Ma'a al-Fidda (Francia-Siria-Estados Unidos-Líbano, 2014).
Dirección, guión y fotografía: Wiam Bedirxan, Ossama Mohammed.
Música original: Noma Omran.
Duración: 92 minutos.
Duración: 92 minutos.
El poder de las redes sociales
Por Daniel Reigosa
Sin lugar a dudas, la aparición (y posterior propagación) de las redes sociales ha trastocado los modelos clásicos de información y la manera de entender el mundo en los últimos años. Las redes sociales han servido para democratizar la información, que ahora es totalmente accesible, sin filtros y de consumo inmediato. Resulta innegable el poder que aplicaciones como Twitter, Facebook o YouTube han ido adquiriendo progresivamente hasta formar parte de los bloques diarios de noticias de telediarios y prensa (sustituyéndolos en algunos casos), quienes han acabado sucumbiendo a los encantos del poderoso enemigo. Por supuesto, este poder también viene acompañado de no pocos elementos negativos, especialmente el hecho de que cualquier persona (no profesional) pueda publicar una noticia (siempre amparada en el anonimato) generando multitud de debates poco informados y equívocos debido a la falta de rigor y contrastación de las fuentes. La búsqueda constante de “likes” o “retweets” importa más que la integridad de la noticia en sí, y cada vez resulta más difícil separar el grano de la paja debido a la desbordante cantidad de información que se maneja, saturando la red con noticias de baja fiabilidad y en muchos casos contradictorias. No deja de resultar curioso que, a mayor volumen de información, mayor sea la desinformación real de la población.
Pero
volviendo a la parte positiva, sin la veracidad que pueden llegar a ofrecer las
redes sociales (entendida esta como testimonios de lo real) no habría podido confeccionarse
una película como Syria Self Portrait.
Silvered Water. Se trata de un documental realizado a dos voces: la del
director sirio Ossama Mohammed quien,
desde su exilio en París graba imágenes propias y recopila, monta y edita
imágenes de videoaficionados sacadas de Youtube
(formando una inconsciente tercera voz); y las de Wiam Simav Berdixan que se convierte en una improvisada
documentalista desde Homs, manteniendo una intensa correspondencia (a través de Facebook) con Ossama Mohammed, como si
una suerte de cartas filmadas se tratase. La poesía en las imágenes de Mohammed
contrasta violentamente con la extrema dureza de los videos de mutilaciones,
muertes y horror grabados por los youtubers
y la feroz denuncia de la vida ejercida por Simav Berdixan.
Resulta
curioso que, tras el visionado de Syria…
uno sienta que realmente ha podido visualizar la noticia que un noticiario
nunca se atrevería a dar y se vuelva a recuperar una actitud reflexiva frente a
las imágenes junto con esa sensación de impacto que nunca debió desaparecer
(por culpa de un tratamiento mercantilista de la información).
Si
hace poco, el crítico Jonay Armas, refiriéndose
a Timbuktú (Abderrahmane Sissako,
2014) en el blog La Butaca Azul,
denunciaba una cierta permisividad en uso que actualmente se la da a la palabra
“necesaria” ligado a una película en clave de denuncia, no sería justo
aplicarle este mismo argumento a Syria…,
una película totalmente necesaria (valga la redundancia) en la era de la
desinformación en que vivimos. Necesaria por dar a conocer la verdadera
realidad (no la realidad manipulada de los medios) acerca de la deshumanización
en el conflicto armado sirio; y necesaria por la reflexión que plantea sobre el
papel de la imagen en la actualidad.
Y
es que Syria… es un documental que lo
apuesta todo al poder de la imagen, en ella basa todos sus argumentos y en ella
se apoya para realizar una denuncia de una manera eficiente y eficaz. En ningún
momento se adopta una posición intencionadamente subjetiva o se aplica algún
juicio moral sobre lo que ocurre en las terribles imágenes (como sí hace precisamente
Timbuktú). El único momento en que el
autor parece adoptar una postura reflexiva consciente es a través de la sucesión
de imágenes de animales mutilados, planteando un durísimo dilema sobre el tipo
de imagen que nos provoca mayor conmoción. ¿Acaso estamos tan acostumbrados a
visualizar la muerte de seres humanos que ya no nos provoca ningún impacto? ¿Es
necesaria una mayor implicación de los medios, que edulcoran y trastocan
nuestra sensibilidad ante el horror?
El
enfoque distante (pero certero) que realiza inteligentemente Ossama Mohammed
hace que no tengamos que abandonar la sala ante la crudeza de la proyección,
pero nos propone también una seria reflexión sobre lo que estamos viendo. La
parte filmada por Simav Berdixan desborda una inusitada vitalidad,
especialmente la parte que transcurre a través de los ojos inocentes de un
niño. Y es que al final, Syria… es
una película sobre la vida. Un triunfo del cine ante el que cualquier crítica
se le queda corta.
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