En su tercera edición Nocturna entrega por primera vez su premio Maestro del Fantástico a un actor (aunque también ha probado como director en un par de ocasiones). Pero todos conocemos a Robert Englund, sobre todo, por haber sido Freddy Krueger, unos de los monstruos más carismáticos en la historia del cine del terror. Hace treinta años que se enfundó por primera vez el guante de cuchillas, que colgó hace diez años después de interpretar el rol en numerosas ocasiones.
Por Manuel Barrero Iglesias
Pesadilla en Elm Street (Wes Craven. USA, 1984)
Classics
Y es que estamos ante uno de esos caso en los que la película trasciende sus virtudes cinematográficas para convertirse en leyenda, en todo un icono de la cultura popular. Y es que Wes Craven fue capaz de dar forma a las pesadillas, ese momento en el que la conciencia no ejerce el control, y en el que todo puede pasar. Este film convertía las pesadillas en realidad, y ahí radicaba su brillantez. Además, el director consigue un buen número de secuencias poderosas. A partir de ahí surgieron las inevitables secuelas, de irregular calidad, pero en la que Englund siempre ponía su toque entre terrorífico e irónico. Compartir el visionado de A Nightmare on Elm Street con el actor fue un lujo para unos asistentes que -en su gran mayoría- habían crecido temiendo a Freddy.
Y es que estamos ante uno de esos caso en los que la película trasciende sus virtudes cinematográficas para convertirse en leyenda, en todo un icono de la cultura popular. Y es que Wes Craven fue capaz de dar forma a las pesadillas, ese momento en el que la conciencia no ejerce el control, y en el que todo puede pasar. Este film convertía las pesadillas en realidad, y ahí radicaba su brillantez. Además, el director consigue un buen número de secuencias poderosas. A partir de ahí surgieron las inevitables secuelas, de irregular calidad, pero en la que Englund siempre ponía su toque entre terrorífico e irónico. Compartir el visionado de A Nightmare on Elm Street con el actor fue un lujo para unos asistentes que -en su gran mayoría- habían crecido temiendo a Freddy.
Madness
Pero no es nada mantenerse en un negocio como el del cine viviendo de un solo personaje. Y Englund ha sido capaz de sobrevivir a su monstruo, siendo una presencia recurrente en el cine de género durante las últimas décadas. La serie B acoge a Englund con regocijo, y en esta edición de Nocturna hemos podido ver dos trabajos recientes del actor. Fear Clinic, que tiene su origen en una serie on-line de 2009, trata de indagar en el miedo, sus motivaciones y orígenes. Englund encarna el personaje de científico algo chiflado al que el experimento se le va de las manos. Un film de altas pretensiones que jamás es capaz de transmitir esa seriedad que pretende.
Pero no es nada mantenerse en un negocio como el del cine viviendo de un solo personaje. Y Englund ha sido capaz de sobrevivir a su monstruo, siendo una presencia recurrente en el cine de género durante las últimas décadas. La serie B acoge a Englund con regocijo, y en esta edición de Nocturna hemos podido ver dos trabajos recientes del actor. Fear Clinic, que tiene su origen en una serie on-line de 2009, trata de indagar en el miedo, sus motivaciones y orígenes. Englund encarna el personaje de científico algo chiflado al que el experimento se le va de las manos. Un film de altas pretensiones que jamás es capaz de transmitir esa seriedad que pretende.
Panorama
Mucho más cómodo se le ve en este rol de villano enloquecido y melancólico. Un proyeccionista despedido por culpa de los nuevos tiempos. Planea una venganza cinematográfica en la que él mismo será el director de una perversa trama. El film es una evidente reivindicación de lo antiguo, o más bien un ataque a la invasión tecnológica. Un film de serie B que no se avergüenza de serlo, y que utiliza sus armas para construir una películas que se ve con simpatía. Y en la que da gusto ver a un icono Robert Englund entregado como si acabara de empezar en esto de hacer películas.
Mucho más cómodo se le ve en este rol de villano enloquecido y melancólico. Un proyeccionista despedido por culpa de los nuevos tiempos. Planea una venganza cinematográfica en la que él mismo será el director de una perversa trama. El film es una evidente reivindicación de lo antiguo, o más bien un ataque a la invasión tecnológica. Un film de serie B que no se avergüenza de serlo, y que utiliza sus armas para construir una películas que se ve con simpatía. Y en la que da gusto ver a un icono Robert Englund entregado como si acabara de empezar en esto de hacer películas.
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