Dirección: Jim Mickle.
Intérpretes: Michael C. Hall, Sam Shepard, Don Johnson, Vinessa Shaw, Nick Damici.
Guión: Nick Damici, Jim Mickle; sobre la novela de Joe R. Lansdale.
Música original: Jeff Grace.
Música original: Jeff Grace.
Fotografía: Ryan Samul.
Montaje:John Paul Horstmann, Jim Mickle.
Idioma: Inglés.
Duración: 109 minutos.
Retorciendo la trama
Por Manuel Barrero Iglesias
El director hace confluir los ochenta -época en la que está ambientada- con el estilo frío y directo del thriller setentero. El resultado es una hipnótica puesta en escena que siempre crea desasosiego en un espectador que continuamente debe recolocarse ante cada vuelta de tuerca. La película encuentra su sitio entre esta amalgama de referencias, consiguiendo un discurso sólido y único.
Como buen thriller que se precie, los personajes se mueven en terrenos turbios, presentando una turbadora ambigüedad moral. Tal como ocurre también en Blue Ruin (Jeremy Saulnier, 2014), las profundidades americanas no salen nada bien paradas. Es un discurso que ya hemos visto muchas veces, pero no deja de sorprender la facilidad con la que se esconden determinadas acciones deleznables, arrinconando cualquier sentido de la justicia, incluso por parte de la misma Ley.
Retorciendo la trama
Por Manuel Barrero Iglesias
A
Jim Mickle le habíamos visto detalles interesantes en sendas películas de terror con atmósfera turbia, pero guiones muy deficientes. Stake Land (2010) y We Are What We Are (2013) estaban inundadas de tal cantidad de clichés y sinsentidos que su digestión se hacía muy complicada. Eso sí, ambas comparten una interesante visión sobre el ser humano y su mezquindad. Algo que también podemos encontrar en esta Frío en julio, film que el mismo director vuelve a coescribir junto a su habitual Nick Damici. Adaptando la novela de Joe R. Lansdale consiguen su texto más sólido, a pesar de presentar situaciones de alta improbabilidad.
Pero el film consigue mantener eso tan complicado que es la coherencia interna. Y no es nada fácil lograr ese equilibrio en una película que son varias, y que muta en cada punto de giro. Frío en julio crece gracias a su capacidad para sorprender al espectador con una nueva trama que se superpone a la anterior. Pero nada es aleatorio en un discurso pensado para desnudar las miserias humanas.
Pero el film consigue mantener eso tan complicado que es la coherencia interna. Y no es nada fácil lograr ese equilibrio en una película que son varias, y que muta en cada punto de giro. Frío en julio crece gracias a su capacidad para sorprender al espectador con una nueva trama que se superpone a la anterior. Pero nada es aleatorio en un discurso pensado para desnudar las miserias humanas.
Como buen thriller que se precie, los personajes se mueven en terrenos turbios, presentando una turbadora ambigüedad moral. Tal como ocurre también en Blue Ruin (Jeremy Saulnier, 2014), las profundidades americanas no salen nada bien paradas. Es un discurso que ya hemos visto muchas veces, pero no deja de sorprender la facilidad con la que se esconden determinadas acciones deleznables, arrinconando cualquier sentido de la justicia, incluso por parte de la misma Ley.
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