“Con el tiempo te das cuenta
de que la melancolía no tiene ninguna función en la vida"
Figura
destacada de una nueva ola de cine argentino que se está desarrollando desde
principios de siglo, el director Daniel Burman estrena en España El misterio de la felicidad, que supone
la culminación del proceso de transformación que ha ido sufriendo su
filmografía a lo largo de los años. Temática y estéticamente diferente a sus
demás trabajos, la película es una positiva reflexión sobre la relatividad de
la amistad, el amor y los sueños. Burman, que estuvo en nuestro país para
presentarla, habló con Tierra Filme sobre cuestiones fundamentales a las que
cualquiera tiene que enfrentarse a lo largo de la vida, sobre su forma de ver
el mundo, el trabajo con los actores Irene Estévez y Guillermo Francella, y su
próximo proyecto.
-Ya desde el mismo título vemos
que película habla de la felicidad, algo que todos buscamos, pero a veces
estamos muy confundidos con respecto a ella. ¿Cómo afrontaste un tema tan
universal?
Más
que la felicidad, el tema es cómo muchas veces vivimos en función de pactos que
hacemos en nuestra juventud, basados en deseos o en sueños de ese momento, y
nos vinculamos con personas con las que tratamos de anudar esos sentimientos. Luego
los sentimientos y los sueños mudan hacia otro lado, y solo quedan los pactos, las
formas, y quedamos encerrados en ellas. A veces no nos animamos a aceptar que
ya no soñamos más con eso. Y es algo ocurre únicamente con el paso del tiempo.
De ahí que los personajes deban tener unos años más que yo.
-Con respecto a este aspecto,
desde hace un tiempo cambiaste la orientación de tus primeras películas, que se
correspondían con personajes de tu propia edad, y de situaciones que tú estabas
viviendo, por historias de personajes más mayores, más alejados en apariencia de
tus experiencias. ¿Por qué este cambio? ¿Te sientes más cómodo con este tipo de
historias?
Uno
tiene ciertos dilemas que quiere plantear en una historia, y luego esos dilemas
se desarrollan en cierta edad. De alguna manera, toda la materia prima de una
narración básicamente son los temores de uno, los dilemas, las preguntas que
uno se hace, y que se pueden proyectar a los 30, los 40, los 50… Pero
permanecen, son siempre más o menos los mismos. Sí que los personajes mayores
me parecen más interesantes, porque seguir viviendo, con los años, es cada vez
una aventura más compleja. Por el contario, los personajes adolescentes me
aburren, porque cuando uno es adolescente es inmortal, no le tiene miedo a
nada. Cuando se avanza en edad, y se tiene la certeza de que la muerte sin duda
es algo que a uno también le va a ocurrir, uno se pregunta para qué estamos
aquí, y otras cuestiones. Y cuanto empiezas a tener hijos, familia, también te
preguntas para qué están ellos en este mundo… Con la edad se van sumando
preguntas y nunca hay respuesta. Pero a su vez uno sigue viviendo, lo cual es
un absurdo si se lo piensa racionalmente, pero hay que hacerlo y ser más o menos
feliz.
Porque
creo que hay conflictos que son inherentes a nuestra persona, que no tienen que
ver necesariamente con ser padres o madres. Yo tengo hijos, pero me molesta pero
a veces veo a la gente que no los tiene, y a los que les vemos desde fuera nos parece
que todos los conflictos que tienen están atravesados por esa falta, pero no es
así. Los que tenemos hijos pensamos que la paternidad y la maternidad es el
centro del mundo, y para muchas personas puede no serlo. Es un pensamiento muy
difícil de asumir. En la película me interesaba que los conflictos vinieran
dados por los pactos previos a ese estado, que se tienen que resolver, y que no
tienen que ver con haber sido padre o madre.
-Sin ser nunca comedias puras,
ya que siempre tienen un toque melancólico, esta puede ser tu película más
positiva hasta la fecha. ¿Qué te ha
llevado a ello?
Yo
estoy más positivo. Me parece divertidísimo este rato que estamos aquí en el
mundo. No sé si después viene algo, pero por si acaso hay que pasarlo bien
ahora. Con el tiempo te das cuenta de que la melancolía no tiene ninguna
función en la vida. Es un lastre que uno lleva, y que te deja en el pasado. Por
mi parte trato de evitar los toques melancólicos y nostálgicos en las películas
a medida que pasa el tiempo. A veces lo logro y a veces no.
-En esta película se observa
una mayor experimentación con el lenguaje visual, sobre todo con el montaje,
que ya se empezaba a apreciar en La
suerte en tus manos (2012), y que se aleja un poco de ese estilo realista
característico del resto de sus películas…
Puede
ser. No es algo que me plantee a priori, simplemente ocurre. Llega un momento
que haces una película, y es diferente a las otras. Con el tiempo las películas
que voy firmando son reacciones a las películas anteriores y las maneras de
filmar que tuve. Es la dialéctica sobre la que va avanzando hacia ningún lado
una filmografía, porque una filmografía realmente no avanza hacia un punto
concreto.
Como
estaba retirada parecía imposible que volviera, pero soy bastante obstinado en
ese aspecto, así que lo intenté. Y fue tan simple como mandarle el guion y
proponerle que hiciera ese rol. Ella había tomado esa decisión de vida de dejar
de trabajar como actriz, y yo no quería cambiársela, así que no le propuse que
volviera a ser actriz, sino que volviera a hacer una película, que no es lo
mismo. Quería que hiciera un paréntesis, y por suerte lo hizo. Los motivos por
los que dejó de actuar creo que eran muy diferentes a las condiciones de la
película, y se sintió cómoda con la manera de hacerla y con la historia.
-¿Y cómo fue el trabajo con
Guillermo Francella, un actor de normal muy expresivo, pero que aquí está
convenientemente contenido?
Guillermo
Francella es un actor extraordinario y le gustó el desafío de poder hacer algo
diferente. Él tiene una veta cómica realmente impresionante, llegas al rodaje,
le miras a los ojos y te ríes. Pero aquí hizo un trabajo muy interesante de
composición.
-¿Hacia dónde vas a encaminar
tus próximos proyectos?
Voy
a empezar una película en Enero que se llama El rey del Once. El Once es un barrio de Buenos Aires, y tiene que
ver con cierto dilema sobre la ayuda y la bondad, sobre si es lícito decidir a
quién ayudar o uno tiene que ayudar a quién debe hacerlo. Es un tema realmente
actual, cómo es más fácil querer salvar a todo el mundo que querer salvar a tu
propio hijo o a tu propio padre, y cómo con las personas más cercanas es mucho
más difícil comprometerse que con las ajenas.
Entrevista
realizada en las oficinas de Surtsey Films de Madrid,
el
25 de Agosto de 2014
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