Shirley: Visions of Reality (Austria, 2013).
Dirección, guión y montaje: Gustav Deutsch.
Intérpretes: Stephanie Cumming, Christoph Bach, Florentín Groll, Elfriede Irrall, Tom Hanslmaier.
Música original: Christian Fennesz.
Fotografía: Jerzy Palacz.
Idioma: Inglés.
Duración: 92 minutos.
Intérpretes: Stephanie Cumming, Christoph Bach, Florentín Groll, Elfriede Irrall, Tom Hanslmaier.
Música original: Christian Fennesz.
Fotografía: Jerzy Palacz.
Idioma: Inglés.
Duración: 92 minutos.
Tableaux vivants
La obra del pintor estadounidense Edward Hopper, uno de los principales representantes del realismo de principios y mediados del siglo XX, se vio muy marcada por el cine en su utilización de la luz y de la escenografía, así como por el uso de una perspectiva muy concreta. Y esta conexión ha sido recíproca: desde la famosa casa de Psicosis (1960), que Hitchcock erigió basándose en un cuadro de Hopper, hasta trabajos de realizadores plenamente actuales como David Lynch, Terrence Malick, Todd Haynes o Sam Mendes, el medio cinematográfico ha visto en este artista un espejo para representar visualmente espacios íntimos de la sociedad americana. Pero además, la influencia de Hopper traspasó fronteras hasta llegar a Europa (uno de los más claros ejemplos donde se aprecia su mano sería el de Aki Kaurimäki). De este modo, es un documentalista y videoartista austriaco, Gustav Deutsch, quien ha decidido lanzarse al proyecto más personal y escrupuloso dedicado al artista dentro del cine “narrativo” (punto que, sin duda, hay que concretar), no ya inspirándose en sus cuadros para ambientar una película, sino convirtiéndola en el germen y la razón de ser de la propia cinta.


Una película como Shirley. Visiones de una realidad hace cuestionarse de nuevo las fronteras del cine, y lo que lo separa del videoarte. En un museo, proyectada como complemento audiovisual a una retrospectiva de Hopper, sería un experimento interesante. Su distribución en salas comerciales es, sin embargo, muy arriesgada (más allá de la atracción que pueda provocar el pintor). Y es que quizás Gustav Deutsch sea el director que más haya integrado la pintura en el cine, convirtiéndolos en un conjunto indivisible. Siendo así, se puede afirmar que, por mucho que un arte se acerque a otro, cada uno tiene su espacio, y combinarlos de forma extrema puede llevar a su supresión, hasta el punto de perder su significado original.
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