Por Andrea Dorantes
Káin Gyermekei/Cain's Children (Marcell Gerö. Hungría-Francia, 2014)
Nuev@s Director@s
Cain’s children es una de las apuestas más interesantes de la
Sección Nuevos Directores en lo que
va de festival. Se trata de un documental acerca de las bestias que crearon los últimos coletazos de la URSS en Hungría.
Jóvenes abandonados a su suerte que durante esa última etapa del régimen
cometieron asesinatos en su adolescencia, sin consciencia apenas de lo que ello
implicaba, individuos que estaban solos y sin un referente real o decente para
empezar a construir sus personalidades. Estos muchachos, ahora hombres adultos,
fueron niños perdidos sin hogar, personas aisladas del sistema que producen
crímenes cuya culpa, quizá, la tenga en mayor medida la sociedad del momento y
no ellos mismos. Abordando el tema desde un punto de vista trágico y crítico, Cain’s children recuerda a El chacal de Nahueltoro de Miguel
Littín, que a su vez mostraba con ironía cómo el Estado condenaba a aquel chacal que se había visto envuelto de
igual forma en el asesinato, víctima de la alcoholemia y el aislamiento social
con el que se condena a las poblaciones pobres. Estos personajes cargan la
culpa de su pasado como una pesada piedra vayan a donde vayan. Algunos tienen
la suerte de vivir en una casa, otros son vagabundos que viven en la calle, sin
ninguna esperanza de futuro. Los asesinatos que cometieron, fruto en ocasiones
de malentendidos o el intento de defenderse –en un caso, librándose de un
profesor que intentaba abusar sexualmente del chico o atacando a un compañero
que intentaba forzar a su madre-, no parecen tan graves según avanza el
largometraje, y es fácil entonces empatizar con aquellos rostros actuales que
grabó el director Marcell Gerö, llenos de arrugas, grietas, y en cuyos ojos no
se aprecia más que la miseria a la que los abocaron estos crímenes. Cargan con
la llamada “marca de Caín” que hace visible su culpa a ojos de todos,
impidiéndoles llevar una vida normal, cuidar de sus hijos, trabajar… En fin,
integrarse de nuevo en el sistema después de cumplir la condena que merecían.
Al no encontrarse aceptados por el entorno, algunos respondieron a la violencia
con más violencia y siguieron reincidiendo con robos, asaltos, etc. El
arrepentimiento también es un factor común en ellos, y Marcell Gerö deja fluir
las historias que ellos quieren contar, pero hasta el punto en el que ellos se
sigan sintiendo cómodos. A menudo tienen que parar de hablar con lágrimas en
los ojos. Pali, el hombre que asesinó a su padre siendo joven, no puede ver a
sus hijos y cuando lo hace, a escondidas, es imposible no apreciar la gran
ternura que les demuestra, la tristeza que lleva dentro por no poder ser
simplemente un hombre más. Con una gran conciencia política que sorprende
tratándose de “personas iletradas”, como se les consideraría desde un punto de
vista superficial, éstos son las víctimas, ellos son de los que habría que
cuidar.
El documental, que mezcla
entrevistas actuales y entrevistas de un antiguo documental sobre las cárceles
en el cual los asesinos eran jóvenes
y hablaban con desparpajo a la cámara, es duro y a la vez necesario, y abre la
puerta a la cuestión de integrar o no integrar a los criminales, de si merecen
o no esa oportunidad, de cómo un cambio político afecta a una generación entera
abocándola al fracaso.
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