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domingo, 14 de diciembre de 2014

Entrevista: Dietrich Brüggeman

“La religión controla la mente, es decir, el crimen de pensamiento”

Se ha estrenado en salas la película alemana Camino de la cruz, ganadora en la última Berlinale el pasado mes de Febrero del premio al mejor guión. El director Dietrich Brüggeman, con quien pudimos hablar en su paso por Madrid para presentar este complejo filme, lleva a cabo un trabajo tan autoral y personal, como heredero de la austeridad y el naturalismo del cine nórdico. Narrada a través de 14 episodios rodados en plano fijo que emulan el Viacrucis de Jesucristo, nos cuenta la historia de Maria, la hija de una familia católica profundamente tradicionalista, que verá enfrentadas sus creencias a los conflictos emocionales típicos de la adolescencia. 


Por Sofia Pérez Delgado
(La película del día)


-Aunque el tema más evidente de la película es el de la religión, sin duda tiene una importancia fundamental la cuestión de la familia. ¿Crees que el modelo familiar tradicional está en crisis?
Quizás un sociólogo te contestaría a eso de forma más adecuada. Pero sí, Camino de la cruz es sobre todo una película sobre la familia, sobre cómo rige uno sobre sus hijos. A nivel de Estado, hemos tenido muchas transiciones: monarquía, democracia… En la familia ha sido lo mismo, antes era una monarquía con la figura de padre-rey que mandaba sobre todo. Ahora estamos un poco confusos, porque la monarquía no ha funcionado, y nos debatimos entre democracia, una monarquía bienintencionada, las tradiciones más asentadas… También hay muchos padres posmodernos que no quieren ejercer ningún tipo de poder sobre los hijos. Pero esa idea de cómo controlar la vida de los hijos, de la que uno es responsable, es un tema que plantea la película antes que nada. Curiosamente, muchos alemanes mayores de 50 años, después de verla, dijeron que se veían reflejados a sí mismos cuando eran niños o en cómo trataban a sus hijos.

-¿Por qué decidiste centrarte en la religión católica y no en otras más utilizadas de forma controvertida en el cine, como pueda ser la islámica?
Utilicé el catolicismo porque es un medio y un ambiente que conozco. No conozco ni me llama el Islam, porque no es lo que yo he vivido. Pero creo que hay algo universal, que es controlar la mente de la gente a través de la religión. En el Estado moderno, se puede controlar un crimen cuando se comete, pero la religión controla la mente, es decir, el crimen de pensamiento. Esto es algo común a todas las religiones, el control de lo que se supone que es pecado: la música, la danza, el sexo… Da igual que sean católicos o islamistas, es el mismo tipo de fundamentalismo en ambos casos.

-El guion de la película, como el de anteriores trabajos tuyos, lo has escrito con tu hermana, la actriz Anna Brüggemann. ¿Cómo es la colaboración con ella?
Escribir un guion es algo que no debería hacerse solo, porque el cine es un medio dialéctico, y es mejor tener dos perspectivas distintas. Pero para eso hay que tener ideas parecidas, con vibraciones similares. Es por ello por lo hay bastante parejas de hermanos que trabajan juntos con éxito en el cine, destacando a los Cohen. En cuanto a nosotros, plateamos juntos la construcción de los personajes y el arco de la historia. Pero a partir de ahí, la escritura de diálogos la hago yo prácticamente solo, porque en este caso sí que es mejor, ya que es un acto irracional en el que hay que dejarse llevar, como improvisar en música.
-Uno de los personajes más difíciles y fuertes de la historia es el de la madre, interpretado por Franziska Weisz…
Se parece a la enfermera de Alguien voló sobre el nido del cuco –Milos Forman, 1975- (Risas). No es malvada, simplemente está haciendo su trabajo. Y ahí está la clave: la gente puede ser brutal, pero lo que es más brutal es el sistema que funciona con la gente como brazos ejecutores de lo que se les dicta. Y la madre actúa según le dictan sus creencias dentro de un sistema. Cada vez que la vemos en cualquier tipo de interacción con su hija, al principio siempre es bastante amable. Solo que, según avanza la secuencia, la niña actúa de manera imprudente, y entonces debe castigarla. 

-Los planos fijos a través de los que se configura la película parecen recreaciones de cuadros. ¿Era una manera de contraponer presente y pasado?
Sí por supuesto. No puedes hacer una película con imágenes fijas sin haber visto una gran cantidad de arte. Aquí está La  última cena de Leonardo Da Vinci, hasta el paisajismo del siglo XIX en el momento en que caminan por el campo. A mi me encanta ir a museos y ver cuadros, porque tu puedes decidir dónde mirar y seguir tu propio ritmo, no el de otro. Por supuesto, en la película la atención está guiada, pero por la acción; y es totalmente distinto que ver otra película condicionada por el montaje.

-Sin embargo, hay tres momentos muy concretos (la confirmación, el hospital, y el final) en los que decides mover la cámara…
Una película siempre tiene que contener su antítesis. Y además, son tres momentos de transición del personaje. El primero, el de la confirmación, el mismo cura ya dice al principio lo que es: una transición de la juventud al mundo adulto; y también el momento en el que la protagonista pasa de una vida saludable al declive de la muerte.  El segundo momento es cuando muere, y el tercero, cuando ya la vemos muerta. Así que en esos momentos parecían lógicos los tres movimientos.

-Se ha comparado Camino de la cruz con el cine de Dreyer, pero, yéndonos a autores contemporáneos, la película puede recordar mucho a los trabajos del austriaco Ulrich Seidl. ¿Te influyó su cine? ¿Cuales son otras de tus influencias?
La referencia a Siedl es evidente, pero no por el tema en sí, sino por la forma de aproximarse a la gente. Me encantan los documentales de Seidl por la manera en la que entra en contacto con personas reales y extrañas, pero no me gustan tanto sus películas de ficción, ya que plantea a los personajes de modo caricaturesco, y después se ríe de ellos. Por supuesto respeto todo, pero creo que la manera que tenemos de tratar a las personas tiene mucha mayor relación con el cine de Roy Andersson, que es mi mayor referente. La forma en la que convierte tragedia en comedia y absurdo, y cómo desdibuja la realidad, es algo sobre lo que me encanta trabajar ahora mismo.

-¿Y conocías la película española Camino (Javier Fesser, 2008)? Tiene bastantes puntos en común con Camino de la cruz
No había oído hablar de Camino hasta ayer.

-¿Ha influido en tu carrera de alguna manera el premio en la Berlinale?
Sí, porque me dio la oportunidad de hacer una película después que de otra manera no hubiese podido hacer, ya que es una comedia sobre neonazis, pero que realmente habla sobre toda la sociedad alemana, y todo el mundo sale mal parado. No sigue las pautas habituales de narración, y nunca habría encontrado la financiación normal para ella. Pero después de ganar el premio conseguí la financiación, y pude tomar ese riesgo. Así que ese premio sí que ha cambiado mi carrera en cierto sentido.

-¿Cuál fue la reacción del público alemán ante la película? ¿Cómo es la distribución en Alemania de este tipo de filmes?
Fue el típico estreno en salas para este tipo de películas, no muy grande, ya que no vas a tener grandes cifras de taquillas, pero es lo normal. La prensa la recibió muy bien, y también gente muy distinta, jóvenes, mayores, de mediana edad…

Entrevista realizada en la librería Ocho y medio,

El 10 de Diciembre de 2014

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