La primera parte del Festival nos trajo una buena cantidad de títulos en la que los protagonistas oían voces, o veían muertos. Más allá de la presencia de espíritus malignos, como ocurre en la ya reseñada The Babadook o en Oculus (de la que hablaremos aquí), en la mayoría de ellas son voces “amigas”, que provienen del mismo sujeto que las escucha y que les ayuda a superar sus traumas. O incluso muertos no peligrosos en busca de cariño.
Por Manuel Barrero Iglesias
En Stereo, el protagonista ha olvidado un pasado turbio al que puso punto y aparte con un hecho traumático. Su amnesia le sirve para poder soportar el peso de la conciencia, y así poder llevar una nueva vida apacible. Pero el pasado siempre regresa (recuerden Una historia de violencia) para acabar explotando en la cara. Es en ese proceso de reconstrucción de su propia historia donde el protagonista se encuentra cara a cara con una misteriosa figura. El director (y guionista) Maximiliam Erlenwein hace visible al espectador esa inquietante presencia cuya "identidad" conoceremos al final. Pero desde el principio tenemos claro que no es más que una prolongación de Erik, quien recurre a ella para poder soportar la transición hasta el infierno. El film alemán recuerda demasiado a otros de oscuros secretos y memorias perdidas. Siendo correcto en su desarrollo, no aporta nada nuevo.
Más voces desde dentro que se exteriorizan en agentes externos tenemos en The Voices, título significativo para el último trabajo de Marjane Satrapi. Aunque en esta ocasión lo que escucha el protagonista es una manifestación de su propia patología. Su perro, su gato o hasta las cabezas de sus víctimas conversan con Jerry (al menos en su mente). La película es una colorida parodia sobre el siempre oscuro mundo del psicópata. De hecho, el film juega hábilmente con el contraste entre el mundo color de rosa que ve Jerry y el lúgubre que vemos como observadores externos. La película tiene varios vaivenes en su efectividad cómica, pero solo por el enfrentamiento entre en el noble (bobo) perro y el sarcástico gato ya merece la pena disfrutar del trabajo norteamericano de la directora iraní.
Otro individuo que se apoya en una voz interna que se manifiesta como presencia externa es el niño protagonista de Goodnight Mommy, film austríaco producido nada menos que por Ulrich Seidl. Aquí volvemos a los traumas sin resolver y a las pérdidas no aceptadas. Al no asumir la muerte de su hermano, el protagonista lo mantiene vivo en su mente. A esta circunstancia se une la operación estética de una madre que mantiene las distancias con el niño. Una combinación letal que desembocará en el más absoluto horror. La última parte del film impresiona por su crudeza y consigue levantar un film algo moroso en su retrato de las relaciones familiares, en las que no consigue explicar demasiado bien cómo se llega hasta el punto de no retorno.
En Jamie Marks is Dead ya pasamos a la clásica historia de fantasmas. Bueno, no tan clásica. Carter Smith no busca provocar miedo, y el fantasma de Jamie es una prolongación de su triste vida. Estamos ante el típico marginado de instituto que un día es encontrado muerto. Nunca nadie había reparado en él (excepto para acosarlo), y a raíz de su fallecimiento, es capaz de comunicarse con dos compañeros (Gracie y Adam). Ella prefiere ignorarlo, pero Adam se vuelca en intentar ayudar al fantasma de Jamie, como una especie de reparación de lo que no hizo en vida (al hilo de la primera secuencia del film). Una película con buenas intenciones, pero de desarrollo torpe y conclusión insatisfactoria.
Y acabamos, ahora sí, con los fantasmas de toda la vida. En Oculus es un espejo el que está maldito, y dos hermanos tratarán de ajustar cuentas con él años después de haberles dejado huérfanos y destrozado la vida. La película logra ser inquietante a partir de elementos mínimos. Narrativamente hay momentos en los que corre el riesgo de perderse en un montaje paralelo bastante tedioso, pero el director consigue unirlos en un tramo final que es toda una filigrana en cuanto a montaje. Lástima que no consiga rematar con un desenlace a la altura, resolviendo la trama con un giro brusco, efectista e ilógico.
Más voces desde dentro que se exteriorizan en agentes externos tenemos en The Voices, título significativo para el último trabajo de Marjane Satrapi. Aunque en esta ocasión lo que escucha el protagonista es una manifestación de su propia patología. Su perro, su gato o hasta las cabezas de sus víctimas conversan con Jerry (al menos en su mente). La película es una colorida parodia sobre el siempre oscuro mundo del psicópata. De hecho, el film juega hábilmente con el contraste entre el mundo color de rosa que ve Jerry y el lúgubre que vemos como observadores externos. La película tiene varios vaivenes en su efectividad cómica, pero solo por el enfrentamiento entre en el noble (bobo) perro y el sarcástico gato ya merece la pena disfrutar del trabajo norteamericano de la directora iraní.
Otro individuo que se apoya en una voz interna que se manifiesta como presencia externa es el niño protagonista de Goodnight Mommy, film austríaco producido nada menos que por Ulrich Seidl. Aquí volvemos a los traumas sin resolver y a las pérdidas no aceptadas. Al no asumir la muerte de su hermano, el protagonista lo mantiene vivo en su mente. A esta circunstancia se une la operación estética de una madre que mantiene las distancias con el niño. Una combinación letal que desembocará en el más absoluto horror. La última parte del film impresiona por su crudeza y consigue levantar un film algo moroso en su retrato de las relaciones familiares, en las que no consigue explicar demasiado bien cómo se llega hasta el punto de no retorno.
En Jamie Marks is Dead ya pasamos a la clásica historia de fantasmas. Bueno, no tan clásica. Carter Smith no busca provocar miedo, y el fantasma de Jamie es una prolongación de su triste vida. Estamos ante el típico marginado de instituto que un día es encontrado muerto. Nunca nadie había reparado en él (excepto para acosarlo), y a raíz de su fallecimiento, es capaz de comunicarse con dos compañeros (Gracie y Adam). Ella prefiere ignorarlo, pero Adam se vuelca en intentar ayudar al fantasma de Jamie, como una especie de reparación de lo que no hizo en vida (al hilo de la primera secuencia del film). Una película con buenas intenciones, pero de desarrollo torpe y conclusión insatisfactoria.
Y acabamos, ahora sí, con los fantasmas de toda la vida. En Oculus es un espejo el que está maldito, y dos hermanos tratarán de ajustar cuentas con él años después de haberles dejado huérfanos y destrozado la vida. La película logra ser inquietante a partir de elementos mínimos. Narrativamente hay momentos en los que corre el riesgo de perderse en un montaje paralelo bastante tedioso, pero el director consigue unirlos en un tramo final que es toda una filigrana en cuanto a montaje. Lástima que no consiga rematar con un desenlace a la altura, resolviendo la trama con un giro brusco, efectista e ilógico.
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