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Magic in the Moonlight (Estados Unidos-Reino Unido, 2014).
Dirección y guión: Woody Allen.
Intérpretes: Colin Firth, Emma Stone, Simon McBurney, Hamish Linklater, Eillen Atkins, MArcia Gay Harden, Jacki Weaver.
Fotografía: Darius Khondji.
Montaje: Alisa Lepselter.
Idioma: Inglés.
Duración: 97 minutos.
La magia del amor
Por Manuel Barrero Iglesias
Afirma Douglas Brode en su libro 'Las películas de Woody Allen' que existe una relación directa entre el apetito de las mujeres allenianas y su deseo sexual. Un aspecto recurrente en su obra que tiene como punto álgido la prostituta de Mira Sorvino en Poderosa Afrodita (1995). El personaje que interpreta Emma Stone en Magia a la luz de la luna es otra de esas mujeres voraces, aunque con una pequeña variación. Hay un momento en el que Sophie dice que su psicoanalista identifica su exceso de apetito con la "necesidad de amor". El matiz existe, y se puede deber a que estamos ante la comedia romántica más convencional que jamás ha rodado Allen.
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Pero no todo es felicidad en este nuevo trabajo del neoyorquino, quien no abandona su famoso escepticismo. El personaje de Colin Firth prolonga el arquetipo alleniano que no encuentra posible ser feliz en este mundo. El planteamiento del film no difiere mucho de títulos recientes de terror, como La maldición de Rookford (Nick Murphy, 2011) o Luces rojas (Rodrigo Cortés, 2012). En ambas tenemos personajes que se dedican a descubrir estafas de falsos videntes, una búsqueda que esconde el deseo secreto de encontrar evidencias que certifiquen la existencia de lo sobrenatural. Ni que decir tiene que las dos entran en el juego, abriendo la puerta al Más Allá. Stanley se encuentra en la misma tesitura, pero cualquiera que conozca un poco a Allen sabe que este no sucumbiría ante la ilusión.
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Cuando el espiritualismo naif parece estar de moda (en pantalla tenemos ahora Orígenes), al menos siempre nos queda gente como Allen para darnos una bofetada de realidad. La lucha del protagonista es la que el mismo autor ha mantenido toda la vida. El miedo a la muerte choca contra la razón, y es fácil entregarse a la fantasía de otras vidas, reencarnaciones y demás ultramundos. Pero Woody Allen nunca ha sido complaciente con nuestra importancia en el universo, ni con el sentido de la vida. Su famosa anhedonia vuelve a estar presente en este film. Al menos, esta vez se permite el lujo de disfrutar del amor.
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