"Había que llegar al límite en cada escena"
En
2012 Alfredo Montero presentaba en Sitges una modesta película de
terror llamada La cueva. Era la Sección Panorama del Festival de
cine fantástico más grande del mundo, y allí estaba Juan Gordon,
productor de Morena Films. Le gustó la película, aunque pensaba que
era mejorable. Y así le propuso al director que rodaran nuevo
material. Dos años después la película se ha vuelto a presentar en
festivales (en Nocturna consiguió el premio a la mejor película),
llegando ahora a las salas comerciales.
Por Manuel Barrero Iglesias
Montero
nos habla de aquel proceso de remodelación: “Las condiciones
del rodaje fueron, básicamente, las mismas. Pero sabiendo lo que nos
venía encima, procuramos rodajes más cortos. Una semana o diez días
como máximo. Y más tiempo para rodar las escenas. No teníamos diez
al día, sino tres o cuatro. Ahí está el trabajo y la inversión de
Morena Films”. El director ha quedado muy satisfecho con la
nueva versión: “Fuimos mejorando tanto la película que de esos
ochenta minutos que se vieron en Sitges, los comprimimos a cuarenta.
Y tenemos otros cuarenta nuevos. La película dura lo mismo, pero
tiene mejor presentación de personajes, más interacción entre
ellos, más escenas de sustos, de acción...la escena submarina es
nueva y el prólogo también. Básicamente, la misma película, pero
mucho mejor. No más “comercial”, como dicen por ahí”.
¿Cuáles
fueron esas condiciones de rodaje de las que habla Montero? La
película está rodada realmente en el interior de una cueva en
Formentera, con todas las incomodidades que se puedan imaginar. Algo
que ayuda a darle a la película una gran credibilidad: “Está
rodada de manera cronológica, lo que ayudaba a la degradación
física y mental. El agotamiento al final era criminal y eso jugaba
en favor de la interpretación de los actores”. Pero llegar
a ese punto tampoco era fácil: “había que llegar al límite en
cada escena, y a veces no sabíamos como llegar a ese límite. Al
final salía, pero a base de mil intentos. Si yo no me daba de
hostias en el suelo, quedaba forzado. Igual que si ellos no se
exprimían al máximo. Si no veías que el actor sufría de verdad,
no lo veías en el personaje”. Aunque no todo fue sufrimiento,
ya que todo el equipo coincide en destacar el buen ambiente del
rodaje: “Nos llevábamos tan bien entre todos y fue una
comunión tan bonita que eso propició que la película fuese para
adelante”.
La
cueva es la gran protagonista de la película, y determinó su propia
existencia: “Escribí el guión en función de las
características de la cueva. Nada más entrar, supe que ahí había
una película. Son galerías y galerías profundísimas, en las que
es muy fácil perderse”. El proceso de búsqueda fue
bastante largo: “Como dice Medem en 'Lucía y el sexo',
Formentera está hueca por dentro. Hice un casting de cuevas. Algunas
eran como bóvedas, que dan para una película de una secta, pero no
me interesaba eso. Descarté muchas porque eran muy peligrosas.
Estaban hechas de un material terroso que veías que se iba a caer.
Mañana o dentro de veinte años, pero no podía meter un equipo
técnico ahí. La cueva de la película está hecha de un material
rocoso tremendamente duro”. Y estar allí dentro también
fue clave para escribir el guión: “Me ayudó técnicamente,
para la narrativa de la historia, y para meterme en situación de qué
harían los personajes. Mi intención como guionista es entenderlos a
todos, y estar allí solo a oscuras me ayudó mucho”.
Pero
claro, también hay que convencer a todo un equipo para que entre en
un rodaje así: “No es tan complicado. Nos encanta el cine y
haríamos cualquier cosa. El proyecto les entusiasmó”.
Aunque el momento de entrar en la cueva por primera vez fue
complicado: “Me vieron a mí tan seguro que no tuvieron más
narices que entrar. Pero sí que se agobiaron bastante. A pesar de
que les había avisado muchísimo, y les enseñé fotos y vídeos.
