Por Paulo Campos
Hace ya ocho meses que Will Smith proclamó a 12 Years a Slave -la definitiva película sobre la esclavitud de la que hoy nadie se acuerda- como la Mejor Película en la Ceremonia de los Oscar. En ese mismo instante, la carrera al Oscar 2013 llegaba a su fin y sin esperar ni un fotograma comenzaba la Carrera de Premios 2014.
Ya puestos, no viene mal el establecer que la temporada de Premios tiene unos mandamientos inamovibles, tal que así:
-Honrarás al Oscar más que a ningún premio, por muchas estrellas borrachas que veamos en los Globos de Oro, por mucho que no gusten, porque nos gustan por ser los primeros con nominados, los Satellites Awards, entregados por vete tú a saber quién, ... todos son meros pasatiempos mientras llegan los “de verdad”.
-Santificarás a Harvey Wenstein y Scott Rudin, no dando nunca por muerta un película producida por ellos. Pueden hacer multinominada a la última película de Jason Statham.
-Si Sandra Bullock tiene un Oscar, todos el mundo puede cogerle el testigo (leer mandamiento anterior).
-Si eres un Oscar-fan debes, repito debes, discutir, insultar, menospreciar a aquel que no opine como tú. Sobre todo en los apartados interpretativos femeninos, deben importarte más que ningún otro. La única salvedad es si entra en liza Anne Hathaway, todo el mundo debe odiarla.
-Borrarás de tus diálogos la frase “debe ser buena, está nominada a varios Oscar”, sabes de que va la broma y puedes estar recomendando American Hustle.
-Cuando llegue el Festival de Toronto, no estarás atento a las críticas, sino que cada 10 minutos abrirás internet para ver si alguna productora ha adquirido la última de Julianne Moore, para clamar a los dioses por su Oscar negado insistentemente, hay de ti que digas que no se lo merece.
-Tienes que vivirlo intensamente, tendrás una película favorita, por razones que nadie, ni tú mismo puedes explicar, desde el inicio de la carrera y, por supuesto, una odiada. Cuando pierda tu película, dirás que es la mayor injusticia de la historia, Crash mediante.
-Cuando conozcamos los premios de la National Board of Review, sabremos qué película no va a ganar el Oscar, ni qué actor secundario será nominado.
-Envidiarás sobre todas las cosas el ser un miembro votante de los Globos de Oro, el cuelgue entre maletines (o sobres que es más castizo) de productoras, tiene que ser brutal a la hora de votar.
-Si una pequeña parece demasiado pequeña e indie para que un votante medio de los Oscar -de esos que tienen selfies con Carlomagno- ni te molestes en verla, a no ser que te guste el cine (que no viene a cuento con lo que estamos hablando). Ellos no lo harán a menos que salga Jennifer Lawrence.
-Meryl Streep sí.
-Leonardo DiCaprio no.
-Tras comprobar que dos asociaciones, por muy enanas que sean, premian la misma película, y aún estando a 3 de diciembre, tendrás que ir a los foros especializados en premios y opinar, textualmente “qué aburrimiento de carrera”.
-MUY IMPORTANTE: hablarás con total rotundidad, sobre qué interpretación es mejor, qué fotógrafo tiene que ganar, o si el documental sobre una leprosa hindú que, con el paladar, pinta cuadros en homenaje a un marine homosexual y tartamudo, que le salvó la vida, merece el Oscar. Aun sin haber visto ninguna de esas películas o incluso, ninguna de las otras nominadas. ¿Pa qué?
-Que no te vengan a decir a ti que no son influyentes los premios de la crítica de Dallas Fort-Woth, aciertan dos de cada cinco nominados en el apartado de montaje. Ahí está la clave.
El último, en serio, es un divertimento, un pasatiempo una broma muy cara, donde la calidad de las películas pasa a ser un segundo, tercer o cuarto plato.
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