Por Andrea Dorantes
Aire libre (Anahí Berneri. Argentina, 2014)
Sección Oficial
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Anahí Berneri nos incomoda con
esta nueva película. Una familia formada por Lucía, Manuel y su hijo pequeño compra una nueva casa, que
tiene mucho trabajo por delante para volver a ser habitable. Mientras la
reforman en un proceso que parece no terminar nunca, la pareja se va
distanciando poco a poco ya que ambos se mudan a la casa de sus respectivos
padres mientras dure la obra. Al poner espacio de por medio, el amor se disipa,
el cariño falta y aflora el mal genio, los insultos y los malos tratos. Ya no
comparten vida, solo un artificio vacío llamado matrimonio que en la realidad no llega a significar nada. Los
personajes, todos, se mueven torpes por el espacio. Se siente la rabia
contenida, la ira, que no dudan en dejar aparecer en forma de golpes y gritos.
Los diálogos son atropellados, se pisan constantemente el uno al otro. Todo
este ambiente produce incomodidad en el espectador, que acaba odiando a cada
personaje y deseando que el metraje se acabe. No implica esto que Aire libre sea una mala película, sino
que cumple su propósito, transmitir esa sensación de insatisfacción, irritación
y cansancio que sienten sus protagonistas. La película nos toca la piel y se
introduce en nosotros. Sentimos con ellos lo que es la ruptura inevitable de
una relación, la tristeza de la que se impregna todo cuando ello ocurre.
Mientras tanto, la casa no deja de romperse por todas partes, arreglan un
problema y nace otro, apuntalan el techo aun sabiendo que el derrumbe es ineludible
e incluso necesario. Se esfuerzan en mantener su hogar y su matrimonio en pie,
luchan con fuerza aunque sin remedio. Aire
libre puede hacernos sentir agobio o incluso enfado, tratándose de una
película pesada por su temática y su forma de llevarla, pero es por ello una
demostración más de lo que el cine es capaz de transmitir e introducirse en los
espectadores.
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