En el imaginario popular -especialmente de zonas rurales- aún perviven leyendas sobre seres misteriosos que habitan en la profundidad de los bosques, lejos del mundanal ruido. Las dos películas que comentamos parten de esa premisa (una en Panamá, otra en la América profunda) optando cada cual por un desarrollo opuesto. Mientras una se decanta por el terror más sobrenatural, la otra pone pie en el realismo más intimista. Dos maneras de acercarse a los miedos que nos acechan, ya sean externos o internos.
Por Manuel Barrero Iglesias
Indigenous (Alastair Orr. Estados Unidos, 2014)
Sección oficial
Comienza el film lazando un mensaje contra el abuso que el terror actual hace del found footage. Aunque a veces recurre a material grabado por los protagonistas, lo hace de forma muy dosificada. Pero el director se posiciona desde el primer momento contra esa moda de contarlo todo a través de los personajes, lo que supone en la mayoría de las ocasiones una merma de la credibilidad. Ese uso de cámaras integradas en la acción quizás sea lo único inteligente que podamos encontrar en este trabajo.
La película se inclina por el slasher de supervivencia, aunque la naturaleza es un elemento muy poco aprovechado por Orr. El director prefiere centrarse en el lado místico de su relato, e Indigenous se convierte en una lucha entre el típico grupo de jóvenes y el monstruo. El problema es que jamás consigue crear angustia o inquietud. Durante buena parte del metraje el film es monótono, cuando justo quiere ser una continua montaña rusa. El desenlace entra de lleno en el absurdo.
Dark Was the Night (Jack Heller. Estados Unidos, 2015)
Sección oficial
Aquí el tono es totalmente distinto. Con una luz gélida el director retrata el drama familiar de un matrimonio separado, con un marido incapaz de superar una tragedia pasada. Este mismo marido es el sheriff del pueblo, obligado a enfrentarse a un ser misterioso que acecha desde los bosques. Estamos ante el clásico camino hacia la redención de un hombre que se siente culpable. Salvar a su gente es la oportunidad para reencontrarse consigo mismo. Nada original, pero Heller es capaz de encontrar el tono adecuado en su discurso. Además, cuida mucho las apariciones del monstruo, al que tarda mucho en mostrar.
Es justo esa parte final la menos interesante, y en la que al autor se le cuela el discurso más conservador que defiende la unidad familiar y la religión como mejor manera para afrontar los problemas. Un discurso al que hay que añadir el mensaje de los beneficios que la vida rural ofrece sobre la ciudad, personificado en el personaje al que da vida Luka Haas.
Aquí el tono es totalmente distinto. Con una luz gélida el director retrata el drama familiar de un matrimonio separado, con un marido incapaz de superar una tragedia pasada. Este mismo marido es el sheriff del pueblo, obligado a enfrentarse a un ser misterioso que acecha desde los bosques. Estamos ante el clásico camino hacia la redención de un hombre que se siente culpable. Salvar a su gente es la oportunidad para reencontrarse consigo mismo. Nada original, pero Heller es capaz de encontrar el tono adecuado en su discurso. Además, cuida mucho las apariciones del monstruo, al que tarda mucho en mostrar.
Es justo esa parte final la menos interesante, y en la que al autor se le cuela el discurso más conservador que defiende la unidad familiar y la religión como mejor manera para afrontar los problemas. Un discurso al que hay que añadir el mensaje de los beneficios que la vida rural ofrece sobre la ciudad, personificado en el personaje al que da vida Luka Haas.
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