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domingo, 21 de diciembre de 2014

Críticas: Camino de la cruz

6/10
Kreuzweg (Francia-Alemania, 2014).
DirecciónDietrich Brüggemann.
Intérpretes: Lea van Acken, Franziska Weisz, Florian Stetter, Ramin Yazdani, Hans Zischler, Anna Brüggemann, Lucie Aron.
GuionDietrich Brüggemann, Anna Brüggemann.
Fotografía: Alexander Sass.
Montaje: Vincent Assmann.
Idiomas:  Alemán, francés, latín.
Duración: 107 minutos.


Fe sin paraíso

Por Manuel Barrero Iglesias

En los últimos años hay varios directores que se han acercado al enigmático mundo de la rigidez religiosa. En las sociedades occidentales contemporáneas el asunto resulta tan anacrónico que es complicado afrontarlo desde una mínima distancia. Puede ser Dietrich Brüggemann uno de los autores que con más rigor aborda la devoción del creyente. La rigidez que guía la vida espiritual de la protagonista es la que también determina la puesta en escena del film. Catorce planos secuencia -que corresponden con la las estaciones del via crucis-, la mayoría de ellos con la cámara fija. Una coherencia admirable que, sin embargo, no impide que la vida fluya entre sus imágenes. Dentro del inmovilismo que lo rige todo, también podemos observar los cambios producidos en el interior de Maria. 

En este sentido habría que destacar esa secuencia en la que madre e hija conversan en el interior de un vehículo. La cámara permanece fija, pero se mueve con el desplazamiento del coche. Una contradicción que refleja el estado de ánimo de la protagonista: en un nivel superior, ella seguirá sus convicciones hasta las últimas consecuencias; pero hay una parte de ella que se pone en duda a sí misma. Maria no solo echa un pulso a su madre, en su interior se despierta una lucha interior que ya no abandonará hasta el final. Aunque su camino esté marcado, el recorrido lo hará con esa constante fricción. 
Lejos del tremendismo de películas como Camino  (Javier Fesser, 2008), el director alemán busca la serenidad aséptica. Aunque no siempre la alcance. Hay personajes que se revelan como estereotipos simplistas y extremos. Hablamos de los padres, especialmente una madre demasiado "villana". La desaforada actuación de Franziska Weisz tampoco ayuda a hacer más humano a este personaje contradictorio. Y es que toda la coherencia que presenta en lo formal la pierde en determinados aspectos del guion. Los problemas de verosimilitud del último tramo son demasiado como para pasarlas por alto.

Sin estas debilidades tan obvias, podríamos estar hablando de uno de los trabajos más importante del año. Una obra que plantea muchos interrogantes, y que trata de evitar el dogmatismo. Incluso en la rigurosidad de su puesta en escena deja lugar para tres movimientos de cámara  muy significativos (y consecuentes). Un via crucis que deja fuera -muy significativamente- la última estación. Es una pena que entre tanta finura el hilar se cuelen algunos errores de bulto.



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