Dirección y montaje: Amanda Álvarez Díaz. Intérpretes: Christopher Baron, Kelsey Landon. Guion: David Pérez Marín, Amanda Álvarez Díaz. Música original: Juan Gómez Galiardo. Fotografía: Steven Schuermans.
Hacer un cortometraje sobre las relaciones supone, en muchos casos, hablar sobre la ausencia/dificultad de las mismas. Números se inauguraba la semana pasada con 404, film sobre una relación moribunda, que aprovechaba para hablar de las dificultades que conllevan las nuevas formas de comunicación. Amanda Álvarez también nos habla de una pareja en sus últimos momentos. El título (-1) ya es toda una declaración de intenciones. Según palabras de la propia directora el film habla: "sobre las decisiones que se toman. A veces uno decide cosas y toma un rumbo que "mata" lo anterior, lo que uno era. Pero son decisiones irrevocables que cambian para siempre el camino. No importa si te arrepientes, o si estas contento. Lo único cierto es que el mundo de antes ya no es el mismo, y por tanto, el "tú" de ese mundo muere. Seguirás vivo, de otra forma, en otro taxi podríamos decir. Pero algo se pierde, y es irrecuperable".
Lo interesante de este trabajo es que utiliza el suspense para contar su historia. Un género que la directora no había tocado hasta ahora, pero en el que se desenvuelve con mucha soltura. Es cierto que según nos confiesa "cuando veo lo que he hecho hasta ahora, es verdad que casi siempre hay muerte", pero hasta ahora no había acudido al thriller de forma tan específica. "Me gusta probar un poquito de todo. También tengo ganas de hacer algo de terror. Y ahora estoy escribiendo una comedia". En esta ocasión, como casi siempre, comparte escritura con David Pérez Marín, autor del relato en el que se basa el guión. En una historia de este tipo siempre es complicado trasladar ciertas cosas a imágenes: La directora reconoce que "ha cambiado bastante. Es fiel, pero no lo es. Hay cosas nuevas, pero también otras que se pierden. El tema metafísico no es tan fácil de hacer". Aunque destaca la facilidad que supone trabajar con su habitual coguionista: "Es muy fácil trabajar con él. Lo adaptó muy rápido y bien. Fue más difícil a nivel de cámara que de guión".
El cortometraje atrapa gracias a su atmósfera inquietante, a lo que contribuyen especialmente dos elementos fundamentales. La música del gaditano Juan Gómez Galiardo es adecuada y está perfectamente medida. Amanda nos cuenta cómo fue el proceso: "Es un chaval de mi pueblo, y es un músico de jazz importante. Colaboramos en el anterior corto, y me gustó mucho. Yo casi siempre sé que música quiero, pero aquí estaba un poco más perdida. El proceso fue estupendo. Él empieza a tocar y yo le voy guiando, le digo en abstracto lo que quiero transmitir. Y él me va haciendo pruebas. La verdad es que estoy muy contenta con la música". La fotografía de Steven Schuermans también contribuye de forma decisiva a construir la tensión necesaria. La forma en la que está retratada la noche neoyorquina nos sumerge aún más en este intrigante relato. Y eso que las dificultades en este aspecto fueron máximas: "Fue un poco locura. No teníamos dinero para luces. Lo único que conseguimos fue una luz kino para el interior. Y para el exterior, teníamos una mopa a la que le pusimos una luz LED, que es una luz fría. En los planos había alguien que iba al lado del actor con la "escobita". Así, de guerrilla total". Todo esta precariedad es aprovechada para hacer ese retrato oscuro, aunque también es básico contar con una cámara que lo permita: "Era la Scralett, que tiene bastante buena iluminación de noche. A lo mejor con otra cámara no se hubiera podido hacer".
Es -1 un trabajo que supera su escasez de medios gracias al buen hacer de un equipo que consigue un acabado técnico impecable, y que nos logra transmitir toda la desazón de una relación agonizante a través de un thriller turbador. Expectantes quedamos ante los próximos trabajos de esta directora gaditana afincada en Nueva York.
Lo interesante de este trabajo es que utiliza el suspense para contar su historia. Un género que la directora no había tocado hasta ahora, pero en el que se desenvuelve con mucha soltura. Es cierto que según nos confiesa "cuando veo lo que he hecho hasta ahora, es verdad que casi siempre hay muerte", pero hasta ahora no había acudido al thriller de forma tan específica. "Me gusta probar un poquito de todo. También tengo ganas de hacer algo de terror. Y ahora estoy escribiendo una comedia". En esta ocasión, como casi siempre, comparte escritura con David Pérez Marín, autor del relato en el que se basa el guión. En una historia de este tipo siempre es complicado trasladar ciertas cosas a imágenes: La directora reconoce que "ha cambiado bastante. Es fiel, pero no lo es. Hay cosas nuevas, pero también otras que se pierden. El tema metafísico no es tan fácil de hacer". Aunque destaca la facilidad que supone trabajar con su habitual coguionista: "Es muy fácil trabajar con él. Lo adaptó muy rápido y bien. Fue más difícil a nivel de cámara que de guión".
El cortometraje atrapa gracias a su atmósfera inquietante, a lo que contribuyen especialmente dos elementos fundamentales. La música del gaditano Juan Gómez Galiardo es adecuada y está perfectamente medida. Amanda nos cuenta cómo fue el proceso: "Es un chaval de mi pueblo, y es un músico de jazz importante. Colaboramos en el anterior corto, y me gustó mucho. Yo casi siempre sé que música quiero, pero aquí estaba un poco más perdida. El proceso fue estupendo. Él empieza a tocar y yo le voy guiando, le digo en abstracto lo que quiero transmitir. Y él me va haciendo pruebas. La verdad es que estoy muy contenta con la música". La fotografía de Steven Schuermans también contribuye de forma decisiva a construir la tensión necesaria. La forma en la que está retratada la noche neoyorquina nos sumerge aún más en este intrigante relato. Y eso que las dificultades en este aspecto fueron máximas: "Fue un poco locura. No teníamos dinero para luces. Lo único que conseguimos fue una luz kino para el interior. Y para el exterior, teníamos una mopa a la que le pusimos una luz LED, que es una luz fría. En los planos había alguien que iba al lado del actor con la "escobita". Así, de guerrilla total". Todo esta precariedad es aprovechada para hacer ese retrato oscuro, aunque también es básico contar con una cámara que lo permita: "Era la Scralett, que tiene bastante buena iluminación de noche. A lo mejor con otra cámara no se hubiera podido hacer".
Es -1 un trabajo que supera su escasez de medios gracias al buen hacer de un equipo que consigue un acabado técnico impecable, y que nos logra transmitir toda la desazón de una relación agonizante a través de un thriller turbador. Expectantes quedamos ante los próximos trabajos de esta directora gaditana afincada en Nueva York.
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