en informática corresponde al código de estado que indica que un enlace está roto. En efecto, la película muestra lo complicado que es para los homosexuales rusos sobrevivir en un país que extiende entre la población la idea de que su condición sexual es un error, una enfermedad a tratar o un vicio a erradicar.
La película se hace eco del valiente Proyecto Children-404, creado para dar voz a los jóvenes homosexuales acosados y recoge el testimonio de los sufridos activistas y de un nutrido grupo de adolescentes y preadolescentes gays rusos a través de entrevistas y videodiarios en los que detallan sus traumáticas experiencias frente a acosadores, psicólogos y familiares poco dispuestos a transigir.
Sin negar su gran valor como documento de denuncia, el film peca de un absoluto desaliño formal achacable a la urgencia y la clandestinidad del proyecto. En definitiva, más que una obra audiovisual completa o una película, Children 404 es un valentísimo ejercicio de periodismo de investigación sobre el terreno, que pone el foco sobre las miserias del país ex-soviético.
Alberto Gallardo
Forbbiden Films (Felix Moeller. Alemania, 2014)
Cosas de nazis
En algún punto de Alemania hay un almacén de acceso limitado donde se apilan dos mil bobinas de nitrocelulosa. O lo que es lo mismo, cinco toneladas de material inflamable y potencialmente explosivo. Si el continente es peligroso, el contenido no lo es menos. De todas las películas que se produjeron en Alemania entre 1933 y 1945 (y fueron varios miles), los aliados apartaron trescientas de ellas después de la guerra al considerarlas propaganda. Actualmente cuarenta de esas películas siguen sometidas a restricciones por lo delicado de su temática. Dramones sobre polacos despiadados humillando a íntegros alemanes con los que el Reich trató de justificar la invasión de Polonia, desenfadados musicales protagonizados por pilotos de stukas que bombardean al cruel enemigo mientras entonan bellas canciones, bolcheviques malos malísimos y, claro, judíos. Judíos mezquinos obsesionados con someter a la nación y hacerse con el poder.
Felix Moeller ha tenido acceso a una sorprendente cantidad de imágenes rescatadas de ese archivo prohibido en las que lo que sorprende precisamente es la magnífica factura de buena parte de ellas y las herramientas narrativas tan bien empleadas para contar esa otra historia. Ésa que demasiada gente se creyó y aún hoy demasiada gente cree o podría llegar a creer en ciertos sectores de la población. Por eso Forbidden Films plantea una cuestión interesante que historiadores, cineastas, familiares de los realizadores implicados y ciudadanos de todo tipo intentan responder en el documental. ¿Tienen que permanecer Hitlerjunge Quex, Jud Süss y Kolber lejos del público o proyectarse en los colegios con fines educativos? Cada cual debe sacar sus propias conclusiones.
Felix Moeller ha tenido acceso a una sorprendente cantidad de imágenes rescatadas de ese archivo prohibido en las que lo que sorprende precisamente es la magnífica factura de buena parte de ellas y las herramientas narrativas tan bien empleadas para contar esa otra historia. Ésa que demasiada gente se creyó y aún hoy demasiada gente cree o podría llegar a creer en ciertos sectores de la población. Por eso Forbidden Films plantea una cuestión interesante que historiadores, cineastas, familiares de los realizadores implicados y ciudadanos de todo tipo intentan responder en el documental. ¿Tienen que permanecer Hitlerjunge Quex, Jud Süss y Kolber lejos del público o proyectarse en los colegios con fines educativos? Cada cual debe sacar sus propias conclusiones.
Miguel Montañés
Maidan (Sergei Loznitsa. Ucrania, 2014)
De nombre anónimo y de apellido universal
Tan aplaudido por sus trabajos
documentales (Bloqueo, 2006) como por sus incursiones en la ficción (En
la niebla, 2012), las obras del cineasta Sergei Loznitsa han seguido dos
vetas claras: la invocación del pasado en el presente y el protagonismo de las
personas que desfilan frente a su cámara. Sucesora natural de Portrait
(2002), Loznitsa sustituye a los campesinos rusos por los manifestantes
ucranianos que pueblan Maidan (2014). Ambas películas comparten, eso sí,
la nula intervención del cineasta -tanto en la elección del encuadre como en
las escasas operaciones de montaje- y la transmisión de un carácter de
conjunto. Mediante su calculada sobriedad -únicamente imposibilitada por
los ataques policiales-, la película supera la manida manipulación mediática
que ha protagonizado el conflicto pero, sobre todo, logra descender la cámara
hasta situarse junto a sus iguales, junto a las personas que se concentran en
la Plaza de la Independencia de Kiev. Ellos, y no otros, son los
protagonistas. Ni Putin, ni Yanukovich, ni Timoshenko.
Maidan huye de los
escenarios y encuadra a las personas y sus quehaceres diarios; mientras tanto,
los gritos de determinadas proclamas se cuelan en la lejanía, algunos
manifestantes entonan una canción y en un improvisado estrado una persona lee
una poesía. Y sin embargo, pocas veces se ha hecho tan manifiesta la sombra
del pasado en el presente.
A pesar de renunciar a la voz en
off, los silencios narrativos son completados por algunos discursos dispersos y
por la elección de rótulos meramente informativos, aunque será en los rostros
de los ucranianos donde se plasme la dicotomía de un presente (UE o Rusia) que
se mira en su pasado para intentar reconocerse -no solo por la elección de
dicha plaza para la acampada, sino también por el fervor al himno, al recuerdo
de los héroes y al enaltecimiento de los símbolos- y encontrar el caminado
adecuado para el futuro. Esta difícil operación nos permite hundirnos en la
atmósfera de aquellos días, aunque necesitará de la colaboración del espectador
para sacar partido a todos los detalles y discursos que integran lo que
significó Maidán para Loznitsa y sus habitantes por unas semanas. En esta
posición, nada acomodaticia, el cineasta Sergei Loznitsa renuncia a epatar con
el espectador para brindarnos un perturbador final, entre la contención y la
emotividad, donde se cede el testigo a esos manifestantes que ahora están
llamados a ser los héroes del mañana.
Antonio Cabello
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