Dirección y guión: Nadav Lapid.
Intérpretes: Yiftach Klein, Yaara Pelzig, Michael Mushonov, Menashe Noy, Michael Aloni.
Música original: Benoît Charest.
Fotografía: Shai Goldman.
Montaje: Era Lapid.
Idiomas: Hebreo, inglés.
Duración: 105 minutos.
Bajo control
“La policía
israelí se ha convertido en una gran broma”, afirmaban
en una entrevista los directores de Big
Bad Wolves (2013) Aharon Keshales y Navot Papushado[1].
Aunque no se trate de un thriller propiamente dicho (al menos hasta su última
parte), y se decante más por el costumbrismo llamativo que por introducir toques
de comedia evidente, Policía en Israel
comparte algunas cuestiones de base con aquella a la que Quentin Tarantino
calificó como “la mejor película del año”: el predominio en el país de la
violencia como lenguaje, y la consecuente desconfianza que generan quienes
supuestamente garantizan la seguridad de los ciudadanos. Si dentro de un mes
podremos ver en cines el último trabajo del director y guionista Nadav Lapid, La profesora de parvulario, llega antes,
aunque con cuatro años de retraso (se estrenó en Julio de 2011 en el Festival
de Cine de Jerusalén), a la cartelera española su ópera prima, ganadora del Premio
Especial del Jurado en Locarno y la mejor película y director en el BAFICI.
La película se divide en dos partes: la
primera es la que muestra la relación de los miembros de una brigada policial
anti-terrorista, incidiendo en la importancia del grupo por encima de la
identidad individual. A través de momentos de transición, vamos a ver a este
equipo casi como una secta, en los que unos y otros se defienden y protegen,
siempre haciendo frente común ante el enemigo mayor. Que en este caso no se
manifiesta de forma evidente. Porque lo que va a mostrar Policía en Israel no son los horrores en torno al terrorismo
palestino, sino los de un nacionalismo que no es tal. Es ahí cuando empieza la
segunda parte, centrada en un grupo de jóvenes revolucionarios que creen
(aunque no de una forma idealizada) en el posibilidad de un cambio de la
situación del país. Para manifestarlo, planean llevar a cabo una acción potente
y reivindicativa.
A través de estos dos grupos, Lapid realiza
una representación de muchas posturas irreconciliables en el país. Quedan
perfectamente escenificadas en el enfrentamiento entre la chica del grupo
radical y la hija de un rico empresario, un duro combate dialéctico que deja
claro el desprecio, por diferentes motivos, que sienten unos por otros, y que
pocas veces sale a la luz. Mientras que el abismo entre la pobreza y la riqueza
se hace más profundo en Israel, la policía defiende a las clases altas y
adineradas, que disfrutan de esa estabilidad. Se fomenta así la corrupción que
ha llevado a esa situación, en la que finalmente las víctimas acaban siendo,
como siempre, los más inocentes. Una ficción muy cercana a la realidad.
Quizás lo que le falta a la película es algo
de desarrollo en el personaje principal, encarnado por Yiftach Klein
(protagonista de Llenar el vacío
-2012-), al que perdemos de vista durante demasiado tiempo como para que su
evolución psicológica llegue a justificarse. La transición desde el culto vacío
a la masculinidad del comienzo, acentuado por su futura paternidad, a la
conmoción que expresa al final, se queda demasiado en fuera de campo, por lo
que Lapid corre el riesgo de perder la conexión con el espectador. Sin embargo,
los asuntos que trata son demasiado significativos como para que esto llegue a
ocurrir.
Policía
en Israel creará debate sin duda, aunque la postura
del director no deja mucho lugar a la ambigüedad: queda bastante claro el qué y
a quién quiere denunciar. Una dura crítica a un país que utiliza sus conflictos
externos para distraer de los problemas que lo están devorando por dentro. La
actitud de Israel parece ser que, ya que no se puede conseguir la paz, al menos
se debe mantener un control forzado. Sea cual sea el coste del mismo.
[1] Entrevista realizada en El País por Gregorio Belinchón, 23 de Mayo de
2014 http://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/23/actualidad/1400852396_337257.html
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