Tienen dos secuencias muy similares las películas unidas en esta crónica. En ambas vemos (y oímos) a alguien sentado en el váter defecando de forma ruidosa mientras charla con su interlocutor. Sí, los pedos ya no son exclusivos de la comedia grosera, pasando a forma parte del discurso de dos autores de la talla de David Cronenberg y Jean-Luc Godard. Cada uno busca algo distinto con la introducción de la secuencia en cuestión, pero celebramos en ambos casos la naturalización de las ventosidades con propósitos más allá de buscar el humor primario. Pero hay mucho más -demasiado para esta minúscula crónica de aproximación- dentro de dos de las mejores obras que pudimos ver este año en el Festival de Sitges.
Por Manuel Barrero Iglesias
Map to the Stars (David Cronenberg. Canadá-Alemania, 2014)
Oficial Fantàstic Competición
Cronenberg se une a lista de nombres ilustres que han retratado el lado oscuro de la maquinaria hollywoodiense. Como recientemente hizo otro cineasta inquietante llamado David (Lynch), el canadiense lanza una mirada devastadora sobre los habitantes de una ciudad, Los Angeles, que han perdido toda perspectiva sobre la realidad. Los personajes de Maps to the Stars viven en su mundo, un mundo ajeno al resto de la humanidad, un lugar absurdo y ridículo en el que no importa nada más allá de ellos mismos. Pero ojo, ahí está la vida con la que sueña la gran mayoría de la población. El personaje que sirve como hilo es una joven (Mia Wasikowska) que vuelve a ese mundo tras pasar su infancia/adolescencia lejos de él. El recorrido que hacemos junto a ella nos muestra a una fauna grotesca, la otra cara de las estrellas que vemos en la alfombra roja (y también de los que pululan alrededor). En este retrato resultan clave dos personajes que se convierten en blancos muy fáciles de la fábrica de sueños (¿o pesadillas?). Tenemos al niño estrella (Evan Bird), el que tiene todas las papeletas de convertirse en juguete roto. Y también a la actriz ya madura (descomunal Julianne Moore) que vive horas bajas por culpa de la edad. Todos ellos son personajes antipáticos para el espectador, aunque no es cuestión de personalizar. La estupidez en sus comportamientos viene provocada por el entorno. Y el entorno son otros humanos. Somos todos. Así que estamos ante un ejemplo claro de cine sobre la enorme capacidad humana para la autodestrucción. Sin concesiones ni medias tintas.
Adieu au langage (Jean-Luc Godard. Francia, 2014)
Oficial Fantàstic Competición
Y para mirada sin concesiones de ningún tipo, la de Godard. Un director que lleva varios años batallando consigo mismo, con la Historia y con la función del cine. Sus películas abandonaron hace ya muchos años la gramática convencional para adentrarse en una continua reflexión de la que se nos escapan muchas cosas. Si un crítico siempre debe enfrentarse a su labor de la forma más humilde posible, cuando uno habla sobre un trabajo de Godard ese cuidado se multiplica por mil. Vaya esto por delante.
El título del film ya nos pone sobre aviso. La era digital ha provocado que estemos ante una sobrexposición de imágenes, cuyo valor es cada vez menor. Godard utiliza el 3D para experimentar con la imagen, pero de verdad. Ante la moda de usar la tecnología para estafar al público, el francés sí realiza una exploración en profundidad de las posibilidades que ofrecen las tres dimensiones. Y el resultado no puede ser más estimulante, ofreciendo momentos de auténtica magia. Pero no solo la imagen, el sonido es otro terreno en el que Godard no parece poner límites a su experimentación. Y entre unas y otras, reflexiones. Escritas, habladas y visuales. Adieu au langage es una película que somete al espectador a un continuo reto con el que acompañar al director en sus disertaciones. La mayoría conseguiremos arañar poco más que la superficie de todo lo que hay detrás de su mente, pero agradecemos que nos exprima hasta el límite. Y que, además, lo haga con una película tan hipnótica como esta.
Y para mirada sin concesiones de ningún tipo, la de Godard. Un director que lleva varios años batallando consigo mismo, con la Historia y con la función del cine. Sus películas abandonaron hace ya muchos años la gramática convencional para adentrarse en una continua reflexión de la que se nos escapan muchas cosas. Si un crítico siempre debe enfrentarse a su labor de la forma más humilde posible, cuando uno habla sobre un trabajo de Godard ese cuidado se multiplica por mil. Vaya esto por delante.
El título del film ya nos pone sobre aviso. La era digital ha provocado que estemos ante una sobrexposición de imágenes, cuyo valor es cada vez menor. Godard utiliza el 3D para experimentar con la imagen, pero de verdad. Ante la moda de usar la tecnología para estafar al público, el francés sí realiza una exploración en profundidad de las posibilidades que ofrecen las tres dimensiones. Y el resultado no puede ser más estimulante, ofreciendo momentos de auténtica magia. Pero no solo la imagen, el sonido es otro terreno en el que Godard no parece poner límites a su experimentación. Y entre unas y otras, reflexiones. Escritas, habladas y visuales. Adieu au langage es una película que somete al espectador a un continuo reto con el que acompañar al director en sus disertaciones. La mayoría conseguiremos arañar poco más que la superficie de todo lo que hay detrás de su mente, pero agradecemos que nos exprima hasta el límite. Y que, además, lo haga con una película tan hipnótica como esta.
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