Pero los actores siempre te dirán que sí, que se tiran de un puente
por conseguir un papel. Pero la verdad es que lo pasaron mal el
primer día. Agobia muchísimo la sensación de que se te van a caer
millones de toneladas de roca. Una vez dejaban de ver la luz
exterior, se perdían al minuto. Al principio los puteábamos un
poquito para que fuesen ambientándose. Pero estuvimos encantados de
rodar y estoy seguro de que si se lo preguntamos ahora, volverían
todos”.
Ya
en el casting Alfredo Montero tenía muy claro lo que buscaba: “Puse
muchísimas condiciones a la directora de casting. Buscaba gente que
pudiese soportar física y mentalmente esas condiciones. Y luego, que
fueran buenos actores. De los que me propuso, yo elegí a los que me
parecían mejores. Incluso el personaje que hace Eva García Vacas no
tiene nada que ver con lo que escribí. Pero hizo un casting tan
extraordinario que lo readapté”. A la hora de preparar el
rodaje, el autor nos cuenta su manera de trabajar el texto: “Lo
que hice fue escribir el guión de manera lo más natural posible.
Hay escenas que están prácticamente transcritas de cuando yo entré
con unos amigos a la cueva. Luego, pasaba los diálogos a los actores
para que lo escribieran a su manera. Me lo devolvían, y yo lo volvía
a unificar todo para que tuviese sentido. Luego, en el propio rodaje
se ensayaba mucho la escena, y la hacíamos tal cual estaba escrita.
Una vez la teníamos, sí buscábamos otra manera de contar lo mismo
con cosas espontaneas que nos surgiesen. Pero todo siempre muy
trabajado. Parece que está improvisado, pero es todo lo contrario,
estaba todo muy cerrado”.
La
película usa la técnica del found footage, con lo que siempre busca
la credibilidad: “Está buscado el equilibrio: el realismo de un
vídeo casero, pero teniendo en cuenta que es una película, y debe
tener evolución dramática. El lenguaje es un híbrido entre lo
casero y lo cinematográfico. Al final, si es muy casero no tiene
evolución y es aburrido”. La realidad también está muy
presente a la hora de construir el terror: “Lo que más me
interesaba era esa evolución constante que te lleva a esa
degradación de lo humano. No hay elementos paranormales, es una
película de terror sin música ni efectos sonoros. La tensión está
buscada desde el guión, las interpretaciones y la manera de rodar”.
En el film está muy presente la incapacidad del hombre moderno a la
hora de enfrentarse a la naturaleza: “Gente de ciudad que le
das una linterna y una cantimplora y no saben ni qué hacer con ello.
Es la naturaleza contra el hombre. La cueva es el malo de la
película, pero es que la cueva no ha hecho nada. Son esos gilipollas
los que han entrado...es el bicho insano que tenemos dentro el que es
el malo de la película. Es una película de leones y cebras”.
Las
películas que usan el found footage suelen tener problemas de
verosimilitud a la hora de explicar el uso de la cámara en cada
momento, algo que Montero ha cuidado mucho: “Mi desafío era
justificar lo máximo posible cosas que son muy difíciles de
justificar. El personaje que graba todo el tiempo. Al principio lo
hace porque es gilipollas. Luego, porque piensa que se va a quedar en
anécdota y le va a quedar un vídeo de puta madre para su blog.
Desde un punto de vista más profundo lo hace porque si te pasa algo
muy chungo, a través del visor de la cámara lo puedes digerir más”.
A
la película parece que le queda un largo recorrido internacional:
“El remake está vendido. Puse como condición no dirigirlo
yo, porque estoy hasta los huevos de la cueva. Par mí es un orgullo
tremendo, es impresionante. Y la mía se está vendiendo por todo el
mundo gracias a Filmax, que tiene los derechos internacionales. O
sea, que ha sido todo una experiencia increíble”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario